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Tribuna:OCHO AÑOS DE ESTATUTO DE AUTONOMÍA
Tribuna
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El autogobierno vasco, en un momento decisivo

Se cumplen hoy ocho años de la aprobación, en referéndum, con el sí de más del 90% de los votantes, del Estatuto de Autonomía del País Vasco. La fecha del 25 de octubre tiene, además, otra significación para los vascos: la de recordar el comienzo de la abolición foral en virtud de una mal llamada ley de Conservación de los Fueros.A partir de 1839 fue imponiéndose un centralismo uniformizador que, si en algunos aspectos era necesario y tenía un contenido progresista, aportó elementos claramente negativos, que fueron sedimentando la prevención, cuando no el rencor, de amplias capas de Euskal Herria hacia la Administración central. Así, no tardaría mucho en producirse, tras la abolición foral y coincidiendo con la industrialización, la aparición y desarrollo del nacionalismo, que daría una nueva dimensión a la cuestión vasca, por discutibles que pudieran ser sus planteamientos.

Tras fracasar la experiencia republicana, se suceden los 40 años de dictadura franquista, durante los cuales la persecución de cualquier seña de identidad vasca, empezando por los propios símbolos, adquirió rasgos de auténtica crueldad, abriendo heridas difíciles de cicatrizar que dejaron como herencia un terrorismo que aún no ha sido erradicado. La aprobación del Estatuto de Autonomía supuso el fin de 140 años de privación del autogobierno originario del pueblo vasco.

Conviene, sin embargo, retener estos datos numéricos: 140 años de centralismo, 40 de los cuales transcurrieron bajo una dictadura totalitaria. Y conviene retenerlos porqué a veces, desde el día a día de la política, se tiene la impresión de que en Euskadi nada está cambiando. Una elemental reflexión es suficiente para comprender, que ocho años es un margen muy escaso de tiempo para resolver problemas que se han ido acumulando en siglo y medio. Pero es que, además, en este último período se han producido cambios, y cambios importantísimos.

Ocho años de autogobierno y de consolidación de las instituciones vascas no pasan en balde. Con un concierto económico en marcha, una ikurriña, un himno y el resto de los símbolos oficializados, un Gobierno y un Parlamento, amplísimas competencias en materia de educación, sanidad, cultura, industria, una televisión y una radio propias, una política de normalización lingüística, una policía autónoma que se va desarrollando..., existen ya unas realidades suficientemente indiscutibles como para darse cuenta de que existen condiciones para que la personalidad diferenciada del pueblo vasco se desarrolle favorablemente.

Por otra parte, la situación vasca ha evolucionado en los últimos años. De una situación condicionada por el terrorismo se ha pasado a la marginación del mismo, y de una situación de incomunicación y de falta de entendimiento entre las fuerzas políticas, a una situación de diálogo y consenso.

Así, y en paralelo con las últimas acciones policiales contra ETA, se están produciendo cambios significativos en la opinión pública vasca, como que el Gobierno vasco estime positivas estas acciones, que la mayoría de la población de la comunidad autónoma las apoye, que fracase estrepitosamente la jornada de lucha convocada en Euskadi por los sectores políticos que apoyan al terrorismo... Son reacciones que eran impensables hace tan sólo unos meses.

De esta forma, el octavo aniversario de la aprobación del Estatuto se celebra en un momento crucial para el devenir político de Euskadi. Aislamiento del terrorismo, recuperación del entendimiento y revitalización de las instituciones son aspectos de un mismo proceso que apunta hacia una meta clara: la consecución de un clima de normalización democrática en Euskadi.

Inhibición y responsabilidad

Esta normalización es una condición imprescindible para recuperar la capacidad de participación de los ciudadanos vascos. Porque no cabe duda de que uno de los hechos más descorazonadores de la vida política de Euskadi en los últimos años ha sido la inhibición de gran parte de la sociedad ante problemas de vital importancia.

Sin considerar esta actitud de inhibición se hace muy difícil entender lo que ha estado ocurriendo en el País Vasco. Ni las dificultades de la lucha contra el terrorismo, ni el éxito de las opciones políticas más demagógicas, ni la aparente indiferencia ante la gravedad de la crisis económica tendrían explicación si no recurriéramos a ese rasgo de la coducta colectiva.

Esta situación debe superarse con hechos y no con palabras. Lo cual significa que los vascos deben comprobar que la policía autónoma se enfrenta al terrorismo o que los jueces del País Vasco asumen competencias y medios para juzgar esta clase de delitos. El Gobierno y las instituciones, autonómicas y centrales, deben poner su empeño en impulsar esta dinámica de responsabilización colectiva.

Por otra parte, nunca el Gobierno ha estado en mejores condiciones que ahora para afrontar los problemas vascos, no sólo por los últimos éxitos policiales contra el terrorismo sino también porque su política cuenta cada vez con mayor comprensión y apoyo en el País Vasco. Los términos del acuerdo que está tratando de lograr el presidente del Gobierno, Felipe González, con los partidos políticos pueden facilitar una colaboración y un diálogo en profundidad con las instituciones vascas.

No es exagerado afirmar que el autogobierno vasco se encuentra en un momento decisivo, tan decisivo casi como aquel otro, hace ocho años, en que se aprobó el primer Estatuto de Autonomía de la España democrática.

es presidente del Parlamento vasco.

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