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Euforia del Ejército y cansancio moral de los políticos argentinos por la ley de 'obediencia debida'

La clase política argentina ha quedado moral y físicamente exhausta tras el forzado trámite para aprobar el proyecto de ley que reglamenta la obediencia debida en las fuerzas armadas. Los altos mandos del Ejército de Tierra, incluidos los retirados que ocuparon cargos durante la dictadura, se reunieron a festejar el pasado viernes su día en el colegio militar, en un clima de indisimulada euforia. Las enmiendas ordenadas por el presidente Raúl Alfonsín y aceptadas en el Senado eximen de proceso hasta a los que eran generales de brigada y su equivalente en las otras fuerzas- cuando los militares asaltaron el poder en 1976.

En la ceremonia militar, realiza da en el patio de armas del colegio del que todos ellos surgieron estaban presentes viejos camaradas que hasta hace unos meses sólo se atrevían a salir de sus casas para orar en las misas pro gramadas por la organización Familiares y Amigos de los Muertos por la Subversión (Famus).Entre los invitados especiales al acto se encontraba un antiguo golpista, el general Juan Carlos Onganía, dictador entre 1966 -cuando derrocó al presidente radical Arturo Illia- y 1970.Un golpista más

Reynaldo Bignone, el general que encabezó la cuarta Junta militar de la última dictadura, y un símbolo de la época más feroz de la represión, el general Albano Harguindegui, ex ministro del Interior de la junta que presidió Videla.

Todos ellos y sus esposas aplaudieron calurosamente al actual jefe de Estado Mayor, general José Caridi, cuando reivindicó la legitimidad de la guerra sucia.

Es una victoria que, según el propio Caridi, ha costado al Ejército "la condena de sus comandantes y el juicio de sus camaradas". "Por eso", concluyó el alto jefe militar, "el Ejército de Tierra pide las medidas políticas que hagan posible una definición positiva de las consecuencias de esa guerra".

'Gloriosa victoria'

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Los militares argentinos, cebados, no dan tiempo. Las medidas políticas que ahora exige Caridi, como hace 15 días la solución final que reclamó el almirante Ramón Arosa, jefe de Estado Mayor de la Marina, son las gastadas metáforas con que se acostumbraron a pedir la amnistía.

No desean sólo que se les libre de toda culpa, sino que además se honre la gloriosa victoria. En el pulso que sostiene con las fuerzas armadas, el Gobierno condicionó cualquier beneficio a que al menos hicieran una autocrítica de los métodos empleados para reprimir la subversión. Caridi la hizo en una línea de su discurso cuando dijo: "Todos fui.mos de algún modo partícipes, y por tanto, en cierta forma, responsables. Y esta observación acarrea nuestra descarnada observación de la realidad, y con ella el reconocimiento de errores coinetidos".El ministro de Defensa, Horacio Jaunarena, llegó tarde y se retiró temprano, visiblemente enfermo y afiebrado. En torno a su cargo sube también la temperatura política. Destacados dirigentes de su partido le acusan de ser "el ministro de Defensa de las fuerzas armadas" y proponen su inmediato reemplazo.En cambio, los altos mandos militares insisten en que "sería un error relevarlo en estos momentos".Al ministro le acompañaba un reducido grupo de legisladores radicales, la diputada de la Unión de Centro Democrático María Julia Alsogaray -portavoz de la derecha civil, que también embiste a favor de la amnistía-, y un diputado de la "ortodoxia peronista", Gino Cavallaro.Poco después del mediodía del pasado viernes, una delegación integrada por casi 100 oficiales de las tres fuerzas llegó en caravana hasta la Escuela de Servicios para Apoyo de Combate General Lemos, ubicada dentro de la guarnición de Campo de Mayo, en las afueras de Buenos Aires, para expresar su reconocimiento al teniente coronel Aldo Rico, jefe de los comandos amotinados durante la llamada crisis de la Semana Santa.El director de la escuela permitió entrar a un grupo de representantes, que transmitió al teniente coronel Aldo Rico el 11 agradecimiento de todos por recuperar la dignidad de las fuerzas arinadas"

Voluminoso expediente

Rico, un jefe de comandos considerado héroe de la guerra de 1982 en las islas Malvinas, tiene detrás un voluminoso expediente cargado de rebeldías desde que iniciara su carrera militar. Por todas ellas sufrió arrestos de hasta cinco días como máximo.

Ahora Rico aguarda el comienzo del proceso judicial que le corresponde por encabezar el motín que estremeció al país durante tres días y obligó al presidente Raúl Alfonsín a pedirle personalmente la rendición.

Desde entonces permanece arrestado en el casino de oficiales de la Escuela Lemos. Allí practica aerobic por las mañanas,desayuna y despacha con visitantes civiles -entre los que se inclu yen dirigentes políticos y legisla dores del radicalismo y la oposición- y también con militares. Ante todos ellos, Aldo Rico explica por qué "no habrá golpe de Estado". Los oficiales que le acompañan aseguran que no quiere que se le reconozca mérito alguno por el proyecto de ley de obediencia debida que sus camaradas y el periódico Ámbito Financiero -que expresa los intereses del sector económico beneficiado por la dictadura- llaman desde hace un mes la ley Rico.

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