Simplemente, Ron y Mijail
Han decidido llamarse, respectivamente, Ron y Mijail, y se intercambian gemelos de oro, un jarrón de Tiffany, caviar y una silla de montar. Pero Ronald Reagan, el cruzado de la guerra fría, y Mijail Gorbachov, el audaz reformista soviético, no conectarán nunca, no ya filosófica o políticamente, tampoco humanamente. "Creo que podemos dar un descanso a los negociadores", dijo el anciano Reagan, de 76 años, tras la firma el lunes del tratado INF, a lo que Gorbachov, de 56 años, respondió negativamente con una cita del filósofo norteamericano Ralph Waldo Emerson: "La recompensa de algo bien hecho es haberlo hecho".Es sólo un ejemplo de la distancia que separa a estas dos personalidades. Gorbachov es una avalancha humana; ha llegado a Estados Unidos dispuesto a vender glasnost y perestroika como Lee Iacocca vende los Chrysler, pero su mensaje sigue siendo muy propagandístico. No emite losmensajes breves y directos, al grano, que son los únicos que llegan aquí a las audiencias. Quería televisar en directo su encuentro de ayer con los congresistas, convirtiendo una reunión de enorme importancia para él en un mitin.
Un choque filosófico abierto se produjo el lunes, en la segunda entrevista con el presidente norteamericano. Al criticar Reagan la política soviética de derechos humanos, el dirigente del Kremlin le sacó la cuestión de los miles de estadounidenses que viven en las calles y el cierre de la frontera sur a los mexicanos que quieren emigrar. Reagan saltó y le dijo que una cosa es regular las entradas al país -EE UU tiene la política más liberal del mundo en este sentido- y otra cosa es impedir salir a los ciudadanos. "No comprende la importancia que aquí damos a los derechos humanos", afirmó el ex secretario de Estado Cyrus Vance después de escuchar a Gorbachov en la Embajada de la URSS.
Pero, a diferencia de las cumbres de Ginebra y Reikiavik, Gorbachov "no nos está dando esta vez tantas lecciones de marxismo-leninismo. Tiene un punto de vista más amplio. Está aprendiendo más de Estados Unidos", explica el general Rowny, asesor presidencial de control de armamentos. Pero da la impresión de que está mucho más preocupado por explicar su idea de la nueva URSS que de entender cómo funciona Estados Unidos.
Mijail Sergeivitch Gorbachov parece no relajarse nunca. No le gustan nada los chistes y las anécdotas de Reagan, que escucha con evidentes signos de impaciencia. Sólo ha venido a trabajar, y ni siquiera está demostrando una curiosidad humana de conocer algo más que cuatro manzanas de Washington, las que separan a su embajada de la Casa Blanca. Reagan quería que sobrevolara en helicóptero los suburbios de la ciudad para que viera cómo viven las clases medias, con muchas casas con piscina en sus jardines.
Reagan, 20 años mayor que él, está aguantando el chaparrón propagandístico y de relaciones públicas de Moscú. Todos los rublos del Gosbank no serían capaces de pagar las horas de atención a la URSS, a sus gentes y a su política que están prestando las cadenas norteamericanas de televisión. El presidente aparece muy relajado, disfrutando de la ocasión que le permite superar el Irangale, su caída de popularidad y hacer olvidar por unos días los problemas del presupuesto y del déficit comercial.
Y a pesar de que Gorbachov es el mejor comunicador que ha producido la Revolución Soviética desde Lénin, Reagan sigue dominando la escena gracias a sus años de Hollywood. Siempre aparece afable y demuestra un granfair play, aunque también se le nota la edad, y a veces está distraído y no parece entender bien las preguntas cuando Gorbachov, como el chico listo de la clase, se lanza a responder a los periodistas al comienzo de las reuniones en el Despacho Oval. Viendo moverse a Gorbachov se obtiene la impresión de que es un político que no sabe escuchar, cree que lo que tiene que contar es mucho más importante que lo que dicen sus interlocutores. Justo al contrario de Reagan. Se le nota que tiene mucha prisa por lograr algo y poder mostrarlo a sus pares en Moscú a su regreso. En definitiva, y a pesar de que su encantó esté fascinando a los norteamericanos -quizá por su dinamismo e intelecto alerta, tan distante de¡ presidente-, pesa más en Gorbachov "los dientes de hierro" que la "sonrisa encantadora" de la definición que hizo de él el veterano Andrei Grorniko.
El predicador evangélico Billy Graham resumía ayer así su impresión desconfiada -mayoritaria aún en EE UU- del ciclón del Kremlin: "Nos ha pintado una visión del mundo en la que todos somos hermanos. Pero el problema es que todos vivimos en la misma vecindad, pero todavía no somos hermanos".
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