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Las familias de los rehenes de la isla de Elba piden al presidente Cossiga que ceda ante los amotinados

La tensión se acrecentó ayer en la cárcel de Porto Azzurro, en la isla italiana de Elba, donde seis prisioneros mantienen desde el martes en sus manos a 21 rehenes. Los testigos del amotinamiento alcanzaron a ver a varios de ellos encadenados a las ventanas de la enfermería, donde se desarrollan los acontecimientos. Mientras tanto, las familias de los funcionarios tomados por los prisioneros hicieron un llamamiento al jefe del Estado italiano, Francesco Cossiga; al primer ministro, Giovanni Goria; al Consejo de Ministros, y al papa Juan Pablo II para que intercedan por la concesión a los amotinados de sus demandas.

"La única forma de llevar esto a feliz término es ceder en las demandas de los rebeldes y dejar de lado los intereses de Estado", dice el telegrama enviado por la esposa del director de la prisión, que se encuentra entre los rehenes. María Rosaria Giordano, en representación de todas las familias, añade en su telegrama que "las vidas humanas son demasiado bonitas como para justificar cualquier otra solución" y afirma que todas las familias "están dependiendo de vuestras palabras, convencidas de es que la única solución". Giovanni Antonelli, padre de un psicólogo que se encuentra entre los rehenes, ha hecho un llamamiento parecido, en el que solicita a las autoridades que no consideren "solamente el aspecto político del problema".

Los amotinados, seis prisioneros condenados a cadena perpetua en su mayoría, han solicitado un helicóptero para poder salir de la isla en libertad. Los negociadores, por su parte, no han descartado la posibilidad de concederles el aparato, pero solicitan previamente, como medida "psicológica", la liberación de Rosela Giazzi, uno de los rehenes.

Condición indispensable

"La liberación de la asistenta social (Rosela Giazzi) es condición indispensable para la negociación del helicóptero", afirma Giacomo Randon, uno de los magistrados que forma parte del equipo negociador.Los rehenes se han puesto en contacto telefónico con el exterior. En sus conversaciones, han destacado que los prisioneros amotinados, encabezados por el fascista Mario Tuti, han rociado a algunos con gasolina, y que, aunque la situación era tranquila, puede cambiar en cualquier momento.

La televisión italiana mostró ayer las imágenes de la situación: subidos a una colina situada frente a la fachada de la cárcel, las cámaras de la televisión italiana captaron la imagen de dos de los rehenes atados a los barrotes de los ventanales de la enfermería. Hacia el mediodía, uno de los amotinados los soltó de las cadenas y los reemplazó por otros dos, uno de ellos la asistenta social.

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El neofascista líder del motín, Mario Tuti, ha advertido a los negociadores que sus hombres están dispuestos a "llevar a cabo una masacre" y a "morir en el combate". Según ha dejado claro en las diversas comunicaciones, consideran que no tienen nada que perder, y sí mucho que ganar.

Los prisioneros amotinados tienen a su disposición pistolas, cuchillos y explosivos, además de 200 litros de petróleo y alcohol. En esta cárcel de Porto Azzurro se encuentran, por otro lado, 36 personas: 21 trabajadores de la prisión -17 militares y cinco civiles-, los seis rebeldes, los dos prisioneros que eli un principio se unieron al motín abandonándolo después, y otros siete prisioneros enfermos.

El presidente del Gobierno italiano, Giovanni Goria, por su parte, se reunió ayer, antes de hacerlo en Consejo de Ministros, con el ministro del Interior, Amintore Fanfani, y con los altos mandos de la policía y los carabineros, para analizar la respuesta a esta situación. El hecho de que el cabeza del motín sea Mario Tuti, condenado por diversos atentados, agrava el problema que se le plantea al Gobierno italiano.

En un momento en que los personaje! importantes de la extrema derecha se encuentran reducidos a la defensiva, la liberación de Tuti puede dar un nuevo impulso a estos extremistas.

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