Ojos tristes
Nikita Mijalkov es uno de los grandes del cine actual. Ha trabajado siempre en su país, la URSS, hasta que hace dos años el actor italiano Marcello Mastroianni, que quedó fascinado por su Oblomov, le pidió que escribiera y dirigiera para él una película inspirada en el mundo de escritor ruso Anton Chejov, que Mijalkov conoce a la perfección.De ahí nació la producción italiana, rusa hasta la médula, Ojos negros, que clausuró anoche la 32 edición Semana Internacional de Cine de Valladolid. Esta película, en sólo cuatro meses de exhibición pública, se ha hecho célebre.
El filme se ha hecho famoso no por su belleza, gracia y maestría, sino porque una extraña componenda entre los jurados del pasado Festival de Cannes excluyó a este admirable filme de la lista de premios, ofreciéndole como consuelo uno de interpretación a Mastroianni. Pero, por si aquello no fuera suficiente, Ojos negros, castigada en Cannes, ha vuelto a ser castigada en Valladolid, en condiciones todavía más irrisorias. Y así surge la curiosa paradoja de que esta película ha multiplicado, incluso hasta la exageración, su celebridad no por los premios que recibe (ninguno), sino por los palos que le dan (todos).
Y se tiene la impresión de que un lucrativo espíritu gafe está convirtiendo a los risueños ojos negros de Chejov en ojos tristes de nadie. Nunca se fabricó un chiste como este de ayer en Valladolid: no premiar a una película precisamente por ser la mejor.
Babelia
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