EE UU y la Comunidad Europea, dos integraciones diferentes
La Constitución federal norteamericana nació hace dos siglos tras intensos forcejeos entre los Estados
El hecho de que este año se cumpla el 30 aniversario del Tratado de Roma y el segundo centenario de la Constitución de Estados Unidos de América habla por sí solo de las distintas circunstancias en que nacieron ambas cartas: una economía de subsistencia, una actividad gubernamental mínima por encima del nivel local y un país aislado de finales del siglo XVIII frente a las complejidades inherentes a un grupo de naciones europeas de la segunda mitad del siglo XX. Incluso la guerra, que fue el catalizador de ambos proyectos de unión, tuvo un carácter distinto a cada lado del Atlántico: una guerra colonial en América y una guerra de rancia rivalidad en Europa.
La Constitución de Estados Unidos de América nació en 1787 después de un período crítico que estuvo a punto de costar la existencia al país recién independizado de Inglaterra. De 1781 a 1787 las antiguas 13 colonias se rigieron por una laxa carta que dejaba al Gobierno central desprovisto de los medios básicos de subsistencia.Los 13 Estados de la Confederación retenían todos los poderes que no eran explícitamente delegados al Gobierno central, al tiempo que el Congreso carecía de instrumentos para imponerles obligaciones.
La Confederación
El Ejecutivo de la Confederación estaba sometido a la voluntad de los Estados: necesitaba la aquiescencia de al menos nueve de ellos para entrar en guerra, establecer tratados, acuñar moneda o redactar presupuestos.
Los artículos de la Confederación eran poco más que papel mojado, pues los Estados actuaban a su libre albedrío en función de los propios intereses y de su propia fuerza. Los países europeos estaban desconcertados y sin saber si estaban tratando con una nación o con 13 Estados.
En el interior no existía una ley federal ni una reglamentación comercial. Las políticas exterior y de defensa eran minadas por los propios Estados.
"Nuestras medidas no están bajo la influencia ni la dirección de un consejo, sino de 13, cada uno de los cuales se mueve por políticas y puntos de vista locales. Estamos pretendiendo lo imposible", dijo George Washington.
Era cuestión de ser o no ser. Una fuerte motivación, la necesidad económica, la carencia de alternativas racionales, la unión embrionaria, imaginación y la voluntad se aliaron para poner fin al caos y crear una Constitución que formó un Gobierno central fuerte dotado de poder coercitivo. Tras seis años de titubeos quedaron consolidados los fundamentos de Estados Unidos de América con todos los atributos de un Estado unificado, entre ellos los de las políticas económica, exterior y de defensa.
Los organismos que surgieron del Tratado de Roma, sellado 30 años atrás -Consejo de Ministros, Comisión, Parlamento, Tribunal de Justicia-, afinados con añadidos posteriores como los del Consejo Europeo de jefes de Estado y de Gobierno, los recursos propios, el Sistema Monetario Europeo o el Acta única Europea, guardan sólo remotas semejanzas con el período crítico norteamericano.
Pero si algún día llega a constituirse una federación europea será muy distinta a la norteamericana. Europa no está formada por Estados relativamente homogéneos e históricamente virgenes como lo eran los 13 que constituyeron la Unión dos siglos atrás.
La empresa europea está teñida de ambigüedad y reticencia, corroída por intereses nacionales y sectoriales y al borde de la bancarrota. La situación de hace 200 años en América era parecida, con suspicacias entre los Estados de Nueva Inglaterra -industriales y comerciales- y los de un Sur apegado a una economía de la plantación, con las correspondientes diferencias de intereses entre los sectores urbano y rural. No había una política agraria común que sangrase los presupuestos porque apenas existía el Tesoro.
Precisamente uno de los primeros desafíos que tuvo que solucionar George Washington al amparo de la nueva Constitución fue el de unos granjeros de Pensilvania que se negaban a pagar impuestos.
El presidente hizo notar manu militari a los rebeldes el cambio institucional. Estados Unidos no era ya una confederación impotente, sino una sólida república federal con un Gobier no capaz de hacer cumplir la Carta.
La Europa comunitaria, en cambio, que no consigue establecer una política de defensa autónoma y a duras penas pergeña algunas posiciones en política exterior, muestra muy escasa capacidad para adaptar sus políticas e instituciones a las situaciones cambiantes.
A ojos de Estados Unidos la Europa de los doce es un eunuco político-militar empantanado en disputas nacionalistas.
Cesión de poderes
Al otro lado del Atlántico, la cesión de poderes por parte de los 13 Estados al Gobierno central, que no fue fácil de conseguir y suscitó intensos debates, se matizó con una enmienda constitucional según la cual "los poderes no delegados a Estados Unidos por la Constitución ni prohibidos por ella a los Estados están reservados a los Estados o al pueblo,".
En torno al portillo de autonomía abierto por esta enmienda se libró la Guerra de Secesión, que entre 1861 y 1865 enfrentó al Norte y al Sur, y una nueva enmienda hubo de poner cotas a su libre interpretación.
Hoy, los 50 Estados de la Unión tienen una estructura paralela a la federal con sus propios Parlamento, Gobierno, Tribunal Supremo y Constitución. Todos los Estados mantienen competencias en materia de sanidad, moralidad, seguridad, legislación laboral y educación.
Aún a partir de la Comunidad Europea, Europa tiene probablemente demasiada historia para constituir unos Estados Unidos a la imagen de los de América.
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