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LA LIDIA / LAS VENTAS

Rodríguez y Pérez, toreros

JOAQUIN VIDAL Nada de El Largui (uno era altote), ni El Cañete (otro era bajito), sino Rodríguez y Pérez, sencillamente, honrando a sus respectivos padres, dispuestos a que les distinga sólo su toreo, así de sencillo. Y lo consiguieron ayer, en Las Ventas, ante un público amable, lo cual no quiere decir que fuera ciego o lego, y no lo fue, pues distinguía perfectamente el toreo hondo del pegapasista; el natural templado de la remanguillé.

También hubo un espada que se anunciaba con su propio apellido, Lore, pero al público español le sonaba a mote, porque es francés. Quitando las familias de cada espada que había en el coso -rabiabuelos y nietos incluídos-, antes de empezar el festejo la afición sólo se había quedado con el nombre de Lore -por lo dicho-. En cambio al final lo recordaba menos y hablaba de un tal Rodríguez y un tal Pérez, que se mostraron toreros con personalidad.

Cienfuegos / Rodríguez, Lore, Pérez

Cinco novillos de Mariano Cienfuegos, manejables salvo el 5º; 6º de Francisco Navas, amoruchado. Miguel Rodríguez: estocada trasera y ocho descabellos (ovación y salida al tercio); estocada y descabello (oreja). Denis Lore: bajonazo descarado (vuelta); pinchazo y estocada corta baja (aplausos y salida al tercio). Vicente Pérez: estocada corta trasera caída (petición y dos vueltas); media atravesada trasera bajísima (aplausos y saludos).Plaza de Las Ventas, 17 de octubre. Final de las novilladas de promoción de las escuelas de tauromaquia.

Dicen taurinos que los alumnos de las escuelas de tauromaquia salen cortados por el mismo patrón y se parecen todos como gotas de agua. ¡Mentira cochina! Los alumnos de las escuelas de tauromaquia no se parecen entre sí en nada salvo que la mayoría tiene la lección del toreo muy bien aprendida. Una demostración más, entre mil, fueron los novilleros de ayer, los tres de escuela y los tres distintos. Miguel Rodríguez, muy hondo; Denis Lore, muy bullidor; Vicente Pérez, muy templado. Los tres muy puestos, sí, lo cual significa que están bien enseñados.

Miguel Rodríguez, de la escuela taurina de Madrid, agradeció la sabiduría adquirida brindando su primer novillo al claustro de profesores, entre los que se encontraban los matadores de toros Gregorio Sánchez y el Macareno. Toreó bien Rodríguez, mandando en el muletazo y ligando los pases, tanto a ese novillo, de excelente embestida, como al cuarto, más complicado y agrio, y si no cortó oreja más que en uno, se debió a que mató muy mal al otro; que conste. Su familia, que estaba presente, no se cansaba de decirlo a quien quisiera escuchar. Banderilleó Rodríguez con mucha seguridad a su lote y le valió ovaciones.

Con menos seguridad banderilleó Denis Lore, de la escuela taurina de Nimes, y en cambio de la ligazón en el toreo de muleta hizo alarde. Cuántas figuras quisieran instrumentar las tandas con el dominio con que engarzaba los pases Denis Lore. Sin embargo se mostró excesivamente esquemático, escasamente inspirado, demasiado reiterativo; muy francés, en el arte del toreo.

Sal, nada gorda, la que empleó Vicente Pérez, de la escuela taurina de Salamanca, para aderezar un toreo de canon clásico, gustoso en aromas y sabores cuando cargaba la suerte, lo cual no sucedió siempre, pues propendía a descargarla, y por esta falta el profesor debe imponerle el oportuno correctivo. Este: "Me escriba cien veces, cien, torear es parar, templar, mandar, ¡y-cargar-la-suer-teee!".

Aún tiene tiempo Pérez de enderezar la falta, como sus compañeros las muchas que se les advirtieron, pues son principiantes. Ninguna alarmó a la afición, que anotó en su agenda Rodríguez y Pérez, toreros, con la esperanza de que pueden cuajar figuras, si hay suerte y siguen por el camino emprendido, que es el bueno.

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