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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las prostitutas condenadas

EL ALCALDE de Manresa -miembro de Convèrgencia i Unió- ha tomado una postura feudal contra la prostitución de su ciudad. Después de acusar a las mujeres que la ejercen de ser portadoras del virus del SIDA, sin ningún fundamento, lo cual ha desbaratado su comercio, pretende encerrarlas en un burdel municipal, que sería la equivalencia de un gueto. Coincide esta voluntad del alcalde con las quejas de una asociación de vecinos del casco antiguo de la ciudad que querrían ver sus calles rehabilitadas y es una muestra más de las actitudes aberrantes a que puede llevar la desinformación y el pánico ante el SIDA.El tema desborda la cuestión local y plantea una vez más una cuestión general sin resolver. Hay dudas éticas sobre el tratamiento que la sociedad debe dar a la prostitución. Una parte entiende que debe ser profesionalizada y regulada de forma que pudiera gozar de los beneficios -Seguridad Social, pensiones- que tienen otros trabajadores, con la inclusión de la visita médica obligatoria; otros entienden que eso sería volver a los tiempos del carnet amarillo o de los picos pardos, que ataban de por vida a una mujer a un oficio considerado como infame por la sociedad: censadas y titulares de una licencia especial, sus antecedentes saltarían a cada paso. Un cierto idealismo supone que la prostitución desaparecerá el día que nadie tenga que ejercerla por penuria económica y nadie tenga que acudir a su lenitivo por soledad, por represión o por insociabilidad. Es una utopía, pero nadie ha dicho que no se deba aspirar a las utopías.

Sin embargo, los perfiles de nuestra sociedad de hoy son precisamente adversos a esa imaginación, sobre todo en la primera parte: las clases social es peor dotadas ofrecen un crecimiento de pobreza por el paro directo o por el número mayor de personas que tratan de depender de una sola con actividad laboral, y de ahí sale la prostitución. Se incrementa con las condiciones permanentes de la inferiorización de la mujer en el trabajo y en la educación -aunque haya una creciente prostitución masculina de todas clases-, en torno a la cual se ha montado, como siempre, la red delictiva de rufianes, proxenetas, alcahuetas, protectores o alta Mafia, con la que no parece haber ninguna capacidad de luchar; sobre todo mientras la prostitución sea una actividad cerrada y marginada, fichada, expuesta a redadas y a otra delincuencia de carácter machista de la que necesitan protección. Es un círculo cerrado del que no se ve la forma de salir desde una acción oficial.

En todo caso, la propuesta del alcalde de Manresa es inaceptable, a partir de cómo se agarra a la nueva enfermedad del SIDA para descalificarlas. Dice que lo sabe porque se lo han dicho en el hospital; si es así, el hospital tiene una culpa al romper el obligado secreto profesional con sus pacientes, y debería informar al alcalde, sobre todo, de las verdaderas condiciones en que se efectúa el contagio, y de que la presencia de portadores de anticuerpos del SIDA -si lo son- en las calles no representa ningún riesgo. La idea de la residencia obligatoria se ha experimentado ya en otros tiempos y en otros países y se ha revelado inútil desde el punto de vista social y vejatoria para las prostitutas y sus clientes. Una cosa es velar por las condiciones generales de la salud de la población y otra adoptar medidas crueles e innecesarias que no resuelven la verdadera situación.

La sociedad en sí debe ayudar a mitigar este problema que la atañe con una nueva comprensión, con otra forma de aproximarse a este problema. Los puntos de vista de nuestro tiempo con respecto al sexo y a la libertad de cada uno tienen también su aplicación a la prostitución, en tanto no se llegue a una solución absoluta: que no parece ser de este tiempo.

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