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Presentación del Catálogo de Rodríguez Albert, el compositor de la mediterraneidad

La Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE) presenta esta tarde en su salón de la calle del Prado, 24, de Madrid, el catálogo completo de las obras de Rafael Rodríguez Albert, un compositor alicantino de fuerte personalidad y originales acentos perteneciente a la denominada generación del 27. Fallecido en 1977, el compositor, invidente, destacó por la mediterraneidad que impuso a sus obras.

La lectura de un catálogo, si está bien confeccionado, como en este caso, gracias al acopio informativo de José de la Vega Sánchez, suele resultar algo mucho más vivo de lo que a primera vista puede suponerse. A través de las fechas y las obras, de los estrenos y los premios, de los poetas elegidos y las formas predilectas tras la estadística se abre paso la humanidad. Setenta. y cinco años vivió Rodríguez Albert, nacido en 1902 como Joaquín Rodrigo, Jesús Arambarri, Evaristo Fernández Blanco, Antonio José, Martín Pompey y Martínez Chúmillas.Como en la de Óscar Esplá, en la música de Rodríguez Albert triunfa un sentimiento muy concreto que es determinante de un estilo: la mediterraneidad. No son precisas alusiones directas, aunque a veces las busque el músico con una intención concreta; basta con dejar correr un fluido Mediterráneo entrañado en el carácter al que la Iuz levantina enriquece como conciencia, ya que no puede hacerlo como evidencia.

Cuando se hablaba con Rafael, de modo análogo que en las charlas con el que fue su amigo, también invidente, Joaquín Rodrigo, nos olvidábamos de la ceguera. No había en el músico ausencia temática alguna, ni limitación de horizontes; se diría que más que ciego era un soñador con los ojos cerrados. Por otra parte, la falta de un sentido agudiza los demás, que se aprestan a sustituirlo. Funciona entonces una perspectiva acústica, una percepción de los aromas que en Alicante son almendro, salitre, dar y sequedad, una degustación del entorno, una extremada sutileza del tacto. Y hasta se agudiza, de modo particular, la memoria, no ya como recordación, sino como invención de lo que por sabido parece visto.

Pensemos en ciertos pentagramas de Rodríguez Albert para guitarra, para piano, para cuarteto y quinteto; pensemos en la Sinfonía del Mediterráneo o en la Sonata del mar y el campo para orquesta; en las canciones sobre Lope, Antonio Machado, Oliver, Garcíasol, Darío, De Luis o García Lorca; en las diversas evocaciones: el Quijote y su aventura, la antequeruela granadina que albergó la vida de Falla, las figuras de la pasión de Miró que para el compositor eran como Voces en la lejanía; en los caminos y las horas, las Imágenes de un solitario, las Estampas de Iberia. Nos daremos cuenta que ante nosotros hay una creación musical paralela a los senderos líricos de Gabriel Miró, a los primores detallistas de Azorín o a la música natural de la Marina, la Sierra o la Meseta.

Ideas y formas

Todo se esencializa en la voz sonora de Rodríguez Albert: las ideas y las formas, el pensar y el sentir, la meditación y la narración. Como si una larga creación musical que alcanza casi un centenar de títulos se ciñera, sumisa, al hablar suave y pausado del autor que le dio vida.Un autor que estudió mucho -en España, en el París de Rabel y Poulenc- y alternó los saberes musicales con los de filosofía y letras vino a ser al fin su propio maestro. Así sucede con todos los imaginadores auténticos: otros ayudan a iniciar el camino, pero sólo ellos deciden, con el paso de cada día, sobre la fisonomía de ese camino y el lugar a que conduce.

Es enojoso, pero necesario, insistir en un hecho: el injusto desvío de la sociedad en sus diversos estamentos hacia la obra de Rodríguez Albert y de tantos otros. De cuando en cuando aparece la reivindicación en bloque, el gran homenaje a toda una generación, pero se torna inmenso vacío cuando no se, cumple la dedicación individual de interesarse por la obra de 'sus componentes. La creación artística es algo estrictamente personal, insustituible con agasajos y recuerdos colectivos, que suelen ser otra forma de olvido distinta pero tan eficaz como la del silencio, la del ruido.

Aquí está, detallada punto por punto, la aportación de Rodríguez Albert a la cultura española. Si el catálogo que hoy se presenta sirve como incitación, y los pentagramas del músico alicantino suenan con mayor frecuencia, se habrá cumplido un servicio a la sociedad.

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