La reconciliacion de Curro
Salió el último toro que en esta feria le correspondía matar a Curro Romero. Un torete de Torrestrella, bonito y con buen son. Lo vio enseguida Curro, y salió del burladero con prisa y con rabia. Con la prisa y con la rabia que hacía ya más de veinte toros -medida que debe utilizarse para contar el tiempo transcurrido entre faena y faena de estos toreros mágicos- que no había acusado en la Maestranza. Paró al toro con dos suaves capotazos, y en la plaza empezó el siseo demandando silencio. Se estiró el Faraón en cuatro lances muy templados, con el paso atrás, y remató con media de padre y muy señor mío. La plaza, aunque sabía que esos lances no eran los que antaño habían hecho de Curro el novio de la Maestranza, estaba deseando reconciliarse con él, y se lo agradeció con una ovación. Era su última oportunidad. La de Curro, pero también la de Sevilla. Le animó con una ovación, yo diría más que clamorosa, amorosa. Curro, entonces, correspondió a ese primer paso que había dado Sevilla, como lo hiciera en la etapa más gloriosa de las relaciones de los dos amantes: Dibujó dos verónicas y media, ahora sí, de las intemporales. La claridad del toreo / es la claridad sonora / de la eternidad del tiempo, resumió Bergamín este arte que nos embarga, de vez en cuando, los sentidos.Y continuó el flirteo. Curro renunció a lo que tan acostumbrado tenía a la Maestranza: Ordenar al picador a que matara el toro. Ayer, ocurrió todo lo contrario; con un picotazo pidió el cambio de tercio, y la plaza, una vez más, confió en su Curro, pese a tantas y tantas infidelidades. Toma la muleta -y aunque iresulte tópico recordarlo-, el silencio es tan espeso que puede cortarse. Una guapa espectadora que al ver a Curro afligido en el primer toro le había entrado una penita, rayana en el ahogo, desparrama ahora, a diestro y siniestro, la inmensa satisfacción de su sonrisa.
El torete no quería colaborar en la reconciliación. Era mala celestina. Se fue a las tablas y hasta allí hubo de ir Curro a buscarlo para solicitarle su concurso. Se lo llevó a los medios, y con suavidad y temple lo toreo sobre la mano derecha; es verdad que sin apreturas. Pero la Maestranza estaba dispuesta a aceptar en ese momento todo aquello que Curro le dijera con la muleta. Porqué el toreo, como él cante, como la poesía se hace, pero algunas veces también se dice. Y Sevilla tiene memoria histórica de muchos requiebros de Curro con su muleta. Pero el toro. seguía hecho un malange. Por su, culpa en eso quedo todo. De todas formas, los amores de Curro con Sevilla ya no pueden ser encendidos como otrora. Ahora son serenos, como corresponde a la madurez del artista. Pero la reconciliación llegó, y yo he sido testigo. La feria próxima se iniciará con los novios reconciliados.
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