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Tribuna:FENÓMENOS DE LA POSMODERNIDAD / y 8
Tribuna
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De la música contemporánea a las músicas contemporáneas

La música, "criatura excéntrica" que, "gusta de ir contra corriente", según el autor de este artículo, "goza de buena salud". La música rock, por ejemplo, se ha convertido en uno de los elementos caracterizadores de nuestro tiempo; el jazz se ha sacudido bastantes complejos, y hasta los poetas de vanguardia reivindican como máxima experiencia musical a las folclóricas. Con este capítulo termina la serie dedicada a los fenómenos de la posmodernidad.

Cuando se trata de dar una impresión general sobre un fenómeno, sobre todo si es un fenómeno cultural, queda más elegante afeitar un displicente pesimismo. Lo contrario resulta lamentablemente grosero. Sin embargo, para de la impresión general del estado de la música en estos momentos en hay más remedio que caer en la vulgaridad y ser optimista.

La música es criatura excéntrica y gusta de ir contra corriente. Descubrir con algún detalle toda las formas que reviste ahora mismo puede resultar difícil, pero e innegable que de cara a la llegado del año 2000 no se siente nada milenarista. Goza de buena salud.

Otra cosa sucedía mediado o siglo. A comienzos de los cincuenta resultaba fácil decir cuál cómo era la música imperante pero su estado era bastante poco saludable. Para todos los especialistas estaba claro que la única música de la época, la única que merecía el título de contemporánea, era la música seria, mal llamada clásica. Una música nacidA con el siglo, el jazz, había merecido cierta atención en tiempos, como fuente de materiales par autores como Krenek, Stravinski o Ravel. Pero incluso ese interés secundario perdió la música de jazz cuando Adorno, el gran Adorno, dictaminó el carácter ilusorio de su pretendida modernidad y fulminó, bajo la acusación de reaccionarios, a todos lo que en el jazz se inspiraban. El rock, que surgía en esa época con todo su poder de seducción, en visto como un fenómeno pasajero, una erupción más o menos benigna, de interés para sociólogos y educadores.

Música 'seria'

En cuanto a la única música seria que merecía la pena en aquellos momentos, estaba claro que sólo podía ser la que derivaba de Schoenberg y la escuela de Viena. El serialismo posweberniano era la unica musica progresista la única auténticamente contemporánea. Todo lo que no cumpliese su sagrado mandato era inútil, estaba fuera del tiempo, no existía. El argumento hacía que desaparecieran autores de la importancia de Britten, Shostakovich o Stravinski; quien de elloi había terminado por claudicar c condescender ante el serialismo habían hecho demasiado tarde para ser perdonados. Eliminaba también el argumento a cientos y cientos de autores por la falta ingenua de haber sido quizá más inspirados que rigurosos. Pero los críticos no se arredraban ante las muchedumbres. Tenían armas dialécticas para hacerlas desaparecer del mapa en un abrir y cerrar de ojos. Todo lo más, se consentía la existencia de fracontiradores como John Cage, pero como genios excéntricos que, si acaso, podían tener valor como animadores culturales.

La situación ahora es bien distinta. Para empezar, el rock no sólo no ha muerto, sino que, contra el pronóstico de los entendidos, se ha convertido en uno de los elementos caracterizadores de nuestra época. Ha multiplicado sus formas y estilos, ha alcanzado un notable grado de complejidad y ha dado un buen ejemplo de integración de la electrónica y la cibernética en los procesos de creación e interpretación.

La tecnología ha ayudado, gracias al auge de los sistemas de grabación y reproducción del sonido, a conocer muchas músicas y a conservar aquellas que tienen como principal signo de identidad el hecho de no estar escritas. Es el caso del jazz. Al final de la que se creía última sesión del músico de jazz Eric Dolphy, se oye a éste decir: "La música, cuando termina, se pierde en el aire. No puedes capturarla otra vez". El tiempo se ha encargado de hacer falsa esta aseveración: gracias al disco podemos hoy tener con nosotros la obra de importantes músicos de jazz, entre ellos Eric Dolphy. Podemos incluso saber que aquella sesión no fue en realidad la última.

Por lo demás, el jazz se ha sacudido bastantes complejos. Las enseñanzas de Cage han cambiado, el talante de la composición musical, vinculándola a la experiencia y liberándola de su antigua sumisión a la escritura. De resultas de esto han salido beneficiados los intérpretes, y con ellos, las músicas que descansan fuertemente en el trabajo de los intérpretes, como el jazz. El pianista Martial Solal colaboró en 1977 con Marius Constant en la Ubra Stress. Los Swinggle Singers tienen un papel importante en la Sinfonía de Luciano Berio. Intérpretes como el trompeta Wynton Marsalis mantienen una doble carrera entre el jazz y la música culta. Una compañía europea de jazz atiende por ECM: las iniciales corresponden a Experiences in Contemporary Music -es decir, experiencias en música contemporánea-, sin que nadie se rasgue las vestiduras. Algunos de sus discos -como el célebre Concierto de Colonia, de Keith Jarrett- han merecido premios que normalmente se reservan a la música seria.

