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44ª MOSTRA INTERNACIONAL DE CINE DE VENECIA

El festival italiano sigue hablando francés

ENVIADO ESPECIALLa Mostra sigue hablando en francés. Si el entusiasmo general ha acompañado la presentación de Au revoir de mon amie, de Louis Hallf, y todo el mundo coincide en que L'ami de mon amie, de Eric Rohmer, es un buen equivalente cinematográfico de la música de cámara, La vallee jantôme, del suizo Alain Tanner, también ha merecido una acogida cálida. Al mismo tiempo han desfilado por las pantallas del Lido, casi de puntillas, sin provocar ni tan sólo irritación, una producción turca -Anayurt Oteli-, que es parte de una buena idea y naufraga por falta de medios económicos y recursos narrativos, y una producción escandinava -Hip, hip, hurra-, destinada a glosar la vida de los pintores impresionistas daneses y suecos instalados en Skagen.

La película de Tanner supone una inflexión importante en su trayectoria. Si No man's land tenía mucho de callejón sin salida, La vallee fantôme es -palabras del propio cineasta- "un retorno al discurso. Que la palabra recupere su papel y deje de estar sometida a la materialidad del cine. Llevamos 10 años de silencio, callados, y quizá ya sea hora de que se nos vuelva a oír, de retomar a una actitud más combativa". Para conseguirlo, Tanner, como Halle, recurre a la autobiografía. En este caso !e trata de un cineasta en crisis, harto de utilizar sus pequeños trucos, de contar historias con planteamiento, nudo y desenlace. "Ya no tiene ningún interés; en una noche, encerrado en la habitación del hotel, puedo escribir 20 capítulos de Dallas. La ficción filmada ha cambiado de status. Antes, el cine había logrado, como la literatura, cristalizar el sentido de las cosas, mientras que en la actualidad, debido a la televisión, a la proliferación de imágenes, lo que reina es una suerte de hemorragia del sentido".

El protagonista del filme, interpretado por Trintignant, presente también en Venecia, decide comenzar su nueva película a partir de un rostro, inventar el relato desde una cara de mujer, la clásica musa. Esta mujer será la espléndida y misteriosa Laura Morante, significativamente una actriz que, en el filme, ha abandonado el cine para esfumarse en un modesto trabajo como camarera de un pequeño bar.

La película, que tiene una vertiente de cuento de hadas para progresistas que la hace un poquito autocomplaciente, es hermosa, inteligente y está rodada por alguien que ha sabido sacar buen provecho de las enseñanzas de aquella nouvelle vague francesa que cristalizó a principios de los años sesenta.

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