El síndrome es el postre
Todos los componentes de la comunidad reconocen que forman un grupo de alto riesgo de padecer el SIDA. Pero todos también se rebelan ante la idea de que las víctimas sean tratadas como apestados. "El SIDA no es la lepra", protesta una de las jóvenes, P. C., de 23 años, para resaltar que el contagio no se produce por el mero contacto con la piel del enfermo. "Parece que volvemos a la época medieval, en que se metía en un castillo a los que tenían enfermedades infecciosas", apostilla R. A., de 20 años.Ninguno afirma haber sentido el impulso de abandonar la comunidad tras el fallecimiento de Vicente. "Todos somos conscientes de que podemos tener el SIDA y de que somos un grupo de alto riesgo" confiesa M. P., de 30 años. "Antes de lo de Vicente, muchos éramos ya portadores", insiste otro participante en la conversación, "así que, para nosotros, el riesgo de sufrir el SIDA es el mismo. Quizá esto, que haya muerto, para lo que puede servir es para concienciar a la gente que está fuera".
En las reuniones que celebran cada noche la tenue luz de las velas, asentadas en los desconcha dos cabezales de las literas metálicas, estimula la sinceridad del grupo. "Sí que se tiene miedo a morir", se atreve a reconocer A. M., de 24 años. "Pero si pensáramos todo el día en que dentro de cinco años nos puede salir el SIDA, no haríamos nada, no podríamos pensar en curarnos, que es lo que necesitamos. Aquí has venido a una cosa, y por eso es por lo que luchas".
"Además, sentencia R. R., de 23 años,para explicar por qué ninguno ha decidido abandonar Hontanillas tras la muerte de Vicente, "el SIDA es sólo uno de los problemas que tienes. El SIDA es el postre".
"A lo que tenemos miedo", sentencia una voz arropada por el asentimiento generalizado del grupo, "es a que se nos acabe pronto el dinero y nos tengamos que ir".
