Peligro sordo
Domínguez/ Ruiz Miguel, Carretero, Sánchez Cubero
Cuatro toros de Domínguez Camacho; 52, sobrero de Isaías y Tulio Vázquez que sustituía a otro de Murube; 61, de Murube: deslucidos en general. Ruiz Miguel: dos pinchazos, Estocada contraria y rueda de peones (silencio); estocada desprendida (silencio). José Antonio Carretero: metisaca, dos pinchazos, estocada corta baja y descabello; la presidencia le perdonó un aviso (silencio); estocada corta baja, rueda de peones y tres descabellos (aplausos con algunos pitos). Sánchez Cubero, que confirmó la alternativa: pinchazo, otro hondo delantero, media delantera atravesada -aviso con retraso- y cuatro descabellos (silencio); pinchazo y media (aplausos). Plaza de Las Ventas, 31 de mayo. 17ª corrida de feria.
La corrida, sobreros y sustitutos aparte, era una de tantas: no asustaba a nadie. Eso, claro, sobre el papel, sobre la foto, a vista de Venta del Batán y de apartado e incluso cuando los toros saltaban a la arena: ningún trapío especial, nada de espectacular agresividad, y de fuerza, poquita. Pero luego llegaba ella, la realidad del peligro sordo. Parecía que los toros dejaban pasar los primeros tercios con una de disimulo: este se hacía el bondadoso, aquél el cojo, sueco el de más allá.
Torero tan experimentado, tan lidiador, tan de vuelta de toracos dificiles como es Ruiz Miguel, llegó a equivocarse con su primero, aparentemente bondadoso, cojo y sueco, lo brindó al público, lo sacó al centro geométrico del redondel y se dispuso a demostrar que si es famoso fajador, también sabe ser finolis y su toreo lo mismo es recio para el toraco duro que suave para el torete blando, tal el que tenía delante. De manera que adelantó la muleta y pronunció la fórmula mágica: "¡Jé, toro!". Pero el toro respondió "¡Ja, torero!" y se puso a revolverle con los pitones la muleta, luego los costados, y si no llega a estar listo el finolis-fajador, le revuelve lasfemorales.
Y así todos, menos dos, uno de ellos para peor, que fue el sobrero. El para mejor le correspondió a Sánchez Cubero en la ocasión solemne de la alternativa, y sólo un ratito. El toro empezó embistiendo pastueño, según se había supuesto desde un principio que lo haría, y Sánchez Cubero se lo tomó con calma: el tanteo, a los medios me marcho, los derechazos sin entregarse -ya se entregaría después-, otros de mano alta -Ya la bajaría después- unos redondos mandones y templados obligando a humillar... Se metía al fin en faena Sánchez Cubero pero el toro se salía de ella, ya no tenía ganas de pelea, miraba al público y despreció olímpicamente el toreo al natural. Un caso de poca afición.
Por desaprovechar las embestidas mejores, y además matar fatal, Sánchez Cubero perdió la ocasión de un triunfo, que no volvería en toda la tarde, ni para él ni para nadie. El sexto reunióbronquedad e invalidez, de manera que, en el trasteo del toricantano, unas veces acometía incierto, otras se pegaba la costalada. El padrino tuvo un cuarto toro que se defendía y no consiguió encelarlo en ninguno de los muchos derechazos que intentó, con auténtica vergüenza torera. Peor que el miuraza de hace unos días era ese toro.Para José Antonio Carretero aún hubo género más diricil. Que sí, que su primero se hacía el mansito sin escandalizar, el boyante, pero en banderillas echó la cara arriba, obligando a Carretero a medio tirar los palos una vez, cuartear con alivio otra, y sorprenderlo en un buen par de dentro a fuera, y ya no la bajó hasta la mala muerte que le dio el diestro. Carretero le ofrecía la muleta y, como si le ofreciera trasnochado bacalao, el toro la escupía, unas veces se quedaba parado en mitad del recorrido, otras apuntaba con el pitón al torero, señalando las zonas vitales de su anatomía.
El quinto fue devuelto al corral por cojo, el sobrero siguió el mismo camino por inválido, y el definitivo sustituto resultó ser un Tulio. Aficionados de pro aplaudieron el anuncio de la histórica divisa y cuando su representación bovina saltó a la arena comprobaron con mucha satisfacción que se cumplían sus augurios Allí había un toro con toda la barba. Un toro dotado de irreprochable trapío, armado con una cornamenta vuelta y astífina que infundía pavor. El Tulio era cinqueño y estuvo toda la lidia amalgamando las picardías de la edad con los severos atributos de la casta.
Receló capotes, no se entregó pero sí peleó duramente en varas y se fue arriba en banderillas con una primera arrancada larga y veloz que sorprendió a Carretero y le hizo poner pies en polvorosa. Banderilleado con escaso arte por el matador, el Tulio buscó el amparo de las tablas y cuando el diestro le presentó la muleta, se avalanzó tirando fieros derrotes. Carretero se lo llevó a los medios para ensayar los derechazos del repertorio habitual, y esa fue una temeridad de la que se arrepintió en seguida. Arrepentido, castigó por bajo, que es por donde debía de haber empezado, y no hubo más. Un detalle positivo de la faena: Carretero, aún joven e inexperto matador, ni se asustó ni le alborotó el sentido del toro. Ese Tulio apabullante y bronco le habría venido ancho, alto, largo a medio escalafón de toreros (al otro medio rú se le ocurre ponerse delante).
¡Toros como este, mañana.'", voceban algunos aficionados señalando al Tulio-, por hoy, que es cartel de figuras. Por hoy, por ayer y por siempre. En esta feria -y en tantas- cuando llegaron las figuras, el toro rodaba por la arena hecho un trapo. Nadie explica por qué. A la afición le gustaría ver a las figuras con el aquel Tulio o parecido género, aunque sólo ftiera un día. Se va a quedar con las ganas, claro.
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