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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Gran recital de Alicia de Larrocha

Con asistencia de la reina doña Sofía, y ante un público en el que se aunaba el denominado todo Madrid, con una amplia presencia juvenil, Alicia de Larrocha inauguró en el Real el IX Concurso Internacional de Piano Paloma O'Shea de Santander, dedicado este año a Rubinstein, al cumplirse el centenario de su nacimiento.Alicia, como todo músico que se precie, adoraba a Rubinstein: "¿Y quién no?", decía después del concierto. Sí su Chopin en conjunto se diferencia notablemente del de El rey Arturo, en el fondo existen no escasos puntos de contacto entre uno y otro: esos ritenutos, ese flexible cantar sobre la firmeza del acompañamiento y ese vivir la música como hecho afectivo. Cuatro impromptus -el último, la tan querida por Rubinstein Fantasía-impromptu-, La tercera balada en la bemol, el Nocturno en si mayor y La polonesa-fantasía en la bemol conformaron la primera parte. Si Larrocha fue recibida con una larga y clamorosa ovación al aparecer en escena, los aplausos continuaron tras sus interpretaciones de Chopin entendido como artista vigorosamente creador y no como suave emanación sentimentalista.

Concierto inaugural del IX Concurso Internacional Paloma O'Shea

Pianista: Alicia de Larrocha. Obras de Chopin, Mompou, Falla, Granados y Albéniz. Teatro Real. Madrid, 2 de junio

'Hit' de la tarde

En la segunda parte, Alicia de Larrocha evocó al Rubinstein enamorado de la música española, que difundió por el mundo y por la misma España. El Mompoti sorpresivo de La primera canción y danza, que en la visión de la pianista catalana escapa, como en el propósito del autor, a un popularismo estricto, y el de la Número seis, dedicada a Rubinstein y completamente original en su temática, tanto en la melancólica canción como en esa suerte de recreado Ball pleno de gracia en su ritmo entrecortado.El monumento ingente que es la Fantasía bética, de Falla, escrita también para Rubinstein, fue el hit de la tarde. Desentrañar la intrahistoria de lo jondo, el homenaje a la Andalucía árabe y romana, la transfiguración del cante y el toque jondos hasta convertirlos en el planismo más trascendental de España junto a la Iberia, de Albéniz, fue la misión de Alicia de Larrocha al explicar, razonar y sentir la fantasía con fidelidad e imaginación.

La maja y el ruiseñor, que ciérra el primer cuaderno de Goyescas, de Enrique Granados, encuentra en Larrocha el verbo ensoñador para su poética romántica, popular y cortesana. Como contraste, el genial grito de Navarra, tan fuerte y racial que Albéniz quiso dejarla aparte de la suite Iberia. Hasta las propinas, reclarnadas insistentemente, fueron rubinsteinianas: La danza número 5, de Granados, y la del fuego, de Falla.

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