Nace un genio del cine
Alexei Guerman nació hace medio siglo en Leningrado. Estudió teatro en el instituto Ostrovsky de su ciudad, y debió hacerlo a fondo, pues en sus dos último filmes -no tanto en éste, al menos de manera explícita- hay signos de su amor y entendimiento de la escena.En sus estudios teatrales tuvo como maestro a Gregori Kosint sev, uno de los grandes cineastas y hombres de teatro del período revolucionario del cine soviético, animador de la célebre FEKS (Fábrica del Actor Excéntrico) y conocido en España por sus versiones cinematográficas de El Quijote y Hamlet.
La pasión de Guerman por el teatro desembocó -y Kosintsev puede tener que ver con ello naturalmente en el cine. En 1964 ingresó en los estudios Lenfilm como ayudante de dirección Tres años después, en 1967, realizó, al alimón con Gregori Aronov, su primer trabajo de dirección: El séptimo compañero de ruta, que fue estrenada con alguna resonancia en la Unión Soviética, pero no fue exportada.
Control de los caminos
Dirección: Alexci Guerman. Guión: Eduard Volodarski, sobre relatos de Yuri Guerman. Fotograria: L. Koiganov. Unión Soviética, 1972. Intérpretes: Roland Bykov, Anatoli Solinitzin, Vladftn¡r Zarnanski, Oleg Borissov, Fedor Od'nokov, Ana Zaitse, Guennadi Dudiaev. Estreno en cine Renoir.
Después, al nombre de Alexei Guerman se lo traga el anonimato y, salvo un puñado de colegas, nadie llegó a saber que durante muchos años, a trancas y barrancas, lenta y minuciosamente, Guerman siguió haciendo películas, sin que ninguna de ellas gozara de un estreno y una difusión normales.
Una incógnita
Tres son las películas realizadas por Alexei Guerman después de su primera obra: en 1972, Control de los caminos, estrenada 15 años más tarde; en 1976, Veinte días sin guerra, que obtuvo una audiencia restringida un año después y ganó en Cannes-87 el premio de la crítica, y en 1982, su obra más ambiciosa, Mi amigo Ivan Lapshin, estrenada tres años después, en 1985, por la televisión soviética, aposta para darle una apariencia de gran difusión, cuando todos los comentaristas de la obra de Guerman consideran que fue ésta la forma indirecta que la censura tuvo de neutralizar el fortísimo alcance crítico del filme, una de las obras más graves y hermosas de la historia del cine ruso, formalmente de extrema complejidad y cuyo torrente de sutilezas se escapa de la apisonadora de matices que es la pequeña pantalla.En Control de los caminos hay una incógnita inicial: si en su primer filme alcanza tanta intensidad y perfección, ¿a dónde puede llegar en obras posteriores el desconcertante talento de este cineasta? El filme se basa en relatos de Yuri Guerman, padre del cineasta y escritor muy conocido en la URSS, pero donde sus obras no han encontrado siempre apoyo, sino más bien desconfianza oficial.
El guión, elaborado por otro escritor, Eduard Volodarski, es insuperable, y sobre él, con aspecto de un relato de aventura y de guerra clásico, Guerman introduce elementos narrativos, formas de composición de escenas, tiempos y personajes, que dan a su estilo una pronunciada singularidad.
Pese a que recuerda a otras obras clásicas del género bélico, Control de los caminos, observado con la memoria despierta, es un filme de novísima e insólita maestría, un prodigio de equilibrio a tres bandas, entre la aventura interior de cada personaje, la hazaña colectiva en que están metidos y el precipitado político, durísimo -de ahí su prohibición-, de estos dos elementos.
Con este filme nació un cineasta de genio. Su obra posterior responde a aquella incógnita inicial, y hoy, con sólo tres filmes, Guerman se ha convertido en uno de los grandes hombres del cine europeo y mundial.
Babelia
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