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Berlusconi debuta como productor cinematográfico

ENVIADO ESPECIALEn una anterior crónica me refería al peso que tiene la RAI dentro del festival, pues no sólo ha conseguido que seis de los títulos en los que interviene como empresa productora figuren dentro de la selección oficial, sino que, además, los distintos canales de la televisión pública italiana prestan la mayor atención posible a la Mostra. Silvio Berlusconi, presidente del canal 5, privado, asegura por su parte que "dentro de dos o tres años tendré en Venecia, hablando en términos de cantidad y calidad, la misma importancia que la RAU. Como primer paso de su futuro como productor cinematográfico Berlusconi ha logrado que este año le seleccionaran Gli occhiali d'oro, una adaptación de un cuento de Bassani dirigido por Giulio Montaldo. La verdad es que la película es deplorable, una auténtica demostración de falta de talento por parte de su director, que, además, tampoco parece haber puesto ningún entusiasmo en el trabajo con la esperanza de camuflar sus limitaciones.

Gli occhiali d'oro tiene como protagonista a Philippe Noiret, en el papel de un maduro y distinguido médico que ha de ver cómo la sociedad bien pensante de Ferrara le vuelve la espalda cuando se descubre su homosexualidad. La acción transcurre en 1938, durante el mismo período que las autoridades italianas empezaron a seguir los pasos de los alemanes en su persecución de judíos. Montaldo quiere forzar un paralelismo entre la marginación de que es objeto el médico y el destino de otro personaje, David, interpretado por Rupert Everett. Sobre el papel, el proyecto y la idea eran interesantes. En la práctica, tenemos una película realizada con tan pocas ideas que todo el drama se evapora y se convierte en inanidad y tedio.

Agradable sorpresa

La segunda película a concurso, mucho menos ambiciosa a priori, ha resultado en la práctica una agradable sorpresa. Se trata de otro debú, en este caso como director, de David Mamet, dramaturgo y guionista estadounidense de gran éxito y prestigio. Su película, titulada House of games, gira sobre el descubrimiento de deseos ocultos. Una psiquiatra muy conocida -papel interpretado por Lindsay Crouse, esposa de Mamet- ve cómo un día uno de sus pacientes la obliga a salir de su pasividad de analista: el hombre debe mucho dinero en una casa de juego y, ya que ella no ha podido liberarle de su dependencia de las cartas, la pide que le ayude a hacerse perdonar la deuda. De esta manera la protagonista entra en contacto con un mundo que no conocía. Mamet logra mantener la tensión y el clima durante todo el metraje, descubriéndonos un mundo que se diría sacado de una novela de Hammet, con sus hampones con un código moral propio y un ambiente de claroscuros. Obra menor pero satisfactoria, House of games nos ha librado del sabor a rancio del filme de Berlusconi.

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