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Contratación de marroquíes en el cinturón industrial de Barcelona

Francesc Valls

Casos de discriminación racial se han producido también en el cinturón industrial de Barcelona con un colectivo de inmigrantes marroquíes, a los que se somete a unas condiciones de trabajo semejantes a las de los africanos. La contratación de marroquíes comienza a las siete de la mañana. Los "moros", como se les llama habitualmente, llegan de madrugada a las cercanías del mercado municipal de la localidad de Viladecans, donde viven unos 600 magrebíes, en su mayoría marroquies. Ahmed, de 24 años, nacido en Tánger, es uno de los que aguardan la llegada de un payés que en su jeep lo conduzca hasta los puestos de trabajo. "Lechugas y espinacas es lo que más recogemos ahora; nos pagan unas 2.000 pesetas diarias y debemos llevar el pan nosotros, porque en caso contrario no comemos", explica.Para Ahmed, "los jóvenes no son racistas, pero la gente mayor sí". Asegura que en tres bares del pueblo, al menos, no sirven a los moros. "Una vez entré en uno de ellos, pedí una limonada y no me sirvieron, se hacían los sordos", cuenta. Sin embargo, nadie ha presentado ninguna denuncia contra estos establecimientos, porque la inmensa mayoría de los magrebíes que viven en Viladecans han entrado de manera ilegal en España. Por 80.000 pesetas, hay embarcaciones que pasan inmigrantes ilegales desde el norte de África hasta la costa andaluza, donde son desembarcados. Él, sin embargo, es de los pocos que puede mostrar su pasaporte.

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Viladecans se ha convertido en un punto de referencia para los marroquíes que se encuentran en la provincl a de llarcelona. Entre ellos se ayudan. Ahmed conoce perfectamente el sur de Francia. Ha trabajado allí y asegura que el racismo es palpable. Mientras espera en Viladecans su contrato de ese día, un coche patrulla del Cuerpo Nacional de Policía se detiene en las cercanías del mercado. Un agente desciende para comprar un diario y, el coche sigue su camino. No pasa nada. "Aquí no hay problemas con la policía, no son racistas como en Francia, a menos que te pasees por la Rambla de Barcelona después de las diez de la noche", dice Ahmed.Pero a esas horas los marroquíes duermen. En una de las pensiones donde se alojan pagan 1.300 pesetas por semana, que se convierten en 2.000 pesetas cuando se trata de recién llegados. Si cualquier día no hay suerte y se quedan sin trabajo, regresan a la habitación, que ocupan hasta cinco personas. Allí comen y esperan al día siguiente.

En Viladecans hay dos pensiones que alojan a los inmigrantes de Marruecos. En uña de ellas, situada en la calle de Balmes, hubo una denuncia al Ayuntamiento por las malas condiciones sanitarias, explica Ismael, del centro de Información de Trabajadores Extranjeros de CC OO. "El Ayuntamiento quería cerrar el local, pero entonces los magrebíes no tendrían donde ir", explica, y agrega que con la colocación de una ducha se arregló "un poco" la situación.

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