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Reportaje:

La emperatriz de Washington

Nancy Reagan se ha convertido en el poder real detrás de la debilitada imagen de su marido

Francisco G. Basterra

Cuando se duda abiertamente en Washington de la capacidad física y mental de Ronald Reagan para ejercer la presidencia, su esposa, Nancy, se convirtió esta semana en el centro de una polémica con acusaciones de que toma decisiones políticas por su marido y ha pasado a ser de hecho la verdadera influencia detrás del trono. El Irangate ha revelado una Casa Blanca parecida a una corte de los milagros. La Prensa describe a Nancy como la "reina sedienta de poder", tapando al debilitado monarca desnudo por el escándalo, moviendo los hilos y realizando todo tipo de intrigas.

Al menos en una ha triunfado. Nancy consiguió por fin el cese del jefe del gabinete presidencial, Donald Regan, con quien mantenía una venganza personal desde hace meses y al que culpaba de no haber protegido a su marido del desastre político de la venta de armas a Irán. Las pasadas Navidades convocó en California a sus amigos millonarios y a los leales y preparó su sucesión. Pero ha tenido que esperar dos meses hasta lograr convencer al presidente.El sucesor de Regan, Howard Baker, ha afirmado que Nancy, "cuando saca el genio, puede ser un dragón", y se ha apresurado a pactar con ella un acuerdo mutuo de no agresión. Nancy realiza una media de 10 llamadas diarias al jefe del gabinete presidencial. Los amigos de la pareja presidencial aseguran que Nancy quiere conseguir a su marido un puesto en la historia, con un acuerdo de limitación de armas nucleares con la URSS y, una nueva cumbre con Mijail Gorbachov.

"Es cierto que es la pripcipal confidente del presidente, a quien haría todo lo posible por proteger, pero no distingue un misil intercontinental de uno de crucero", explica Paul Laxalt, íntimo de los Reagan.

"Todo esto es una ficción despreciable de la que mucha gente debiera avergonzarse", afirmó irritado el miércoles el presidente a preguntas de la Prensa. Nancy está también muy molesta por los comentarios que han hecho escribir a William Safire, en The New York Times, que "en un momento en el que Reagan necesita dar una imagen de fuerza está siendo debilitado y hecho aparecer como cobarde e impotente por la interferencia política de su mujer. "La productora, directora y coreógrafa del espectáculo de la caída de Regan ha sido la mujer del presidente", afirma The Wall Street Journal.

Un lugar en la historia

¿Que mueve a esta dama de 65 años, de apariencia frágil, rostro estirado en varias ocasiones y sonrisa perpetuamente extasiada ante su Ronnie, con el que parece vivir un constante enamoramiento? Según sus amigos, sólo una preocupación maternal por la salud física y política de su marido. "Actualmente, su gran obsesión", afirma un funcionario de la Casa Blanca, "es el lugar de Ronald Reagan en la historia".Nancy se dio cuenta bastante antes que el presidente de la gravedad del Irangate, Y ha visto, con cólera creciente, la catastrófica actuación de los principales asesores de su marido, a quienes acusa de haber puesto su reputación personal por encima de los intereses del presidente.

Nancy, estiman quienes la conocen bien, lleva 35 años de matrimonio con Ronald Reagan protegiéndole y cubriendo sus insuficiencias. "Es su auténtica alter ego. Confía en ella más que en ninguna otra persona". Tiene instinto político y ve el peligro antes que su marido. Vigila especialmente a los principales colaboradores y reacciona activamente cuando cree que no le están sirviendo bien.

Ya cuando Reagan era gobernador de California, pero sobre todo desde que llegó a la Casa Blanca, la primera dama controla la agenda presidencial en un intento de evitar jornadas demasiado largas y duras a su marido. Tras la operación de próstata del presidente, a comienzos de enero, Nancy se empeñó en reducir su vida política al mínimo durante las seis semanas de recuperación prescritas por los médicos. También redujo los detalles de la operación suministrados a la Prensa.

Nancy chocó frontalmente con Donald Regan sobre el contenido del discurso del estado de la Unión del 27 de enero y sobre el momento de pronunciarlo, que quiso retrasar. Regan, consciente de que el país tenía una sensación de vacío presidencial, intentó que Reagan diera una conferencia de prensa y contraatacara. Nancy lo prohibió, y hace unos días le colgó le teléfono al jefe del gabinete presidencial, diciéndole: "Ten tu maldita conferencia de prensa".

Fue su sentencia de muerte. Comenzó a decirse que el presidente era incapaz incluso de arbitrar, una disputa entre su esposa y su principal colaborador político. Pero Nancy, ayudada por el informe Tower, que calificaba a Regan de "primer responsable del caos", logró su objetivo. Y fue tanta su satisfacción que anunció, antes incluso de que lo hiciera oficialmente la Casa Blanca, el nombramiento de Howard Baker en un comunicado con un plural mayestático: "Estamos muy contentos" por su llegada.

Larga mano

La larga mano de Nancy se ha visto aparecer en la caída de media docena de personajes políticos importantes, desde el ex gerente de la campaña presidencial de 1980, John Sears, hasta Regan, pasando por Richard Allen, ex consejero de Seguridad Nacional. Alexander Haig culpa a Nancy de su salida del Departamento de Estado.La primera dama ha dicho recientemente que George Shultz "ha traicionado" a su marido al despegarse públicamente del Irangate. Algunos de estos comentarios se los filtra a su amigo George Will, el columnista conservador más influyente del país. No se rodea siempre de los mejores consejeros. Uno de ellos, Michael Deaver, que fue jefe adjunto del gabinete presidencial, está a punto de ser acusado de perjurio en una investigación judicial por presunto tráfico de influencias.

Se le compara con Edith Wilson, la inujer de Woodrow Wilson, que sustituyó prácticamente al presidente entermo en su última etapa. Pero Nancy aún no ha llegado a los extremos de Rosalynn Carter, que se sentaba en algunas reuniones del Gabinete. Nancy, que en el primer mandato fue muy criticada por su frivolidad y ostentación, sólo preocupada por la vida social en un ambiente de millonarios y gastando en costosas vajillas y trajes exclusivos con el país inmerso en una recesión, ha ganado popularidad gracias a su dedicación a una campaña antidroga.

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