La actualidad del 'plan Marshall'
Mañana, 5 de junio, se cumple el 402 aniversario de la presentación del plan Marshall, por el que Estados Unidos ayudó a la economía europea, maltrecha tras la II Guerra Mundial. El autor aprovecha la celebración para situar la posibilidad de establecer un nuevo plan Marshall que cuente con los recursos adecuados para hacer frente con garantías a los problemas actuales de la economía mundial.
El 5 de junio de 1947 el entonces secretario de Estado norteamericano, general Marshall, presentó, en un discurso pronunciado en la universidad de Harvard, el plan de apoyo financiero a la reconstrucción de Europa. El plan se conocería inmediatamente como plan Marshall, y fue convertido en ley por el presidente Truman el 2 de abril de 1948, no sin antes haber sufrido una serie de alteraciones y adaptaciones consecuencia del diálogo con los países europeos a los que se ofrecía la ayuda. El plan Marshall se prolongó desde el 1 de abril de 1948 hasta el 30 de junio de 1952, y a su través Estados Unidos canalizó hacia Europa unos 13.000 millones de dólares, que teniendo, en cuenta la inflación desde entonces vendrían a equivaler a unos 60.000 millones de dólares actuales.Lo más importante del plan no fue, sin embargo, el apoyo financiero directo que supusieron las ayudas y créditos recibidos por los países europeos, sino el clima de cooperación que se generó en un momento como aquél, que resultaría, a la postre, crucial para garantizar la estabilidad democrática de Europa occidental.
Claro está que desde Moscú se ha dicho que el plan supuso la consolidación de dos bloques antagónicos y la subsiguiente guerra fría, pero no hay duda de que la cooperación entre los países europeos occidentales impulsada desde Estados Unidos -para mejor aprovechar el impacto global de la ayuda- permitió la creación de la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE), bajo cuyo manto se pudo avanzar en la liberalización de los intercambios intraeuropeos y se pudo decretar la convertibilidad de las divisas de los países agrupados.
En la perspectiva de aquella experiencia de ayuda y de cooperación intraeuropea se sentaron las bases, además, para la puesta en marcha de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA) -creada por el Tratado de París de abril de 1951-, que, como bien se sabe, ha sido el auténtico embrión de la integración europea actual a la que España -todos lo sabemos- se ha incorporado muy tardíamente.
Sumando la ayuda norteamericana pública y los flujos privados de inversiones yanquis hacia Europa que en el ambiente global creado se generaron, se ha estimado que Estados Unidos transfirió a Europa -desde el inicio del plan Marshall hasta la puesta en marcha de la Comunidad Económica Europea, tras el Tratado de Roma de 1957- una cifra equivalente al 3 % de su producto nacional bruto. Se trata de una cifra ciertamente importante, y más importante, por ejemplo, que lo que significó para la economía alemana el pago de sus reparaciones de guerra después del Tratado de Versalles de 1919.
Esta recapitulación podría quedarse en histórica si la cerraramos aquí, pero la actualidad del plan Marshall no procede de la mera celebración del 40º aniversario de su propuesta creadora, sino de las condiciones en que actualmente se está desenvolviendo la economía mundial y que en algunos aspectos reproducen las condiciones en que estaba la economía mundial al acabar la II Guerra Mundial.
Peligro de recesión
Resulta evidente, en este sentido, que el mundo contemporáneo no ha pasado por ninguna guerra general en sentido militar, pero si recordamos que para Clausewitz el enfrentamiento militar es sólo un nivel superior posible del enfrentamiento diplomático y de otro tipo, podemos decir que la economía mundial, ha venido atravesando por una situación de fuertes enfrentamientos de todo tipo que se inician con la crisis del petróleo de 1973, y que pasan por las fricciones comerciales que actualmente estamos viviendo y por los problemas de la deuda externa que toda una serie de países en vías de desarrollo e incluso países socialistas vienen arrastrando, poniendo en auténtico jaque al Sistema Monetario Internacional.
En este marco, y ante los peligros de recesión mundial que los analistas del Fondo Monetario Internacional y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) -sucesora precisamente de la OECE, que se creara como consecuencia del plan Marshall- temen,para los próximos meses, son ya muchas las voces que reclaman nuevos planes Marshall para el mundo de hoy, adaptados, esto sí, a la magnitud de los problemas actualmente presentes en la economía mundial.
La deuda mundial se sitúa en el billón de dólares, y hay países individualizados cuya deuda supera los 100.000 millones de dólares, como ocurre en los casos de Brasil y México.
Las precondiciones para que la comunidad internacional organice nuevos planes Marshall parecen, pues, producirse, y ello, evidentemente, a una mayor escala de lo que ha supuesto el plan Baker o la sintomática pero anecdótica -a nivel global- decisión de Citicorp de constituir una reserva de 3.000 millones para un eventual impago de la deuda que con él tienen contraída ciertos países en desarrollo.
Los países de la OCDE -los 24 países capitalistas más desarrollados- tienen un producto nacional bruto conjunto de unos nueve billones de dólares, de los que el 35% viene generado por Estados Unidos, casi un 40% por la Comunidad Europea y algo más del 5% por Japón.
Un esfuerzo al nivel del plan Marshall y sus derivados que combinara el esfuerzo de los países de la OCDE podría contar, consecuentemente, con una cifra entre los 250.000 y los 300.000 millones de dólares.
Si en 1947 Marshall supo convencer a sus conciudadanos de que Estados Unidos sólo podría hacer negocios si hacía un esfuerzo inicial para evitar que el resto de países permaneciera en la miseria y en la inestabilidad, en 1987 nos faltan quizá los líderes necesarios para desencadenar la reacción mundial proporcionada a la magnitud de los desequilibrios actuales.
Francesc Granell es catedrático de Organización Económica Internacional en la universidad de Barcelona.
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