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LA CULTURA ESPAÑOLA ENTRE DOS MILENIOS / 1

El interés por el crepúsculo

"Somos un país que hace mucho no toma iniciativas culturales como tal país", dice Luis de Pablo

Antes de responder sobre lo que a su juicio será la esquina del milenio, el sociólogo Jesús Ibáñez se pregunta si habrá tal cosa, si habrá un año 2.000. Ibáñez, de 58 años, es catedrático de métodos y técnicas de investigación social en la universidad Complutense de Madrid. Y no habla como un milenarista, o no sólo. Es decir, que no sólo se reriere a la posibilidad de un bombazo. "Aquí se ha perdido toda sensación de futuro", dice. "Ni en la política ni en el arte se ve el año 2.000. ¿Es acaso el fin de la historia?", se pregunta. "En España se ha perdido la búsqueda del sentido de la historia".Pese a los tañidos de unas cuantas campanas que en los años recientes han informado de un supuesto interés mundial por algunas facetas de la cultura española -el cine, la moda, la nueva cocina vasca o la arquitectura de hielo de los rascacielos de la Castellana-, no es fácil encontrar intelectuales que particípen de ese optimismo y coincidan en la visión de un renacimiento. El diagnóstico sigue siendo realista, pesimista según se mire, de un tono emparentado, aunque sea remotamente, con el noventayochismo, cuando España perdió las últimas islas del imperio y se ensimismó, y así fructificó la angustia de Unamuno y la pesadumbre de Machado.

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"La movida madrileña es una chorrada, lisa y llanamente", dice, por ejemplo, el compositor Luis de Pablo, de 57 años. Se mantiene más la fe en la posibilidad de genios -Cervantes, Ramón y Cajal...- que en una nueva sociedad de la que salgan artistas y pensadores de una forma no forzosamente heroica.

Pese al lastre de un largo aislamiento vivido por el país, en Espafla se produce "un despertar tremendo: en el cine, en la filosofía", opina Jesús Ibañez. Lo nuevo se abre paso, a pesar de "los de antes y de la nueva tecnocracia que se está aupando al poder".

Las ruinas, los balances

Por lo demás, no parece que sean en Europa tiempos de entusiasmo. El pensamiento, por ejemplo. "El pensamiento europeo, y vicarlamente el español", dice Jacobo Muñoz, de 44 años, catedrático de Historia de la Filosofía en la universidad Complutense de Madrid, "ha entrado en un período de revisión de los paradigmas del siglo XX: el marxismo, la filosofia analítica, la filosofia de la ciencia. Se produce un gran interés por los fines de siglo, los crepúsculos, las ruinas, los balances... es un tierripo de autoindagación".

"Somos un país que hace mucho no toma iniciativas culturales como tal país", dice Luis de Pablo. Así, en España se vive de las modas que imponen otros, y ,la lo más que se aspira. es a parecerse a la Costa Oeste, la Filarmónica de Berlín o el heavy metal'. El grueso de la población no se toma la cultura en serio, dice De Pablo, porque nadie le ha enseñado a respetarla. "Y la razón es rutilante: porque de la cultura no vive nadie".

Jacobo Muñoz, catedrático de Filosofía de 44 años, pregunta al periodista si no percibe, como si se tratara del rumor del tráfico en el barrio periférico donde vive, el cansancio del país. "Es como si la transición le hubiera dejado agotado". Y explica: "El mundo de la cultura no hace más que revivir el pasado. Conmemoraciones de García Lorca, Unamuno, Valle-Inclán... Parece que nadie quiere reflexionar a fondo sobre la transición".

La gente de la cultura, añade, se mueve con un gran realismo que le ha hecho apresurarse a hacerse con cátedras, becas, cargos varios tan pronto como la cultura se ha convertido en una posible bandera política. Por lo demás, dice Muñoz, no parece haberse producido una excesiva renovación en el paisaje: buena parte de las individualidades que hoy se consagran ya despuntaban en el último franquismo. Sólo el ministro de Cultura, sobre: todos los consultados, muestra un optimismo sin resquicios cuando habla del momento actual de la cultura en España. "Está de moda", repite el ministro. "Es un país vivo, creativo, incluso, en la política y en la cultura". Advierte contra "la tentación de creer que debemos hacer la gran obra. Lo que debemos hacer es muchas microobras: para antes del año 2.000, por ejemplo, crear una red de teatros y llevar a buen puerto los 16 o 17 auditorios proyectados".

Audaces italianos

Cuando se le recuerdan ciertas limitaciones de la cultura española, Solana afirma: "No hay que estar flagelándose todos los días". En cualquier caso, advierte que no puede haber un exceso de dirigismo cultural por el Gobierno. "La Administración debe ir por delante en la entrega de equipamiento, y junto a la sociedad en las iniciativas.

Ante las comparaciones inevitables, afirma: "El eje de la Castellana, en Madrid, es más ¡inportante que una pirárnide frente al museo del Louvre". [El ministro se refería al eje madrileño que terminará el Centro de Arte Reina Sofía la estación de Atocha, y a la gran pirámide de acero y cristal que realiza frente al museo del Louvre, en París, el arquitecto chino-norteamericano Ieoh Ming Pei.]

España es una nación poco experimental y audaz, dice Muñoz. "Padece un sistema educativo con un rebajamiento de la exigencia impresionante".

"Producir e innovar requiere tradiciones, y las tradiciones necesitan mucho esfuerzo conjunto", añade. "Basta ya de grandes islas, que además ya no creo posibles". Como línea de conducta, Muñoz recomienda lo que llama "la audacia en el eclecticismo de los italianos". "Italia es un país en el que podríamos mirarnos. Chupan de aquí y allá, lo fagocitan todo, lo transforman".

"No veo que se esté gestando algo serio en España", dice sobre el pensamiento. Un objetivo puede ser "luchar por mantener el nivel de información alcanzado".

Luis de Pablo piensa que España ha perdido demasiado tiempo en el pasado. A su modo de ver, si París se atrevió en su día a realizar la torre Eiffel o el Centre Pompidou, es porque "los franceses son conscientes de estar haciendo la historia".

Es posible que los deseos de cambio acaben produciendo una mejora, dice De Pablo, "pero dudo que las personas encargadas de llevarla a cabo sepan cuál es el camino a seguir. El progreso en España respecto al siglo XIX es gigantesco, pero los demás también lo han hecho, y ¡a qué ritmo! Seguimos a una distancia enorme".

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