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Manual de instrucciones

Contemplando el flash televisivo de la sustanciosa entrevista en las Landas del presidente de la República francesa y del presidente del Gobierno español, me vino a la memoria una anécdota personal que escuché de labios de dos altas personalidades francesas que llevaron el peso de los diálogos de Evian con los rebeldes argelinos en los primeros meses de 1962. Iba a entrar en su sexto año la guerra de los nacionalistas, protagonizada por el FLN y sostenida con heroica tenacidad por ambas partes. Las unidades más brillantes del Ejército francés mantenían a costa de grandes pérdidas una campaña de signo y estilo coloniales contra las guerrillas independentistas desplegadas por todo el territorio del gran departamento francés que se extendía entre la costa mediterránea desde Orán hasta el límite tunecino y las montañas del sur fronterizas del desierto.Los colonos franceses, numerosísimos y económicamente poderosos, se agrupaban en formaciones políticas de signo derechista partidarias de la Argelia francesa. Existía además el terrorismo argelino en las grandes ciudades y el contraterrorismo de la OAS. Las implicaciones militares de la metrópoli eran notables dentro de este último movimiento. Para mayor confusión, en el seno de la gran comunidad argelina de París los independentistas eran mayoría y se manifestaban ruidosamente en las calles más céntricas.

Yo presencié una noche trágica el matraqueo inmisericorde de los argelinos por la policía en los Campos Elíseos y la subsiguiente conducción de los detenidos, rematados a patadas, a las prisiones reservadas. Se decía en los círculos periodísticos que docenas de ellos fueron arrojados al Sena. Por publicar noticias como ésa, el semanario L'Express, que todavía se confeccionaba en papel corriente y tenía un aire combativo, liberal , desgarrado, vio asaltada su sede y destruidas sus oficinas le redacción por grupos de activistas. El sonido de cientos de cláxones de la OAS, tatari-tatá, durante sus desfiles motorizados desafiantes recordaban el eslogan "Algerie française".

El clima de aquellas semanas llevaba al ápice la tensión. Yo seguí muy de cerca el proceso porque implicaba y ponía a prueba la solidez institucional de la V República y el propio mandato del general De Gaulle. Por otra parte, como es bien sabido, un importante sector de los pieds noirs o colonos europeos era de procedencia española, levantina en su mayoría, y nuestros consulados en Orán y Argel tenían información de primera mano sobre las incidencias de la lucha y sobre los numerosos rumores de complots, de los que se hablaba sin cesar en las ciudades de Argelia.

En Madrid no se ocultaba en esos años una abierta simpatía hacia los sectores de la derecha francesa, que estaba en favor de la estricta continuación de la soberanía en la inmensa colonia. Se sostenían en España pintorescas tesis oficiales sobre la inevitable comunistización del Mediterráneo y también se hacían pronósticos sobre una imaginaria rebelión masiva de las cabilas del Sur en apoyo del Ejército francés y de los harkis que luchaban a su lado.

Así las cosas, el anuncio de la reunión de Evian sorprendió a la opinión de la metrópoli y desconcertó a la población europea de Argelia. Mantenía yo una estrecha relación con los sectores de la Presidencia de la República, que me facilitaban información confidencial. En uno de esos almuerzos informales tuve la, fortuna de coincidir con los que iban a ser los dos protagonistas claves de las sesiones de Evian, según me hicieron saber. Con gran naturalidad y conocedores de mi obligada lealtad hacia la discreción, que era de rigor, me contaron la entrevista que habían sostenido horas antes ambos con el presidente de la República. "Vienen ustedes a pedirme instrucciones. Aquí las tienen por escrito. Es un memorándum sintético que resume nuestros puntos de vista y define los límites y las condiciones dentro de los que debe moverse el diálogo. Nada tengo que objetar a este texto, que ha sido preparado por los servicios competentes. Pero sí quiero añadir unas reflexiones personales".

El hombre de la Resistencia, uno de los vencedores finales de la II Guerra Mundial, el fundador de la V República, era, ante todo, un gran soldado. Un militar profesional completo y experimentado. Había presenciado, impotente y alejado del poder, el desastre militar de la guerra de Vietnam y la honrosa pero definitiva, capitulación de Dièn-Bièn-Phun en 1954, que ponía término a la vigencia del imperio francés en el lejano Oriente. Y convencido de lo que la hora exigía, iba a prestar a su país un último y arriesgado servicio que nadie sino el podía llevar a cabo con éxito: poner fin a la guerra de Argelia dialogando con los dirigentes (le la interminable insurrección.

Me contaron mis interlocutores las precisas palabras finales del presidente. "Vienen a la reunión por parte de los insurrectos unos hombres que hablan en nombre del GPRA, es decir, del Gobierno Provisional de la República de Argelia, que pertenecen asimismo a los mandos del FLN, que es la estructura que lo sostiene. Es decir, la cúpula militar del Frente de Liberación Nacional'.

"Nuestra Prensa, nuestros medios de comunicación, nosotros mismos, los hemos calificado, a lo largo de la lucha de estos años, con los peores dicterios del vocabulario, como corresponde lógicamente a los tiempos de una guerra. Ustedes, que van a estar en la sala de reuniones del balneario esperando a dar comienzo al diálogo, deberán invitarles a entrar diciendo: que pasen los combatientes del FLN".

De Gaulle, gran psicólogo, sabía hablar a quienes manejan las armas, obedecen una disciplina y arriesgan su vida por una causa.

Los futuros negociadores escucharon en silencio este consejo, rumiándolo en su interior. Al cabo de un rato, el presidente añadió con una chispa de ironía en su mirada: "También convendría, acaso, añadir que dejasen los cuchillos en el vestuario antes de comenzar el diálogo".

Evian y sus acuerdos fueron el punto de partida de la solución del conflicto. Solución que tardó en cristalizar unos meses pero que ambos países -los franceses en la metrópoli y los argeliinos en su territorio- aprobaron por sendas mayorías en los referendos convocados al efecto.

La dura y difícil lección de la guerra de Argelia, terminada en unos acuerdos que abrieron el camino a la reconciliación total, supuso un punto de inflexión en la política exterior de Francia que dio por terminado un largo capítulo de su historia que ya no resultaba viable con los viejos esquemas. Los horizontes europeos comunitarios y la modernización del país y de las Fuerzas Armadas fueron los beneficiarios de esa nueva orientación. Los grandes pueblos pueden sufrir derrotas y contratiempos, pero no perecen siempre que exista un quehacer colectivo nuevo movilizador de las energías de los ciudadanos.

La anécdota de este brevísimo manual de instrucciones es reveladora de la intuición psicológica del hombre de Estado capaz de atinar con el gesto o la palabra oportunos que abran el talante del interlocutor hacia el entendimiento y la comprensión.

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