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Noriega aboga por una política más popular en Panamá

Antonio Caño

El hombre fuerte de Panamá, general Manuel Antonio Noriega, considera que, como consecuencia de la reciente crisis sufrida por el país, "hay que hacer rectificaciones en beneficio de las clases más necesitadas, porque la urgencia social y económica en que viven esas clases lo exige". Noriega cree que los sucesos ocurridos desde principios del pasado mes de junio demuestran que se han hecho demasiadas concesiones" a los grupos económicos más poderosos, y recomienda la adopción de una política más popular.

El general Noriega estima, en una conversación mantenida con EL PAÍS, que la lección aprendida de la reciente crisis es que "el proceso revolucionario cometió todos los errores que hoy se le vienen encima: no haber profundizado más en las leyes sociales y en las soluciones a los problemas de las clases humildes, campesinas, y haber dado demasiadas concesiones a grupos que han resultado hoy los antagónicos [al sistema]."El proceso ha dado hasta ahora", añade, "una protección histórica a estos grupos económicos". "Si el mismo Torrijos hubiera visto lo sucedido se sentiría alarmado, porque él creyó, dentro de su estrategia de avance, que podría compensar a esas clases la pérdida del poder político con las arcaseconómicas, y nunca pensó que el poder económico, robusteci do, iba a servir para que se sofi dificaran en busca del poder político".

Lejos de pensar en la dimisión que le exigen los partidos de la oposición, el general Noriega se declara dispuesto a "corregir" estos errores "sin que se produzca una anarquía ni un trauma social". "En todo caso, la rectificación hay que hacerla", dice. "Y es más, aunque no hubiera pasado esto, habría que hacerlo, porque si no las protestas serían de las clases humildes".

El jefe de las Fuerzas de Defensa no acepta que esto signifique un giro a la izquierda. "Es únicamente la concienciación de los problemas sociales. Arreglar los problemas habitacionales, de salubridad, de agua de zonas pobres como San Miguelito -que se ha olvidado y no se ha hecho- no supone girar hacia ningún lado; se está profundizando la labor social que por obligación tiene el Estado panameño".

Tampoco está de acuerdo Noriega en que una política de rectificación suponga el regreso al torrijismo puro. "La estrategia de Torrijos no se puede trasladar tal cual a la realidad de hoy. El trabajo de-Torrijos hay que juzgarlo en su tiempo y en su espacio y aplicarlo hoy en sus principios, como son su contenido social, sus relaciones exteriores y las perspectivas del tratado sobre el canal desde un punto de vista nacionalista".

Como salida para la situación actual, Noriega no es contrario a que se abra una negociación entre Gobierno y oposición sobre el futuro del país, pero considera que ésta debe incluir solamente a los políticos, no a los militares. "Queremos que los problemas políticos sean llevados por el campo político", afirma. "Creo que en la misma medida en que nosotros vayamos cumpliendo la tarea de separar a los militares de la administración civil, los políticos deben ir coincidiendo en sus negociaciones para la formación de sus tribunales y sus sistemas de elecciones".

Noriega no considera que él mismo u otros altos oficiales de las Fuerzas de Defensa deban participar en esa negociación: "El diálogo lo pidió el presidente de la República, y yo apoyo esa expresión. Yo lo que reafirmo es que en 1989 el calendario militar debe ser dedicado a tiempo completo a la búsqueda de su perfeccionamiento tecnológico, de seguridad y de profesionalismo hacia 1999 (fecha en la que el canal pasará a manos panameñas)".

Pese a que desde 1984 el presidente es elegido por el voto popular, las Fuerzas de Defensa ejercen un control efectivo sobre la gestión del Gobierno. El alejamiento de los cauces marcados por los militares obligó al presidente Nicolás Ardito. Barletta -defensor de una política económica fondomonetarista- a dimitir. Fue sustituido por el entonces vicepresidente, Eric Arturo Delvalle, que mantiene una convivencia tensa con Noriega. Sobre la gestión de ambos, el general opina que "el problema de la deuda externa ha obligado a .que los presidentes hayan tenido que hacer verdaderos malabarismos económicos".

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