Expectación ante un director húngaro
Había cierta expectación ante este concierto extraordinario de la orquesta de RTVE para presentar al pianista-director húngaro Arpád Joó. Había corrido la noticia de que su nombre se barajaba como entre los más factibles para acceder a la titularidad de la agrupación tras dejar este puesto vacante Miguel Ángel Gómez Martínez. La presente iniciativa de la entidad abriendo el curso musical de esta forma especial para que orquesta y director se conociesen avalaba las posibilidades iniciales del maestro en cuestión.Puestas así las cosas resulta comprometido aventurar un juicio sobre un director, llamado quizás a ocupar un destino importante en un futuro próximo, a base de un solo concierto. Arpád Joó nació en Budapest hace 39 años, estudiando allí con Kodály y Magaloff. Posteriormente se trasladó a la Julliard de Nueva York y en 1980 consiguió ponerse al frente de la Sinfónica de Londres. Desde entonces ha dirigido en conciertos y grabaciones -posee más de 70- a la Filarmónica y Filarmonía londinenses, a las de Amsterdam y Budapest e incluso mereció un grand grix du disque por su versión de los Poemas sinfónicos de Liszt.
Orquesta de RTVE
Solista y director: Arpád Joó. Obras de Kodály, Liszt y Mahler. Madrid. Teatro Real, 17 de septiembre
De su presentación con la RTVE hay que destacar la sonoridad que logró arrancar de la orquesta, muy diferente a la habitual en ella. Exigió muy amplias prestaciones y el entusiasmo de los músicos era patente, aunque a veces no pudieran evitarse fallos como los de la tuba en el tercer movimiento o la cuerda aguda en el cuarto de la Titan. Se les veía tocar con ilusión, lo que por estas latitudes teníamos olvidado. Las versiones planteadas mostraron tempos rápidos, energía y brillo no carentes de efectismo. Ello aportó interés a las Danzas de Galanda, pero llegó a resultar un poco atosigante al hacerse extensivo a todo el programa. Las danzas de Kodály, El segundo concierto para piano de Liszt -en una exhibición del director como solista- y la Titan de Mahler presentan una espectacularidad compartida que no dejó sitio en el programa para géneros más remansados y profundos. Sabemos ya que Joó afronta con éxito las obras de cierta ampulosidad, pero queda la incógnita de cómo puede abordar un Schubert o un Brahms.
El público se volcó en aplausos y la respuesta de los músicos resultó claramente favorable a un director con quien parecen haberse entendido.
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