La república de los escándalos
La proximidad de las presidenciales de 1988 provoca en Francia una carrera de mutuas acusaciones entre conservadores y socialistas
La cohabitación entre el Gobierno conservador del primer ministro Jacques Chirac y el presidente de la República, el socialista François Mitterrand, ha sido hasta ahora un matrimonio de intereses, sembrado de desavenencias. Pero desde hace unos pocos días se ha convertido, para sus integrantes, en un matrimonio insoportable. A medida que se han ido acercando las elecciones presidenciales, que se celebrarán el año próximo, los neogaullistas de Chirac y los socialistas de Mitterrand han iniciado una carrera desenfrenada de mutuas acusaciones y descalificaciones, en las que los medios de comunicación, los servicios policiales o la magistratura han jugado, muchas veces, de punta de lanza, más o menos consciente, de los intereses políticos.Todo empezó al día siguiente de las elecciones de marzo de 1986. El regreso de la derecha al Gobierno, tras una ausencia de cinco años, tenía como único límite la presidencia de Mitterrand. Dos eran las tentaciones de los conservadores: desprestigiar al presidente socialista, para evitar que volviera a presentarse en 1988, y ejercer una cierta revancha política contra los socialistas.
Las figuras más constructivas de la derecha confiaban en el éxito de su programa antes que en la denuncia del fracaso de sus predecesores. Meses después, en la medida en que disminuía el brillo del éxito gubernamental, aumentaban las tentaciones de venganza. En noviembre, en plena crisis bursátil, que empaña el único éxito indiscutible de los conservadores -las privatizaciones y su capitalismo popular-, la máquina de producir escándalos y denuncias de corrupción funciona a pleno rendimiento.
Tres a tres
En las cuentas del semanario Le Nouvel Observateur, la partida está en empate: tres escándalos contra tres. En las cuentas del Gobierno, ningún escándalo se puede comparar con el de la venta ¡legal de armas a Irán, que salpica al propio presidente de la República. Para quienes se preocupan por la salud de la democracia, la única conclusión válida es la imagen corrompida que la clase política francesa está ofreciendo de sí misma.
El extremismo de derechas de Jean-Marie Le Pen puede ser el principal beneficiario en las rentas de un aumento del antiparlamentarismo. Para otros, en cambio, la aparición de la basura en circunstancias preelectorales es un síntoma de salud democrática, que debe obligar a legislar sobre la financiación de los partidos y a crear mejores sistemas de prevención y de control.
El balance, en cualquiera de los casos, afecta a estas alturas a tres ministros del Gobierno, a dos ex ministros socialistas, a un académico, a varios altos funcionarios y, obviamente, al presidente de la República, el objetivo último de una parte de los disparos. La mayoría de ellos no llegará a sentarse ante un tribunal. Alguno ni tan sólo llegará a aparecer en una instrucción judicial. La culpa, si es que hay culpa, se reparte muy desigualmente: culpa política en un extremo y culpa de funcionario corrupto en otro. Pero la imagen pública de todos ellos quedará, en mayor o menor medida, afectada. Ésta es la lista de los principales sospechosos en la república de los escándalos.
Hombres bajo sospecha
Balladur, Edouard. Ministro de Estado y ministro de Economía y Hacienda. Ha sido el hombre que ha dirigido la privatización de las empresas públicas y que ha decidido la composición de los llamados núcleos duros o grupo estable de accionistas destinado a garantizar la continuidad de las empresas. Para la oposición socialista y para buen número de los centristas que forman parte de la mayoría en el Gobierno, el ministro ha optado en numerosos casos por sus amigos próximos o por empresarios afines al neogaullista RPR (Asamblea para la República). Balladur supo salir airoso del debate parlamentario dedicado a las privatizaciones, pero la sospecha sobre su supuesto favoritismo sigue planeando en la vida empresarial francesa y puede reaparecer en cualquier momento.
Chalandon, Alain. Ministro de Justicia y, por su cargo, jefe de los fiscales. Implicado en el escándalo de la joyería Chaumet, en bancarrota de un equivalente de unos 40.000 millones de pesetas, en la que se han localizado prácticas financieras ilegales. El ministro ocultó que poseía una cuenta corriente en esta joyería, convertida en establecimiento bancario ilegal. El juez que instruye el caso puede en cualquier momento solicitar el testimonio del ministro, su superior jerárquico, como damnificado de la quiebra y como participante en el banco ilegal. Chalandon, como jefe de la magistratura, puede dar instrucciones sobre todos los procesos judiciales en curso.
Chalier, Yves. Ex jefe de gabinete del ministro de la Cooperación, socialista, Christian Nucci. Procesado y en libertad bajo fianza por malversación de fondos públicos. Montó una sociedad destinada a la cooperación con el Tercer Mundo, en la que se utilizaban falsas facturas para justificar los gastos. Compró un castillo, hizo regalos a su amante y a su ex mujer y terminó huyendo a Brasil, visiblemente protegido por un padrino francés. Chalier asegura que actuó siempre siguiendo instrucciones de su ministro. Regresó utilizando un auténtico pasaporte falso expedido por el contraespionaje francés. Militar de carrera, fue a parar al gabinete de Nucci por recomendación de otro ministro socialista, el de Defensa, Charles Hernu.
