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LAS VENTAS

Valiente Manili

Manili estrenaba ayer temporada. Estrenar temporada a finales de julio es demasiado tarde para un torero, de muy poco le ha de servir, pues a esas alturas ya están cerradas las combinaciones de las ferias importantes. Pero bueno, más vale tarde que nunca, y Manili venía a Madrid a demostrar quién es. Manili sostiene la teoría de que permanece en el ostracismo como consecuencia de las injusticias que son habituales en los negociantes del mundillo taurino, y salió a fundamentarla con valor espartano frente a dos torazos broncos.Valiente Manili, ayer en Las Ventas. Pero no valiente a secas, ni siquiera valiente en el alborotador estilo tremendista que tanto abunda. Estuvo valiente para hacer posible el toreo y con este propósito aguantó el guadañazo espeluznante de los derrotes, consintió las inciertas embestidas y, finalmente, pudo embarcarlas en apuntes de toreo bueno, que también pertenece a su patrimonio.

Murteira / Galloso, Manili, Rivera

Cinco toros de Murteira Grave, con cuajo, broncos; 6º, sobrero de El Pizarral, serio y manso. José Luis Galloso: pinchazo hondo bajísimo, ueda de peones y descabello (algunos pitos); media y descabello (silencio). Manili: estocada atravesada que asoma y siete descabellos (ovación y salida a los medios); estocada atravesada y descabello (vuelta con algunas protestas). Juan Rivera: dos pinchazos -aviso con retraso-, otro pinchazo, estocada atravesada que asoma y descabello (silencio); estocada corta atravesada y tres dscabellos (ovación).Plaza de Las Ventas, 26 de julio.

El toreo suave, floreado y rítmico, obviamente, no podía producirse con tal ganado, pero hay otro corte de toreo bueno, de mayor mérito y autenticidad, y es el que se traduce en dominio sobre el toro difícil. Ese, justamente ese, estuvo practicándolo Manili toda la tarde. Porfiando entre los pitones del torazo reservón, que escondía cobardementye la carota negándose a embestir, o tras las brutales tarascadas, que provocaban en el público alaridos de angustia, venía el muletazo mandón y hondo, bajando la mano, obligando a humillar.

La teoría quedó demostrada: es injusto que Manili nada más haya podido vestirse de luces una vez -¡una!- en lo que va de temporada.

No era el único que sustentaba la teoría de las injusticias. Galloso también las tiene por causa de su escaso cartel. Sólo que no pudo convencer a la afición madrileña. Si a Galloso le hubieran correspondido únicamente toros broncos-tardos-reservones, como el cuarto, al que porfió voluntarioso, su teoría habría quedado en veremos. Pero le correspondió el único boyante de la tarde -el que abrió plaza-, y lo toreó con la suerte descargada, citando la muleta atrás y el pico delante, rectificando al remate de cada pase, nervioso y destemplado. "¿Qué necesita usted para empezar a torear?", le gritaron desde el tendido, cuando ya llevaba instrumentadas unas cuantas docenas de pases. Con tamaña vulgaridad de toreo resulta imposible demostrar nada, si no es, exactamente, lo contrario de su pretensión reivindicativa.

Sin otro afán que ganar contratos, arribó Juan Rivera al coso venteño. Era lo lógico: se trata de un torero muy joven, prácticamente en los balbuceos de la profesión.

También toreó Juan Rivera con valor a otros toros de bronquedad manifiesta; manso-des-castado el sexto, complicado el tercero, que se aplomaba y no había forma de hacerle embestir, o súbitamente acometía a oleadas, con fuerza, genio y engañosa codicia, y entonces Rivera, aguantando marea, no le quitaba la muleta de la cara y lograba ligar los pases. Suyo fue, asimismo, un quite por chicuelinas ceñidísimas, en las que los pitones le pasaron por junto a la taleguilla a distancias inverosímiles.

Rivera, como el Manili de los últimos tiempos, posee técnica y gusto más propios para lucir con ganado pastueño; género que el mando taurino reserva para otros. A estas alturas de la temporada, en los festejos domingueros de Madrid lo más normal es que salgan toros de la catadura de los de ayer: grandes, armados, broncos. Y si uno embiste noble, esa suerte tiene, quien lo sepa torear. O al revés, según puede testimoniar Galloso.

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