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Secord pierde la calma en el interrogatorio sobre el 'Irangate' .

Francisco G. Basterra

El guante blanco en las investigaciones del Congreso sobre el Irangate se acabó ayer. El abogado del Comité Investigador del Senado, Arthur Liman, consiguió romper la fría calma de Richard Secord con un interrogatorio muy agresivo dirigido a desmontar su historia de que actuó por "patriotismo" y a probar que sólo le movía el puro beneficio económico.Pero en dos horas de esfuerzos, que irritaron al ex general Secord, que se quejó de que "he venido a declarar voluntariamente, pero no a ser molestado", Liman no logró su objetivo. En algunos momentos parecía que la sala de audiencias del Senado se había convertido en una sala donde se seguía un proceso penal, lo que fue luego criticado por uno de los congresistas miembros de la investigación. El abogado de Secord protestó por eltratamiento que se dio en la sesión de, la mañana a su cliente. Liman trató de probar que Secord, el experto en operaciones encubiertas que montó, a petición de la Administración, una red privada para armar a la contra y a Jomeini, se ha quedado con dinero perteneciente al contribuyente norteamericano.

La investigación del Congreso de EE UU sobre el Irangate continuó ayer centrada en determinar si la denominada red privada de ayudas a los contras nicaragüenses era, como parece, una operación pública y gubernamental disfrazada o, como defiende su principal protagonista y primer testigo de la investigación, Secord, un puro asunto comercial.

Secord insiste en que los beneficios obtenidos en la operación de venta de material bélico a Irán gracias a poner un sobreprecio a las armas, 18 millones de dólares (2.250 millones de pesetas), son privados. Y su utilización para ayudar a los contras no viola la prohibición del Congreso -efectiva desde octubre de 1984 al otoño de 1986- de utilizar dinero público para ayuda militar a los antísandinistas.

Secord, que continúa repitiendo que el presidente de EE UU, Ronald Reagan, y el vicepresidente, George Bush, sabían lo que estaba haciendo, armar a los contras, a pesar de que el Congreso había prohibido la ayuda oficial de EE UU, afirmó ayer: "No hay ninguna duda de que la operación se realizó de una forma encubierta para ocultarla al Congreso". El presidente Reagan volvió a negar ayer que supiera que se estaban mandando armas a los antisandinistas. "Secord debe estar mal informado", dijo, pero precisó que sí conocía que Secord estaba ayudando de alguna forma a los contras.

Pero ni éstas ni otras revelaciones, como que Secord destruyó documentos o que Reagan y Bush llamaron a North para expresarle su pesar por el estallido del escándalo, atraen la atención pública que está viendo defraudada sus expectaciones. El caso del supuesto fugaz adulterio de Gary Hart sigue interesando más que la investigación pública del Irangate. El primer aspirante demócrata a la Casa Blanca interrumpio ayer su campaña presidencial, que inició hace un mes, para dedicar "días o incluso semanas" a su familia.

Secord ha admitido que, en una reunión en la Casa Blanca, en enero de 1986, con asistencia de importantes asesores presidenciales y funcionarios de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), incluyendo abogados, se decidió que la CIA compraría armas del Pentágono y las vendería a la empresa privada de Secord. Éste, a su vez, las vendía a un intermediario iraní, que por fin se las suministraba a Teherán.

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