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Cuatro capítulos

Ideada por el presidente del Ejecutivo europeo, Jacques Delors, y modificada en un documento de compromiso por el jefe del Gobierno danés, Poul Schlüter, la reforma de la CE es un desarrollo económico-financiero del Acta única, que entró en vigor en julio, y consta de cuatro grandes capítulos.

1. La llamada disciplina presupuestaria consiste esencialmente en contener el gasto agrícola, que absorbe dos tercios del presupuesto de la Comunidad Europea (3,7 billones de pesetas) en 1987, mediante la introducción de estabilizadores en todos los sectores de producción que provocan una disminución del precio de compra garantizado. Gracias a este mecanismo, el aumento no debería exceder, en el peor de los casos, el crecimiento anual del producto nacional bruto. El Reino Unido condiciona su aceptación global de la reforma a un acuerdo sobre este aspecto, mientras Francia y la RFA no son partidarias de un control tan estricto del gasto agrícola.

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2. El incremento de los recursos es indispensable para acabar con los déficit crónicos y poner en práctica la solidaridad con el sur del continente, por lo que a los aranceles, gravámenes agrícolas y porcentaje del IVA (1,4%) revertidos a las arcas comunitarias se propone añadir una cuarta fuente de ingresos basada en el producto interior bruto (PIB), para poder disponer así de hasta ocho billones de pesetas en 1992. Aunque Schlüter modera, en comparación con Delors, la toma en consideración del PIB, su propuesta sigue disgustando a Italia, que, al haber reevaluado el año pasado su PIB, incorporándole la economía sumergida, sería el Estado miembro cuya contribución a la CE más aumentaría. España ve con buenos ojos este cuarto recurso, que disminuirá proporcionalmente su aportación financiera.

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3. Los tres fondos estructurales (social, regional y de orientación agrícola), que pretenden atenuar las diferencias de desarrollo entre regiones ricas y pobres de la CE, serán destinados hasta en un 80% a aquellas zonas cuya renta per cápita sea inferior en un 25% a la media europea o que se encuentren en declive, y la financiación comunitaria podrá alcanzar hasta el 75% de los proyectos de desarrollo o reconversión. Pero, a diferencia de Delors, Schlüter no se pronuncia sobre la necesidad de duplicarlos en términos reales para que en 1992 se sitúen en casi dos billones de pesetas. España está a favor de la duplicación.

4. La contribución del Reino Unido a la CE sigue siendo excesiva, dado el escaso peso de su agricultura en la economía de la isla, y conviene, por tanto, mantener el mecanismo de devolución de su aportación acordado en la cumbre de Fontainebleau, popularmente conocido bajo el nombre de cheque británico. Delors sugería, no obstante, que los miembros menos ricos -España, Italia, Grecia, Portugal e Irlanda- no participasen en ese mecanismo, mientras Schlüter insiste en incluirlos.

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