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FERIA DE VALENCIA

Una caricatura

ENVIADO ESPECIALHubo cinco orejas, broncas al presidente, (con lo que unen las broncas al presidente), el público merendó como si viniera de ayunar una semana, se divirtió, se entusiasmó. Todo lo cual nada tuvo que ver con que la corrida fuera una caricatura de la lidia, además horrible. Una cosa eran el público y sus ensoñaciones, otra la corrida, sus borregos, sus pegapases. Cada uno iba por su lado. Y el presidente, en el palco, haciéndose el serio, concediendo una oreja cuando la avalancha de triunfalismo pedía 14. Qué gracioso, el presidente.

Porque el presidente rechazaría la mitad de los toros de Sepúlveda anunciados, pero aceptó la otra mitad, que no tenía trapío, y el remiendo de Núñez, que tampoco, y mantuvo en el ruedo el becerrote que salió en sexto lugar y no podía ni con el rabo. Si al presidente le valían esos toruchos impresentables, ¿qué más daban las orejas?

Sepúlveda / Espartaco, Soro, Lozano

Dos toros de Sepúlveda; 2º 4º (sobrero) 5º y 6º de Marcos Núñez: sin trapío e inválidos. Espartaco: estocada temida e insistente rueda de peones (oreja y dos vueltas); estocada corta trasera baja (oreja y dos vueltas). El Soro: rajón a tremendo en el costillar, dos pinchazos y media caída (silencio), estocada (oreja). Fernando Lozano que tomó la alternativa: estocada delantera caída perdiendo la muleta (oreja); estocada (oreja). Espartaco y Lozano salieron a hombros por la pueta grande. Plaza de Valencia, 30 de julio. Sexta corrida de feria.

La plaza de Valencia no iba a ganar en seriedad por oreja de más o de menos. La plaza de Valencia es lo que su público quiere que sea y su público quería pases, orejas, allá penas reglamentos, borregos tullidos y presidentes con la cara seria. Al público valenciano lo mismo le daba corte que cortijo. Al público valenciano lo mismo le ponían en pie los pases adocenados de Espartaco que los exquisitos de Lozano. Más. Los pases adocenados, es que le privaban.

Espartaco ya armó un alboroto al recibir a su primero descargando la suerte en la verónica y rematando con un montón de chicuelinas y revoleras. De ahí en adelante no paró el alboroto. Muleteaba fuera de cacho, extendiendo el brazo al estilo guardabarrera en apeadero, metía pico a mansalva, remataba al aliguí, y provocaba el delirio, porque todo aquello lo hacía muy seguido, exteriorizaba su entusiástico afán, se tiraba de rodillas, citaba de espaldas. "¡Torero, torero, torero!" le aclamaron por eso, y todo. Espartaco era el ídolo.

El Soro también armó su alboroto en el quinto por el mismo procedimiento de citar genuflexo. Previamente había dado que pensar y padecer a su público con remedos de suicidio cuando citaba encima de los pitones, o al lado de lo! pitones, o pasados los pitones, según le diera por andar algo al torito o no. En realidad ahogaba la embestida, pero al público qué le importa la monserga de los tecnicismos. Al público qué le importa si banderilleaba fuera de cacho, o si al otro manso le daba la acusada querencia de tablas con el fin de citarlo encimista al amparo de esa ventajilla. Público en general y militares sin graduación querían bulla, triunfo. Unos extendían pancartas, otros se quitaban la camisa para enarbolarla y el sorismo coreaba, enfervorizado, el nombre de guerra del titular de la causa.

Fernando Lozano, con igual garabato de toretes que tuvieron los demás., ejecutaba el toreo ortodoxo; menos mal, pues era una brisita refrescante en la tarde es preciosa, densa de sal gorda. Del toreo, un pelo, su parte bella, parar-templar-mandar con suavidad, ligar los pases, rematarlos sin respingos. La tarde era de compromiso para este torero, pues recibía la alternativa, y se encontró con que podía andar tan suelto y confiado como en una placita de tienta.

Entre caídas de toretes, simulacro de lidia, suerte de varas inexistente y triunfalismo imparable, hubo dos sustos en la tarde: Pirri, sufrió una aparatosa voltereta al salir de un par de banderillas, Soro hubo de tirarse en plancha para que no lo arrollara el quinto, al recibirlo a porta gayola. De los sustos ya estamos repuestos. De la caricatura horrible que fue la corrida, no tanto.

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