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Tribuna
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La olvidada tradición de Florida

El autor deplora que entre los territorios norteamericanos que recorren estos días los Reyes de España no figure Florida, cuya tradición está marcada por la presencia hispana en América. Se da la paradoja, pues, según el criterio del articulista, de que es Florida la que visita España, y sobre ese hecho basa su texto.

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Ante la visita de los Reyes de España a siete ciudades norteamericanas de gran tradición hispánica, ha extrañado la exclusión de Florida, cuna de tal tradición. Quizá, se ha dicho, por razones políticas actuales. Olvidando la verdadera causa: que Florida es la que desde hace años visita a España. Y de manera sensacional con sus caballeros de Bradenton en peregrinación a Barcarrota (Badajoz), cuna de Hernando de Soto, el legendario conquistador español descubridor del Misisipí y sepultado en él hacia la inmortalidad. Que compartiría con el descubridor y bautismador de Florida (2 de abril de 1513) Ponce de León, quien encontró así la perenne fuente de juventud que buscaba en aquella tierra "florida" y siendo Pascua Florida.Yo he presenciado aquel 2 de junio de 1981, y en ceremonia conmemorativa ya legendaria, la llegada de Hernando de Soto hasta su pueblo natal, Barcarrota, del que saldría para la conquista de Perú en Cajamarca con Pizarro, retornando luego a España para desposarse con la noble doña Isabel de Bobadilla y partir para Cuba, desde donde organizaría la españolización de Florida. Todavía veo pasar ante mí, ya norteamericanizado, a un Hernando de Soto con casco áureo, capa carmesí, coraza y espada fulgentes, acompañado de otros barbados caballeros, los de Bradenton, que todo el año se dejaban crecer la barba. Ya que, según Ercilla, eran los conquistadores "rubios, espesos y bien barbados", como procedentes de los mediévicos godos ("esos godos", como. certificara Quevedo, "que Colón pasó al otro lado de esta bola"). Godos reconquistadores de España frente a la morisma y que, al ir bajando del Norte, fueron creando "las extremaduras", o pastos de sierras en el estío y de extrema en el invierno. La Alta Extremadura, o leonesa, y la Baja, o manchega y toledana. Esa raza de godos o conquistadores que dejaron también su huella en bellísimas mujerers extremeñas y a las que perteneció doña Mencía Calderón de Sanabria, ala que levanté un monumento en Asunción de Paraguay por haber llevado en su expedición de gobernadora siete vacas y un toro creadores de toda la ganadería del Plata. Y por su nieto Hernandarias que, además de permanente gobernador y repoblador de Buenos A¡rers, hizo posibles las misiones jesuitas del Guaira.

Gloriosa Extremadura

Tales caballeros de Bradenton, en Florida, llegados ese 2 de junio a Barcarrota, no sólo reverenciaron a su héroe del Misisipí (y del Tampa y Ocala, y Tennessee, y Alabama, y la Luisiana), sino que presidieron en la capital la inauguración del bronce a Hernando de Soto réplica del existente allá, sobre su famoso caballo Aceituno, la capa al viento y la espada como una cruz. Obra del desaparecido Pérez Comendador, extremeño de Hervás. Hubo además ceremonia en la catedral y una sesión de la Real Academia de Extremadura, y un desfile de las fuerzas armadas ante la presencia de la duquesa de Badajoz. Y mientras volaban palomas y músicas considerábamos lo que el mundo debe a Extremadura. De Soto o Estados Unidos, Balboa o el Pacífico, Orellana o el Amazonas, Cortés o México, Pizarro o Perú, Valdivia o Chile, doña Mencía o Paraguay. ¡Cómo suenan a América pueblos como Trujillo, Cáceres, Jerez de los Caballeros, Badajoz, Alburquerque, Guareña, Don Benito, Villafranca de los Barros, Llerena, Jaraicejo, La Serena, Medellín... Guadalupe, con el místico secreto de México... Extremadura, de pintores como Morales y Zurbarán. De humanistas como Arias Montano. Estadístas como Godoy... Y del salvador de Madrid -de su sed-, 1842, con aquel Lozoya canalizado. ¡Oh, Bravo Murillo!Tras la inaugursilpión del monumento a Soto tuve la dicha de estrechar la mano de los conquistadores, en su máximo representante, Melvin Moore, "el Hernando de Soto, 1981. Ya vestido a la americana, montado, no en un Aceituno, sino en un espléndido De Soto de la Kreysler, mientras me mostraba la foto de Gordon Freeman, presidente de tales caballeros bradentonianos. Así como la del cuadro de William Henry Powell en el Capitolio de Washington descubriendo don Hernando el Misisipí, 8 de mayo de 1541. Y otra de un tejuelo con el escudo de España para la calle de San Pedro: "When New Orleans was the capital of the Spanish province of Luisiana, 1762-1803". "This street bore the name of San Pedro".

Junto a estos caballeros, otro yanqui hacía de fraile para bendecir el río. Habiendo también una princesa indígena, yo le indiqué el Guadiana para que a través del mar llegasen esas flores hasta la ría del Manattee, en Florida.

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Resultaba impresionante contemplar a estos estadounidenses llegando hasta Badajoz para recordar a los españoles que, gracias a extremeños, como De Soto, habían iniciado la defensa del Atlántico norte: la OTAN.

Por eso hay que recordar, una vez más, al gran Lummis cuando afirmó que: "Si no hubiera existido España hace cuatro siglos, no existiría hoy Estados Unidos". Porque a España deben su gestación y desenvolvimiento, desde 1513, en que Ponce de León llegó a Florida, hasta 1822, en que se arrió nuestra bandera en California. Y, al fin, por la histórica ayuda que a su independencia le ofreciera don Bernardo de Gálvez, superior a la del Lafayette francés. No sólo eso, sino que cuando, ya poderosos esos Unidos Estados, se produjo el conflicto con Cuba y Filipinas, "aquella España sin pulso" de Silvela ¡se acusó a sí misma de su derrota.' con la "generación del desastre", como la tildó Gabriel Maura y que, inspirándose en Nietzsche, intentó resurgir con "voluntad de poderío" y tratando de imitar a la propia Norteamérica, a la que acudieron un Maeztu, un Madariaga, un Pérez de Ayala y aquel Blasco Ibáñez, con su apología de la "nación federal", a la que quizá la presente España de las autonomías sueñe en imitar.

Por eso, hoy, los Reyes podrán visitar ciudades simbólicas de Estados Unidos clamorosamente. Porque, según el gran Lummis, "sin la España de hace cuatro siglos, ¡no existirían!".

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