Delebois, Jaeques. Ex inspector general de la policía. Inculpado por "falsedad en documentos administrativos y complicidad". El documento falso es el auténtico pasaporte falso de Chalier, y la complicidad, la ayuda que le prestó para instalarse en Brasil. Delebois se ha negado hasta ahora a declarar ante el juez, acogiéndose al secreto oficial. El ministro M Interior, Charles Pasqua, ha cubierto su actuación, pero no ha podido evitar su inculpación. La sospecha generalizada es que Delebois,_ obedeciendo a Pasqua, prometieron a Chalier la impunidad de un exilio dorado si comprometía al ministro Nucci y al Partido Socialista.
Díaz, François. Animador del Partido Socialista en Villeurbaine, el feudo municipal de Hernu. Creador de sociedades de estudio y promoción dedicadas a financiar las campañas electorales de su patrón. Según el informe del inspector general del Ejércíto, Jean-François Barba, habría recibido tres millones de francos (60 millones de pesetas) como fruto de la venta de armas a Irán, en comisión destinada a las arcas socialistas.
Droit, Michel. Periodista, miembro de la Academia y de la Comisión Nacional para la Comunicación y las Libertades (CNCL). Su mayor galardón es la entrevista televisiva que le concedió el general De Gaulle, la primera a la que accedía el fundador de la V República. Droit es el blanco preferido de la prensa de izquierdas, por su defensa del apartheid en Suráfrica y por sus opiniones políticas extremistas. Inculpado por prevaricación, susceptible de comparecer ante una corte criminal, su procesamiento ha sido suspendido por la Corte de Casación. Se le acusa de haber utilizado su cargo público en la CNCL para conceder una frecuencia de emisión a una emisora de extrema derecha.
Dubos, Jean-François. Miembro del Consejo de Estado y ex encargado de misión del Ministerio de Defensa con Charles Hernu. Autor de un libro publicado hace 13 años y cuyo título es de por sí revelador: Venta de armas: una política. Considerado como uno de los mejores especialistas en cuestiones de defensa dentro del Partido Socialista y brazo derecho de Hernu durante su tormentoso paso por el Gobierno. Según el informe Barba, Dubos aparece como el hombre que protegió o incluso organizó el tráfico ¡legal de armas hacia Irán. No ha sido todavía citado por el juez.
Hernu, Charles. Alcalde de Villeurbaine y ex ministro socialista de Defensa. Dimitió con motivo del escándalo Greenpeace, en el que los servicios secretos franceses hundieron un barco ecologista que se oponía a las pruebas nucleares de Mururoa, ocasionando la muerte de un fotógrafo. Su gabinete cubrió las operaciones de ventas ilegales de armas a Irán y sus anmigos de Vileurbaine recibieron, según el informe Barba, una comisión por la venta. No aparece citado en el documento, pero es quien sufre más directamente los efectos y el desgaste del Irangate a la francesa.
Nucci, Christian. Ex ministro socialista de la Cooperación. Inculpado por malversación de fondos públicos en relación a la sociedad Carrefour du Developement. La Asamblea Nacional aprobó su inculpación ante una Alta Corte de parlamentarios, que se reunirá por primera vez en la historia de la V República para juzgar este caso. Su inculpación tiene como principal fundamento las declaraciones de Yves Chalier, también procesado, que fue su jefe de gabinete. Nucci asegura que desconocía las operaciones fraudulentas de su colaborador. Parece probado que utilizó los fondos públicos para financiar sus campañas electorales. Su procesamiento ha levantado ampollas en la propia derecha.Pasqua, Charles. Ministro del interior. El Partido Socialista ha sAicitado, sin posibilidades de éxito, su procesamiento por la Alta Corte parlamentaria como sospechoso de haber ordenado la extensión de un auténtico pasaporte falso a Chalier, todo con vistas a fabricar un escándalo contra el ministro socialista Nucci. Pasqua cubrió con la declaración de secreto de defensa las preguntas del juez que instruye el caso del Carrefour du Développement sobre el famoso pasaporte. Los socialistas acusan a su ministerio de cocinar las campañas contra Mitterrand.
Prouteau, Christian. Consejero del presidente de la República para asuntos de terrorismo y ex jefe y fundador del Grupo de Intervención de la Gendarmería Nacional. Inculpado en octubre, cinco años después de los hechos, por soborno de testigos, en hase a la declaración de otro polcía. El asunto de los Irlandeses de Vincennes fue una metedura de pata de este superpolicía, que anunció la detención de un grupo del IRA que fue luego liberado sin cargos por el juez. Mitterrand salió en defensa de su colaborador, convertido en el Oliver North de la República.
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