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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Voluntad de teatro

Es difícil asegurar que lo que sucede en La Corrala sea teatro, aunque la palabra sea ya tan amplia que abarca muchos fenómenos. Aquí hay una mezcla de madrileñismo, viejo y nuevo -los supervivientes del casticismo y los que quieren reivindicarlo-, de culto a un lugar y a un barrio fecundo en la cultura local, de tortilla de patatas con sangría, de busca del aire fresco -fallida-, de recompensa que se buscan quienes habitan la ciudad en agosto... La Corrala es un éxito desde esos puntos de vista, Lo demás es voluntad de teatro: la tienen las personas que luchan con el espacio y la técnica, y muchas veces sus riombres están avalados por vidas enteras dedicadas a él y una vocación a prueba de todo. Lo que estrenan ahora es una especie de evocación de Barbieri sobre un libreto de Rodríguez Méndez, con música del maestro y de su tiempo aderezada por Pedro L. Domingo y su orquesta, interpretada por actores y cantantes dirigidos por Canseco.

Barbieri, un castizo en la corte isabelina

Autor: José María Rodríguez Méndez, con música de Barbieri. Intérpretes: Julia Trujillo, Trini Alonso, Clara Suñer, Matilde González, Vicente Gisbert, Manuel Bnieva, Miguel Foronsa, Manuel Calvo, Dionisio Salamanca, José Luis Martínez, Antonio Burgos (actores); María Dolores Travesedo, Ana de Guanarteme, Antonio Lagar, Enrique Viana (cantantes). Dirección musical: Pedro L. Domingo. Dirección de escena: Manuel Canseco.

El libreto, o lo que de él se puede oír, es facilón y abrazado a los tópicos, con escenas madrileñistas y una, guía abundante de personajes y nombres. Hay, como es costumbre en La Corrala, varios esceriarios, distantes entre sí; Se siente uno donde se siente, siempre hay escenas que quedan invisibles, y actores ocultos a los que es dificil localizar porque todas las voces salen de un solo lugar, de un mismo conjunto de altavoces. Estos actores hacen su esfuerzo, y los cantantes estrellan sus voces contra el equipo de sonido, que ulula incesantemente. La voluntad de teatro se rompe ante la chapuza técnica; pero el público reconoce lo que le llega, lo estima y aplaude; hasta con bravos para algunas voces o algunos conjuntos. El fenómeno sociológico se produce una vez más y no hay razón para repudiarlo; aunque se siga ¡pensando que lo que se llama el pueblo merece algún cuidado más, para que distinga la tortilla de la cultura teatral.

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