K. S. KAROL La historia despoblada
No ha habido más que 10 primeros ministros en la URSS desde la Revolución de Octubre, pero los soviéticos ignoran el nombre de la mayoría de ellos. Los que cayeron en desgracia bajo Stalin o incluso más tarde, desaparecieron inmediatamente de los manuales y de los diccionarios. La historia soviética, en cada una de sus fases, no ha cesado de despoblarse, lo que no contribuía a su credibilidad. Pero ahora, Alexander Yakovlev, uno de los más altos dirigentes del Kremlin y posiblemente el más vinculado Mikhail Gorbachov, afirma en una entrevista en la televisión húngara que la historia va a encontrar pronto sus protagonistas. No ha indicado la fecha de esta gran revisión histórica y reconocido incluso que su realización tropieza con dificultades. No en el Kremlin, al parecer, sino por los compromisos en el pasado de una gran cantidad de historiadores que, según Iuri Afanassiev, rector del Instituto Nacional de Archivos, han perdido su autoridad moral para juzgar el pasado.Para volver a encontrar su autoridad perdida los historiadores deberían, lógicamente, poner primero orden en sus cuadros y separarse de aquellos que "por haber sucumbido a la inercia y al servilismo" han desacreditado su profesión.
De pronto, en las revistas especializadas e incluso en la prensa popular se habla mucho este verano en Moscú de una enorme mitificación histórica en relación con la carrera militar de Breznev. Contrariamente a los cómplices científicos de Stalin, casi todos jubilados o muertos, los historiadores al servicio de Breznev están en plena madurez y continúan ocupando puestos de dirección en los institutos de investigación y en las universidades, ya que este asunto tuvo lugar en el último decenio de la muy agitada historia de la URSS.
En febrero de 1978, en efecto, Leonid Breznev publica en la revista Novy Mir la primera parte de sus memorias de guerra, llamadas La pequeña tierra. Inmediatamente, a finales de febrero, el presidium del Soviet Supremo otorga al autor la orden militar superior, llamada de la Victoria, que no había sido concedida más que a 12 grandes comandantes, soviéticos y extranjeros, de la II Guerra Mundial. Espectacular ascenso que permite inscribir el nombre de Breznev al lado de los de Jukov, Vassilevski, Eisenhower, Montgomery y Tito. ¿Qué es lo que había realizado hacía 35 años para merecer una recompensa tan alta?
En marzo y abril de 1943, el coronel Breznev participó en el norte del Cáucaso en la defensa de una faja del litoral a lo largo del Mar Negro, en los accesos de Novorosisk. La Wehrmacht, tras su derrota en Stalingrado, tuvo que abandonar el Cáucaso y es probable que el puesto avanzado del Ejército Rojo en la pequeña tierra, frente al puerto de Novorosisk, obstaculizando su forzosa retirada. Pero combates encarnizados de esa naturaleza se registraban entonces en todas partes a lo largo de un frente de varios millares de kilómetros, desde Leningrado hasta Crimea. Los consejeros políticos -ya no se llamaban comisarios- de la misma categoría que el coronel Breznev se contaban por decenas de millares. Además, durante esta fase victoriosa de la guerra el gran cuartel general del Ejército Rojo citaba normalmente, en sus boletines y órdenes del día, los, ejércitos, las divisiones y los regimientos que se habían distinguido particularmente. En ninguno de estos textos, fáciles de encontrar en los diarios de la época, se habla del 182 Ejército, que defendió La Pequeña Tierra, y que, según Breznev, operó en los sectores más difíciles de la guerra. ¿Cómo creer, por lo demás, que un comandante digno de la orden de la Victoria hubiera quedado desconocido durante 35 años y que hubiera sido necesario que llegara a ser secretario general del partido para que fueran desvelados sus méritos?
Pese a estas inverosimilitudes, los devotos historiadores se apresuraron a ayudar al autor de La pequeña tierra. "Las monografías científicas y los artículos populares sobre este tema se multiplicaron", nos dice el académico Poliakov en la Literatournaia Gazeta del 29 de julio de 1987. "Y algunos han alabado, en obras de varios volúmenes, la importancia decisiva de la actividad militar de Leónidas Breznev". Algunas de estas monografias fueron traducidas en el extranjero, pero los especialistas occidentales, por no crear problemas con la URSS, no han hecho ni estudios amplios ni críticos. Algunas veces manifestaban una gran perplejidad al saber que Churchill, Roosevelt y sus comandantes en jefe respectivos habían manifestado no hacía mucho -en secreto, ya que no hablan en sus memorias- un interés tan intenso por la batalla de La pequeña tierra, de Leonid Breznev.
En cualquier caso, tras el éxito de su autobiografia, el secretario general se concedió el título de mariscal supremo, mientras que la ciudad de Novorosisk, gracias a La pequeña tierra, era elevada al mismo rango que Stalingrado e inscrita por la eternidad en la lista de las nueve ciudades heroicas de la Unión Soviética. Además, el antiguo secretario general del partido recibió, por la calidad de sus escritos, el premio Lenin de Literatura. Pero su gloria no ha sobrevivido a su muerte, en 1982. Y hoy Poliakov, el académico no-conformista, está obligado a explicar a sus colegas historiadores que se equivocan al haber dejado de mencionar el nombre de Leonid Breznev: "Este hombre, entre 1964 y 1982, desempeñó un papel importante 31 es un gran error no hablar más de él". Pero es probable que los autores de monograflas científicas consagradas a La pequeña tierra prefieran olvidar no a Breznev, sino su propia y benévola contribución al culto de la personalidad. En verdad, sus colegas más jóvenes y más combativos piensan que deberían cambiar de profesión. Lo mismo se aplica a, los jurados del Premio Lenin, cuya composición, curiosamente, es dificil conocer. Un crítico literario, A. Latinina, que pide en la Literatournaia Gazeta la abolición del Premio Lenin, fue al comité de Estado encargado del mismo. Le dijeron que "aunque la composición del jurado no sea un secreto, es imposible revelarla abiertamento.
El recuerdo de las mixtificaciones históricas de Breznev y en menor medida de Constantin Chernenko -del cual la Enciclopedia Soviética alaba hazañas inexistentes-, vienen oportunamente no sólo por la gran revisión anunciada por Alexander Yakovlev, sino también por razones, económicas. Los promotores de la reforma económica creen que hay mucha. gente en la Unión a quienes se les paga por no hacer nada y cita, a este respecto, las 933.000 personas que emplean los 1.087 institutos de investigaciones de Moscú (de los cuales una buena parte se ocupa de ciencias sociales). Para justificar su sueldo y responder a los deseos de público muy aficionado a las lecturas históricas, les interesaría publicar pronto trabajos de valor, comenzando por las biografias reales de los hombres que desde 1917 han dirigido la Unión Soviética. El académico Poliakov revela, sin embargo, que esta investigación se acompaña de una lucha intensa entre los dogmáticos, que no quieren, cambiar nada a los manuales, y otros "que no conceden ningún valor a las realizaciones dela Revolución de Octubre". Hasta ahora no se había mencionado en ningún gran órgano de prensa la existencia de esa categoría de historiadores y se comprende que complique la realización de la promesa de Alexander Yakoviev. Pero si la glasnost (la transparencia) debe reinar en todas partes, ¿no sería mejor darle la palabra a unos y otros más que buscar compromisos que,en la ciencia, dan siempre resultados cojos?
Traducción: Javier Mateos.
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