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El otoño teatral catalán se perfila con un sabor netamente francés

El otoño teatral, la rentrée, tiene un sabor netamente francés. Dos Claudel: Le soulier de satin (Mercat de les Flors, 5 de octubre) y L'intercanvi (Romea, 6 de noviembre). Dos Musset o, para ser más exactos, dos Lorenzaccio: el del Lliure (4 de noviembre) y el de Flotats (Poliorama, recha por concretar). Un Marivaux que Pan Monterde monta en Terrassa y la Ondina, de Giradoux, que Silvia Munt, Miquel Cors y sus compañeros estrenarán en el Goya (27 de octubre).

El segundo Claudel, L'intercanvi (L'Échange), que va a ser dirigido por Ariel García Valdés, parece ser una clara consecuencia del primero. Después que, en el verano de 1986, Vitez hiciese pública su intención de montar la integral de Le soulier de satin, las acciones Claudel subieron en ciertas bolsas teatrales. Una de esas bolsas, adorablemente provinciana, es el Centre Dramàtic, donde se anuncia, también para la presente temporada, el estreno de La gran il-lusió (La grande magia), de Eduardo de Filippo, dos años después que Strehler desenterrara la obra de Eduardo y la pasease triunfalmente por París y otras capitales europeas. Claro está que Strehler, a falta del propio Eduardo y del gran Carloni, que Fueron quienes la estrenaron en Nápoles, encargó la interpretación de los dos personajes principales de La grande magia a un par de monstruos de la escena italiana: Franco Parenti y Renate de Carmine, y aquí, los únicos monstruos que suelen frecuentar el Centre Dramàtic lo hacen escondidos entre los decorados de Maestre Cabanes.En cuanto a los dos Lorenzaccio, si bien ambos montajes son muy distintos -el del Lliure se trata más bien de un Play Lorenzaccio-, hay quienes afirman que bastó que el Lliure anunciase la programación de dicha obra para, que, dos días más tarde, Flotats hiciese otro tanto. Era, dicen, una manera de devolverle la pelota al Lliure, el cual se había legado a concederle a Flotats los derechos para representar La senyora de Sade en el Poliorama. Verdad o mentira, lo cierto es que ni Flotats ni el Lliure han dado, hasta el momento, un sólo paso para ponerse de acuerdo y alterar una u otra programación. Con todo, parece un tanto absurdo que en una ciudad con tan escasos teatros (y más después de la desaparición del Martínez Soria y la reconversión del Regina en sala juvenil), los dos escenarios de mayor calidad programen la misma obra o, si se prefiere, el mismo personaje.

Explicada, hasta cierto punto, la coincidencia de los Claudel y los Lorenzaccio, queda por aclarar lo más difícil: el estreno de Ondina, de Jean Giraudoux, un autor que si bien su hijo Jean-Pierre no duda en situar por encima de O'Neill, de Claudel, de Brecht y de Pirandello (véase el prólogo a edición de La Pléiade), lo cierto es que en 1987 se me antoja un tanto pasado de moda y parece no contar con padrinos como Strehler o Vitez que quieran, y sepan, sacarle el polvo. En realidad, la presencia de Giraudoux en los escenarios españoles suele coincidir con el deseo de una primera actriz con los años suficientes como para interpretar La loca de Chaillot.

Según confiesa Silvia Munt, tanto ella como su marido, el actor Miquel Cors, y los demás compañeros que les acompañan en esa aventura de montar Giraudoux en Barcelona, "íbamos detrás de un texto de calidad, pero que además diese pie a la danza, a la magia, a la música, con un fuerte componente espectacular". "Hablando con Bartomeu Olsina, durante las representaciones de La filla del Carmesí, dice Silvia, "éste nos sugirió la Ondina, de Jean Giraudoux. Leímos la obra y nos encantó. Todo cuanto buscábamos está en ella".

El montaje de Ondina tiene un presupuesto de diez millones de pesetas y se estrenará el 22 de octubre.

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