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IMAGFIC 87

Malos terrores en el ecuador del festival

La jornada de ayer en la sección oficial del Imagfic presentó dos películas con dos asuntos de los llamados de terror: terror político en la coproducción hispano-portuguesa La playa de los perros, dirigida por José Fonseca e interpretada por Assumpta Serna y Patrick Bauchau, y terror romántico, mítico y -es un decir- poético en la británica Gothic, del célebre Ken Russell.La película hispano-portuguesa La playa de los perros se ajusta a la fórmula de filme político con estructura policiaca, que ahora está muy en el candelero dentro de la producción del nuevo cine latinoamericano, sobre todo argentino y brasileño.

Tiene el filme un buen argumento y se sostiene sobre todo gracias a él, a su intriga y a la correcta realización del portugués José Fonseca e Costa. Pero La playa de los perros es una película de bastantes cortos alcances, que da tan sólo lo justo de sí misma para no aburrir al espectador, y nada más que eso consigue.

Gótico retorcido

De un terror más apoyado en las tradiciones clásicas del cine es, en cambio, el aparatoso y absurdo filme Gothic, del siempre aparatoso y frecuentemente absurdo cineasta británico Ken Russell, autor, entre otros globos hinchados, de Mahler, Los diablos, Mujeres enamoradas, El novio y Valentino.Una vez más, Ken Russell nos ofrece una película retorcida y altisonante hasta los bordes del ridículo. Cuenta -o quiere inútilmente hacerlo en ella- la famosa velada que tuvo lugar entre los poetas Byron y Shelley, con Mary, la mujer de éste, y el escritor Polidori, en la mansión Villa Diodati, en Suiza, el día 16 de junio del año 1816.

De esta velada, en la que los asistentes convocaron compulsívamente a sus fantasmas y sus pesadillas más íntimas -y de entre ellas salió, a través de los recuerdos de Mary Shelley, la idea de su Frankenstein-, Ken Russell toma el rimbombante aparato eléctrico, tanto de la tormenta exterior como de la interior, de los desmelenados personajes románticos y pretende unirlas en una sola.

Le sale a Ken Russell, en su Gothic, un engañoso engendro, como ya es casi habitual en la filmografia de este cineasta tramposo, retórico, superficial y sobrevalorado. El filme es un rosario de mentiras visuales, de trucos que encubren su trivialidad con aires sinfónicos y de todo tipo de amaños y oquedades.

En esta ocasión, y dado su enfoque abracadabrante de la legendaria noche de Villa Diodati, Russell se mueve a sus anchas, pues mete en la película todas las lentes deformantes que le viene en gana, juega a todos los horrores y sustos posibles, maneja los encuadres y los movimientos de cámara más retorcidos que pueda imaginarse, y al final, nada. Mucho ruido y pocas nueces. El estruendo del vacío. Un formidable asunto echado a perder por el epidérmico manierismo del cineasta británico.

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