Una lección de guitarra

Presidido por la reina doña Sofía, acompañada de la condesa de Barcelona y de la princesa Irene, se celebró en el Teatro Real el concierto-homenaje a Andrés Segovia que patrocinó la firma BMW en beneficio de la Fundación Mundo en Armonía. Un público entusiasta llenó y aplaudió todas las magistrales versiones de Narciso Yepes, así como la colaboración flexible, ajustada y eficaz de la Sinfónica de Radio Televisión Española dirigida por Manuel Galduf.En el programa figuraban tres obras para guitarra con orquesta que fueron escritas para Andrés Segovia: el Concierto en Re del florentino Mario Castelnuovo-Tedesco (1895-1968), el Concierto del Sur, del mexicano Manuel Ponce (1882-1948) y la Fantasía para un gentilhombre, de Joaquín Rodrigo. Quedó claro que la partitura del español se eleva notablemente sobre las otras dos pues a la belleza original de los breves temas del guitarrista aragonés se añade un transparente, ingenioso y lírico tratamiento.

Ponce, el celebrado autor de la canción Estrellita, que más tarde trasplantó al concierto para violín, practica en el Concierto del Sur un estilo hispanizante a partir de elementos característicos del folclore andaluz tomados desde la distancia, suavizados por el acento iberoamericano e iluminados con tenues acuarela. En cuanto a CasteInuovo, prolífico compositor de música guitarrística destinada a Segovia, consiguió en su primer concierto una textura transparente, una parte solista muy brillante y un desarrollo natural de unas ideas inconfundiblemente neoclásicas aunque a veces se le escape al autor más de un suspirillo romántico. En definitiva, asistimos a una lección de bien tocar la guitarra en un programa "todo Yepes", que no suele ser frecuente.

No es la menor, por poco frecuente entre nosotros, el hecho de que el protagonista de este homenaje, Narciso Yepes, haya sido en arte un antagonista de Andrés Segovia. Una de las consecuciones más importantes de Yepes, la guitarra de diez cuerdas con la que toca desde hace décadas, no interesaba ni placía para nada a Segovia.

Por otra parte, entre Segovia y Yepes discurren un par de oleadas generacionales: la de 1901, o del 27, y la de 1916, que es la de Argenta y Montsalvage. Quiere decirse que, no obstante la capacidad renovadora y el ánimo juvenilista del patriarca de la guitarra, las diferencias de pensamiento, técnica y estilo con sus sucesores a treinta años vista podían ser normales, como en el caso de Yepes.

Pero sin Segovia -un grande como dijo el concertista murciano antes de empezar su concierto- la historia de la guitarra probablemente habría sido diferente; sin la constante exigencia y voluntad perfeccionista, no habrían nacido en torno a Segovia tantos y tan excelentes discípulos. Las lecciones de Segovia sirvieron a todos y todos se han beneficiado de los cauces universales que supo abrir a la guitarra hasta convertirla en instrumento masivamente gustado y estudiado en todos los rincones del mundo. Me parece que esto ha querido explicitar Narciso Yepes en esta brillantísima ocasión.