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La última encíclica de Juan Pablo II tiene un fuerte contenido milenarista

Juan Arias

La encíclica mariana Redemptoris Mater, de Juan Pablo II, que será presentada mañana, miércoles, por el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto del ex Santo Oficio, tiene un fuerte tono milenarista, no ofrece ninguna novedad y da sólo a entender que el Vaticano tiene la intención de hacer un documento sobre la Virgen y el feminismo. La encíclica, que lleva la firma autógrafa del Papa y está firmada el día 25 de marzo, tiene 111 páginas en el texto italiano, del cual ha sido traducida a todos los otros idiomas, incluso el latín.

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La encíclica tiene una introducción, tres partes con tres capítulos cada una y una conclusión. Las citas son 147. La mayor parte son tomadas del Concilio Vaticano II. Los papas más citados son Pío XII, Pío IX y Pío X. No aparece ninguna cita de Juan XXIII, ni es citado ningún autor de este siglo. Hay una cita de La divina comedia, que esta recogida del Concilio.En realidad, la encíclica es una especie de meditación bíblico-patrística, de difícil lectura ya que es un laberinto de citas entre comillas o de frases subrayadas recogidas del evangelio o de otras encíclicas.

La impresión es que se trata de un material que le ha preparado al Papa un grupo de especialistas, con el cual ha elaborado el texto.

Ya desde el principio queda claro el tono milenarista de esta encíclica cuando afirma en la página seis que "la circunstancia que hoy me empuja a tratar este argumento (de la Virgen) es la prospectiva del año 2000, ya muy cerca, en el que el jubileo bimilenario del nacimiento de Cristo orienta al mismo tiempo nuestra mirada hacia su Madre".

Y añade que aunque "no es posible conocer la fecha cronológica del nacimiento de María, es una constante por parte de la Iglesia que ella apareció antes de Cristo en el horizonte de la historia de la salvación".

Y más adelante insiste en que al término de este milenio, nosotros los cristianos... sentimos el deber de subrayar la presencia singular de la Madre de Cristo en la historia, especialmente en estos años anteriores al año 2000".

Es difícil no ver aquí el eco de los secretos de Fátima en los que el papa Wojtyla ha creído siempre con fuerza. En la encíclica no se habla expresamente de ello aunque al exaltar la función de los santuarios marianos cita Fátima, Lourdes, Guadalupe y Czestochowa. Y mientras en los mensajes de Fátima se insiste en la necesidad de la conversión de Rusia para evitar la destrucción del mundo por una catástrofe atómica, la encíclica pone de relieve que durante este año mariano, proclamado por el papa Wojtyla, se va a celebrar también el milenio del bautismo de Rusia. Y hace la apología de los iconos de las vírgenes orientales.

Llama a los cristianos ortodoxos "hermanos desunidos" y no "separados", e insiste en la importancia de que estos cristianos ortodoxos orientales aceptan casi todas las verdades marianas de los católicos, en contraposición a los cristianos protestantes que mantienen aún muchas reservas sobre la teología mariana católica.

Quizá por ello Juan Pablo II en esta encíclica repite machaconamente que sólo Cristo es el "único mediador" entre Dios y los hombres, uno de los puntos más delicados de fricción. Pero dicho esto el Papa hace una tal exaltación de María que lo empuja a decir que si es verdad que la mediación de María es sólo "materna", se trata sin embargo de "una mediación especial y excepcional fundada en la plenitud de la gracia" (página 83).

Y por lo que se refiere al tema tan manejado hoy por la teología de la liberación sobre la función revolucionaria de María en la historia con el canto del Magnificat considerado por la teología moderna como una especie de "manifiesto de los oprimidos", el Papa lo aborda en la encíclica pero sin profundizarlo. Más aún, se limita, en una página tan rica de significado y que constituye el corazón de la nueva teología mariana, a citar el documento firmado por el cardenal Ratzinger, prefecto del ex Santo Oficio sobre la teología de la liberación, donde se dice que no se puede separar "la verdad sobre el Dios que salva, de la manifestación de su amor de preferencia por los pobres y los humildes". Por otra parte, resuenan en el nuevo documento del papa Wojtyla los tonos de la evangelización como "desafío" -una palabra muy usada en el texto- que caracterizan su espiritualidad. En la conclusión afronta este tema del desafilo de los creyentes frente al año 2000, una fecha a la que Juan Pablo atribuye también aquí como una fuerza mágica.

Sacerdocio de la mujer

Por lo que se refiere al delicado problema del "sacerdocio de la mujer", de la encíclica ha desaparecido la frase que, al parecer, figuraba en el primer texto y en la que se afirmaba que María "no había sido sacerdote" y que tanto preocupaba, por ejemplo, a los obispos norteamericanos.La idea queda implícitamente, y, por tanto, más matizada cuando afirma que María "no figuraba entre los discípulos que Jesús envió por todo el mundo para enseñar a todas las naciones". María, dice el Papa, "no recibió directamente esta misión apostólica". Mientras insiste en la función "espiritual, "íntima" de María, y citando a San Juan de la Cruz, sobre el cual el papa Wojtyla hizo su tesis de doctorado en Roma, habla de una especie de "noche de la fe" por la que pasó la Virgen, una especie, dice el Papa, de "particular cansancio del corazón".

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