Desarme y espectáculo
GRACIAS A la televisión, el mundo entero ha asistido el martes pasado a la firmaen Washington del tratado suprimiendo los misiles nucleares de alcance medio instalados en Europa. Las ceremonias de la jornada han reflejado un ambiente distendido entre Reagan y, Gorbachov. El texto del tratado ya estaba pactado, lo que garantizaba el éxito incial. Nada comparable a las dudas y especulaciones de Ginebra en 1985 o de Reikiavik hace un año. Con esas premisas, la espectacularidad de la cumbre responde a un propósito político en el que coincliden la URSS y EE UU: desean obtener la máxima repercusión, en las opiniones públicas, de la firma del tratado.
Reagan y Gorbachov tienen un interés fundamental -por razones de diversa índole- en que esa firma produzca el máximo impacto en la mentalidad de sus pueblos. Para Reagan, además de su interés en lograr un lugar digno en la historia, existe un motivo -concreto inmediato: el tratado debe ser ratificado por los dos tercios del Senado, y hay una fuerte campaña en contra lanzada por la extrema derecha. Aunque el Senado tiene ahora una mayoría demócrata, los cálculos de los expertos indican que la obtención de los dos tercios no será fácil. Los senadores norteamericanos son bastante sensibles a lo que piensan sus electores. Por ello, ganar a la opinión pública para el tratado es decisivo. En cuanto a Gorbachov, frente a los sectores conservadores que sabotean la perestroika, la afirmación de su talla internacional contribuye de modo esencial a reforzar su prestigio interior y su poder real.
Pero si ha habido espectáculo, éste se ha asentado en un resultado cuya trascendencia pocos discuten. El tratado contiene dos novedades históricas absolutas: es el primer paso de desarme, de destrucción concertada de armamentos nucleares; y es asimismo la primera vez que EE UU y la URSS van a realizar inspecciones en el territorio del otro. Por ello no es fácil encontrar en la historia de las negociaciones de desarme un tratado que tenga un alcance político comparable, aunque afecte solamente a armas que representan un pequeño porcentaje de los arsenales totales.
Pero el orden del día de la cumbre no se limita a la firma del tratado sobre misiles de alcance medio. Gorbachov ha insistido desde su llegada en la importancia del proyecto de reducción en un 50% de las armas estratégicas. Ligado a este proyecto -que está, al parecer, bastante avanzado- están otros temas de desarme, como las armas químicas y convencionales, y cuestiones como los derechos humanos y los conflictos regionales. En la reacción europea, generalmente favorable al tratado, hay una insistencia lógica en la importancia que tiene ahora avanzar en la destrucción controlada de las armas químicas y en la puesta en marcha de unas negociaciones sobre armas convencionales que permitan acabar con una situación de "asimetría", como reconoció recientemente el propio líder soviético. En la nota de aprobación hecha pública por el Gobierno español, se recuerdan con razón estos otros aspectos del desarme.
Sin restar valor a la firma solemne del martes pasado, su importancia será muy distinta en función de lo que ocurra ahora en las conversaciones de Washington, y en los meses próximos, sobre los otros aspectos del desarme aún en discusión. Lo que de verdad interesa a Europa en la presente coyuntura, más que expresar reticencias o temores ante la futura destrucción de los euromisiles -como han hecho algunos círculos de derechas encerrados en un visión militarista de la política- es que se extienda a otras esferas esa voluntad de desarme que ha tenido su primera plasmación en la ceremonia de la Casa Blanca.
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