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Cartas y fotos de Azaña, en la Biblioteca Nacional

Insuficiencia de las exposiciones sobre el estadista republicano, Madariaga y Buero Vallejo

Sólo tres personas cruzaron ayer, a lo largo de una hora, por la exposición Manuel Azaña: recorrido gráfico y documental, a la mañana siguiente de su inauguración, lo que puede ser un síntoma de la escasa divulgación de la muestra, organizada por el Ministerio de Cultura en la Biblioteca Nacional y antes exhibida en la universidad de Alcalá de Henares. Es mérito de la exposición su nitidez, la buena síntesis en la información, primeras ediciones de sus libros y algunas excelentes fotografías inéditas de aquella figura que estudian los historiadores y sugiere a los dramaturgos.

Ocurre que cierta insuficiencia de contenidos, y sobre todo de presupuesto, de la muestra sobre Azaña, inaugurada antes de Alcalá de Henares, se repite en las dedicadas a Antonio Buero Vallejo y los premios Cervantes, y la de Salvador de Madariaga (disminuida de su versión original en La Coruña), ambas también en la Biblioteca Nacional. Ello destaca más ante la importancia de Azaña y Madariaga, y porque los últimos años serán recordados por la calidad de ciertas exposiciones."Querido amigo: Su carta se ha cruzado... con mi intención de escribirle", le dice Azaña a un conocido, según uno de los manuscritos expuestos, y en ese humor de intelectual, que juega con ideas y significados, se reconoce al humanista de quien muchos han dicho que era más escritor que político. Pruebas de ese sentido del humor abundan en los diarios de buena escritura iniciados cuando Azaña comenzó su contacto con el poder, como ministro de la Guerra en el primer Gobierno provisional republicano, y que no se sabe si estudiar en la facultad de Ciencias Políticas o en la de Literatura.

Funcionario e ideólogo

Cualquiera que lea al estadista, incluso en sus escritos políticos, comprende de inmediato una formación humanista que el ciudadano de hoy añora en la política. Una lectura joven, frecuente e intensa se adivina tras una alusión de sus Memorias subrayada en la exposición'. "...mis soledades veraniegas en Alcalá, de joven, cuando pasaba días enteros leyendo en una sala baja, sin saber lo que pasaba en el mundo".De la juventud de Alcalá destacan las fotografías que recogen, desde entonces, esa permanente nada triste, como de alguien desahuciado, que caracterizó los ojos de Azaña incluso a través de sus minúsculas gafas.

Quedan patentes igualmente los numerosos contrastes en la vida del estadista, que a la vez que ganaba plaza como jefe del Negociado del Registro General de Actos de Última Voluntad, en el Ministerio de Justicia, lograba sacudirse el polvo mental de los pasillos ministeriales y escribir con una fuerza que tal vez envidiarían -algunos anarquistas: "La libertad es un arma poderosísima, y una vez creada no puede abandonarse creyendo que basta escribir sabios principios en las constituciones. Es menester usar de ella sin descanso". (La libertad de asociación, 1902).

No se exhibe apenas nada del tiempo de Azaña en París, cuando fue allí con una beca de la Institución Libre de Enseñanza, viaje de gran importancia en su pensamiento. Sí existen en cambio varios testimonios gráficos de su paso por el Ateneo, del que fue secretario en unos años en los que allí se cocinaba lo que importaba en la política y el pensamiento en Madrid. Del Áteneo es una foto que le muestra levantando el dedo, casi enseñando, a un grupo de ilustres, y otra junto a Ortega. El cierre del Ateneo por Primo de Rivera le decide a una oposición activa; de ese año, 1923, data la fundación de Acción Republicana.

Aportación ilustrativa son las traducciones de Azaña de libros tan varios como Vieja y nueva moral sexual, de Bertrand Russel, o La niña bonita o el amor a los cuarenta años, de Eugene Montfart, que sugieren sobre la humanidad del autor de La velada en Benicarló casi tanto como las leyes sobre el divorcio y la reforma del Ejército que propició.

Interesan también los extractos de cartas de sus contemporáneos, más que cartas, a veces relámpagos sobre la época. "Y ahora, con esta canalla idónea, vil chusma de rastreros cortesanos, de embusteros y rencorosos, nada puedo esperar", (Unamuno, en 1920); "Esas condenadas cuartillas me dieron un poco de jaqueca", (Valle-Inclán, al enviarle su Cara de plata); "España, con o sin comillas, es el absoluto del Desbarajuste", (Jorge Guillén, sin fecha).

Salvo algunas imágenes con militares (una de ellas junto a Franco), apenas queda reflejada la guerra civil, la angustia por ella, la desesperanza que Azaña dejó escrita en La velada en Benicarló, el exilio que allí se inicia y la muerte por tristeza. Quizá se deba a que el origen de la exposición, en Alcalá, pretendía reflejar la relación de Azaña con su ciudad.

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