Las grabaciones ofrecen al aficionado un repertorio enorme de obras,hasta no hace mucho desconocidas y propone interesantes versiones alternativas de las conocidas. Esto ha sido decisivo, por ejemplo, para reflexionar sobre el significado de la música barroca, antes contemplada como una especie de prehistoria y ahora considerada punto culminante de una evolución que se remonta muchos siglos atrás. A impulsos del disco, el largo pasado de la música occidental ha sido objeto de investigaciones que han revelado una herencia riquísima e insospechadas conexiones culturales.

Todas las músicas

La música occidental se ha abierto a todas las músicas del mundo. La univocidad del panorama musical de hace 30 años.se ha vuelto hoy diversidad. Entre los idiomas que habla ahora la música se han hecho casi clásicos el gestualisfmo de Kagel y Bussotti o la música estocástica de Xenakis; junto a ellos aparecen el naturalismo, la música collage, el manierismo, la música ecológica, la body music, la metamúsica y unos cuantos neos: el neodadaísmo de Georges Brecht, el nuevo vocalismo de Nono, la neosimplicidad -neue einifachheit- de Stiebler, Rihm y Trojalin, la nueva tonalidad, el neorromanticismo, el neoclasicismo, hasta un neoserialismo...

Puede resultar paradójico que, con este panorama tan variado y contradictorio, la música más a menudo identificada con la época sea la que pretende mantenerse permanentemente igual a sí misma, la música repetitiva o minimalista de Steve Reich o Philip Glass. Autores de confianza han llamado a esa música posmoderna; así calificaba Pérez de Arteaga la obra de Glass en su comentario a la presentación de éste en Madrid. Si en vez de contemplar la producción de estos músicos como algo aislado, entendemos todo el proceso de comunicación que implica, puede que comprendamos el calificativo.

La música de los minimalistas trata de ser, incuestionablemente, música seria. La compañía discográfica con la que Philip Class tiene un contrato vitalicio edita la obra de este compositor en su catálogo clásico. Las obras de Glass y Reich se interpretan en auditorios no distintos de aquellos en los que se interpreta a Brahms. Por lo demás, los minimalistas no desdeñan los géneros tradicionales de la gran música; entre los acontecimientos más comentados de los últimos 10 años, hay que situar el estreno en Holanda de Satyagraha, ópera de Philip Glass con texto en sánscrito. Sayagraha continuaba la trayectoria inaugurada por otra ópera, Einstein on the beach, creada por Glass en colaboración con el discutido director teatral Robert Wilson. Con todo lo sorprendente de su contenido, estos espectáculos aspiran al tratamiento de las grandes óperas del pasado, y su ceremonial no es diferente del que rodea las presentaciones de esas óperas.

Sin embargo, algo cambia. Los discos de los autores repetitivos aparecen en las listas de éxitos de ventas de música clásica, pero no son los aficionados a esa música quienes los compran. Sucede lo mismo que ocurrió con las interpretaciones de Bach o Vivaldi con instrumentos originales, saludadas estusiásticamente por un público joven no distinto del consumidor de rock y jazz y acogidas con reticencia por los aficionados serios. En la mencionada presentación de Philip Glass en Madrid, todos los medios de información encargaron la crítica a sus especialistas en música seria. Pero lo más interesante del concierto fue ver por primera vez reunidos a los públicos de músicas muy distintas en un espectáculo sobre el que todos podían opinar.

Algo cambia

En resumen, la, situación de la música es optimista. Ya no lo es tanto la de los músicos. Su consideración ha mejorado desde aquellos tiempos en que eran siervos, pero no lo ha hecho tanto su posición . económica. Ésta cambia según los países, pero en términos generales se puede decir que el músico que pretenda seguir adelante habrá de buscarse una acogedora madre nutricia, sea una editora musical, una multinacional discográfica, una fundación, o el todopoderoso papá Estado. Le dirán que está comercializado o que se ha convertido en sumo sacerdote de un culto restringido, pero a cambio vivirá de la música.

Para terminar, fijémonos en un curioso fenómeno. Los participantes en el carnaval de la cultura han dejado caer sus máscaras, y se muestran, por lo menos en lo referente a la música, provocativamente individualistas, irritantemente -subjetivos. No es extraño que poetas d e vanguardia reivindiquen como máxima experiencia musical a las folclóricas más desorejadas; que litera tos y pensadores se manifiesten partidarios irredentos del tango y el bolero. Rafael de León es en salzado por académicos de la lengua, y las obras del maestro Quiroga se interpretan solemne mente en el teatro Real. En otros campos de la música sucede lo mismo; al hacer la historia de 30 años de rock, dylanianos ilustres cantan las excelencias de los músicos cutres que despreciaron en sus comienzos.

Hay que celebrar esta epidemia de sinceridad. Los aficionados a la música, milenaristas a diferencia del objeto de sus amores, se han lanzado a la busca de esa experiencia única que describió Eliot en The dry salvages. Ese instante en que la música es oída tan profundamente que no se oye en absoluto, sino que tú eres la música mientras dura la música". Ese momento llega sin avisar, pero cuando llega, las categorías ceden, y todo, aun el error, es admisible.

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