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Crítica:FESTIVAL DE JAZZ DE VITORIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El placer de que todo salga bien

Esta vez sí hubo lleno, un llenazo como uno no recordaba desde la primera vez que estuvo aquí Ella Fitzgerald. Igual que entonces, también hizo mucho calor. Actuaban los Manhattan Transfer, y se hicieron esperar o los 10 minutos de la gente cortés, sino la media hora de los divos. En realidad se hicieron esperar mucho más tiempo, ya que venían a recuperar el concierto que dejaron pendiente el año pasado por temor a los libios. Se explica que tuvieran miedo, porque cantan una canción titulada Ramba, y eso se siempre se presta a equívocos.Componen Manhattan Transfer dos chicas, Janis Siegel y Chery1 Bentyne, y dos chicos, Tim Hauser y Alan Paul. Son un grupo vocal fantástico; hay quien dice que el mejor del mundo, pero eso tampoco importa, porque no estamos en una carrera.

XI Festival de Jazz de Vitoria

Manhattan Transfer. Pabellón Polideportivo de Mendizorroza. Vitoria, 15 de Julio.

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Lo interesante es que los Manhattan Transfer han conseguido su propio estilo de la mejor manera posible, aprendiéndose la lección de todos los cantantes de jazz con clase, de John Hendricks a Bobby Troup, y también de los grupos vocales que se situaron a mitad de camino: los fabulosos Mills Brothers y aquellos inefables Ink Spots, a un tiempo deliciosos y repugnantes. Lo saben todo. Las chicas incluso se quitan el sudor con el pañuelo igual que las grandes divas.

En Vitoria cantaron sobre todo el repertorio de su último disco en estudio, Vocalese, pero sin olvidar cosas de los anteriores ni los viejos éxitos: Tuxedo junction, Gloria, Java jive.

Sonrisas y guiños

Fue asombroso cómo lo hicieron todo: cómo solucionaron el endemoniado arreglo vocal de Jeannine; cómo Janis Siegel exhibió mil personalidades diferentes sin ocultar nada de sí misma; cómo Cheryl Bentyne salvó las mayores dificultades al tiempo que lanzaba sonrisas llenas de dientes y hacía guiños al séquito del lehendakari, que estaba en los asientos de la primera fila.

Los Manhattan Transfer dan además, la impresión de divertirse mucho. Hay que suponer que después de tanto tiempo haciendo lo mismo no será eso que llaman la alegría de cantar, sino más bien el placer de que todo salga bien. Para asegurar las cosas traen unos músicos muy competentes, aunque, después de oír a la banda de Count Bassie el día anterior, más vale no hablar de músicos.

Incluidas las propinas, que fueron el inevitable Birdland y Operator, cantaron 70 minutos, que no es mucho cantar ni considerando el calor que hacía. El recurso que emplean para despedirse sin problemas es hacer mutis por el foro y dejar a los músicos tocando, de modo que al final sean los músicos quienes recojan el aplauso, y a ellos que les echen un galgo. Pero esta vez les falló el truco, y la parroquia consiguió una tercera propina, un Embraceable you muy bien cantado y muy bien acompañado.

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