El humor de los Marx sigue vigente a los 38 años de su última película
Groucho, el líder del cuarteto, murió hace 10 años
Julius Henry Marx, más conocido como Groucho Marx, falleció hace 10 años, el 20 de agosto de 1977, en Los Ángeles. Si idéntico aniversario ha motivado peregrinaciones a la tumba de Elvis Presley, la de Groucho no ha sido testigo de entusiasmos parecidos. ¿Por qué? Porque Groucho sigue vivo. Sus admiradores y devotos saben que él y sus hermanos siguen siendo uno de los más eficaces antídotos contra el aburrimiento. Groucho, Chico y Harpo son la vacuna adecuada contra la mitificación del yuppie.
La periódica reposición de las películas de los Hermanos Marx, tanto en los cines como en televisión, nos ha hecho olvidar que ese trío -Zeppo era menos hermano que Chico, Groucho y Harpo, y eso, aún con más motivo, vale también para Gummo- rodó su última película en 1949. Sin embargo, su humor y sus figuras siguen vivas. La publicidad recurre a menudo a actores caracterizados como Groucho, es decir, vestidos de etiqueta, con un grueso bigote negro pintado sobre una boca que sostiene un grueso cigarro puro, que sólo abandona esa posición para facilitar el enloquecido torrente de palabras con el que, de cuando en cuando, Groucho decide sembrar la confusión y subvertir el órden. Eso último es lo que habitualmente olvidan los publicitarios, que juegan con la imagen sin pensar que Groucho era, sobre todo, la palabra, el discurso verbal cuestionado desde una lógica superrealista.
Tener hijos pequeños me ha permitido comprobar la vigencia del humor de los Marx. Los que aún no han aprendido a leer y escribir con fluidez lo esperan todo del tándem Chico-Harpo. Les saben capaces de meter los pies en el tanque de limonada de un vendedor ambulante, de organizar un partido de pimpón en el foso orquestal de la ópera de Nueva York utilizando los violines como palas, de poner un telón pintado con un acorazado durante la representación de Il Trovatore, de convertir los amores heroicos de Bogart y Bergman en Casablanca en material de derribo...
En definitiva, ellos son capaces de ridiculizar a cualquiera con sus gestos, con su capacidad para tomarse al pie de la letra lo que son metáforas, y viceversa. Groucho es para ellos alguien un tanto incomprensible, una parodia misteriosa del hombre respetable.
Pero, de pronto, cuando el niño aprende a poner en crisis las hasta entonces indiscutibles sentencias de sus mayores, el aparente sinsentido de la palabrería de Groucho deja de ser absurdo. Sus continuas declaraciones de amor a Margaret Dumont, por la que dice sentir una gran pasión absolutamente desinteresada, "puesto que, si ahora tiene ocho millones de dólares, cuando la conocí sólo poseía siete", o a la que relaciona con el arte asegurando que la ópera de Verdi acariciará sus oídos como los cheques de la señora acarician nuestros bolsillos, todo ese proclamar obscenamente y con desparpajo lo que espera obtener del matrimonio, acaba por ser algo que favorece a Groucho, que no sólo es un adulto extraño, sino que además ridiculiza a los otros, a los que se creen formales.
Pero no siempre es Margaret Dumont, en tanto que millonaria y elegante matrona, el objetivo de Groucho. En Sopa de ganso, Rufus T. Firfly, primer ministro de Libertonia, momentáneamente disfrazado de David Crocket, dispara con entusiasmo hasta que alguien le advierte que está acribillando a sus soldados. Breve vacilación para, en seguida, resolver el problema: "Coja cinco dólares y guárdeme el secreto". Y Rufus continúa tomando a sus soldados como blanco.
La misma cama
El patriotismo, las convenciones de los géneros cinematográficos, la cultura sacralizada o las instituciones en las que se funda esta sociedad salían -y salen- mal paradas de su cruzarse con Groucho. Él sabía que lo suyo con sus hermanos era excepcional, que ya todo había empezado de muy pequeños, cuando los cuatro dormían en la misma cama, dos a la cabecera y dos a los pies: "Creo que somos el único grupo que nunca se peleó. En el mundo de las variedades nadie se llevaba tan bien como nosostros. No ha habido nunca nadie como mis hermanos y yo". Y eso que descubrimos hace ya bastantes años siguen descubriéndolo nuestros hijos. Nadie como Chico, Harpo y Groucho.
Babelia
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