Muchos hombres y poco riesgo
Según Paul Theroux, el autor de la novela en que se basa La calle de la Media Luna, "la mayor parte de los escritores son minusválidos que han logrado convertir su desventaja en una ventaja: porque somos inválidos nos convertimos en corredores". Su heroína, Lauren Slaughter, sabe, o cree saber, aprovecharse de la condición de objeto sexual en que la convierte su media vida como prostituta de lujo (la otra media la dedica a un instituto consagrado a la cooperación con el mundo árabe), para descubrir la debilidad de los hombres que gobiernan el mundo e introducirse en ese círculo de privilegiados que pasan el día discutiendo sobre la conveniencia de firmar o no unos tratados que luego nadie respetará. Pero esa sabiduría es engañosa, y, como la chica del tambor de la novela de Le Carré, el a no se enamora de quien quiere, sino de las personas que una misteriosa organización terrorista- decide.Entre novela y película existen diferencias enormes, muchas de ellas favorables a la versión cinematográfica y unas pocas al libro. De la comparación entre las dos obras puede extraerse una serie de conclusiones interesantes, que incluyen desde problemas de identificación -¿por qué no resultan más simpáticas y tolerables las ninfómanas literarias que las del celuloide?-, pasando per las capacidades de los distintos medios de expresión para dar fuerza a sus anotaciones costumbristas o de descripción de un personaje -no es lo mismo ser vegetariano o antitabaquista en el cine que en la novela-, hasta lo más obvios de las exigencias de comercialidad -¿por qué esos dos últimos planos de la película, dando por posible una recenciliación allí donde sólo ha renado la mentira?
La calle de la Media Luna
Director: Bob Swain. Intérpretes: Sigourney Waver, Michael Caine, Patrick Kavanagh, Vincent Lindon, Mari A tken. Guión: Edward y B. Swain, bisado en la novela Doctor Slaughter, de Paul Theroux, publicada por Tusquets, con título idéntico al de la versión española del filme. Fotografia: Peter Hannan. Música: Richard Harvey. Bwitánica, 1986. Estreno en Madrid en cines Roxy B y Narváez.
Cámara espía
Bob Swain, el director, es conocido en España por su anterior filme -La balance o El membrillo, según se prefiera el título origirial o su arriesgada, pero justa, traducción-, que era francamente bueno, y pasó casi inadvertido, perjudicado por el prejuicio existente contra todo lo que no sea cine anglosajón. La calle de la Media Luna está destinada a obtener un mayor reconocimiento, aunque no inferior en caldad e interés. Basta con ver esos planos en que la cámara avunza, oculta entre las ramas, sugiriendo la mirada del espía inviníble, para comprender que Swain ha bajado el listón que marcaba su nivel de autoexigencia.Pero eso no significa que la película sea mala. De entrada tiene dos personajes de carne y hueso. Sus dos protagonistas. Entre ambos se va tejiendo una ambigua y sutil relación amorosa hecha de complicidades no formuladas, de instituciones que encontrarán posterior confirmación. El respetable lord y la culta y emprendedora chica de doble vida se excitan mutuamente, convocando siempre el fantasma proteico del tercero: la multitud de hombres de negocios a los que ella se somete para desvelar sus deseos y miedos ocultos. Basta con ver a la Weaver y a Caine espiando cada uno el cuerpo de¡ otro, a base de levantar indiscretamente la sábana, para darse cuenta de que estamos ante dos comediantes excelentes y un director que sabe sacar partido de ellos.
También la primera visita de él a la casa burdel de ella es magnífica, pues con sólo un montaje de miradas es posible reconstruir una vida. Son momentos de buen cine, como buenos son los momentos que nacen de la amistad entre ella y el casero, un secundario que adquiere fuerza y a través del cual se nos muestra el Londres de los inmigrantes, de paredes desconchadas y grifos que no cierran en enormes casas divididas en muchas habitaciones de alquiler.
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