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La debilidad impulsó al M-19 a plantear el diálogo con el Gobierno colombiano

La propuesta del grupo guerrillero colombiano Movimiento Diecinueve de Abril (M-19) al Gobierno del presidente Virgilio Barco de desmilitarizar ciertas áreas del país y entablar conversaciones que conduzcan a una tregua parece estar motivada por la crisis de la organización armada tras los reveses sufridos en los últimos meses. El M-19 envió el pasado 26 de febrero un mensaje al consejero presidencial para asuntos de paz, Carlos Ossa, en el que exponía su disposición a dialogar con el Gobierno y ordenar a sus militantes que se retiren de los sectores poblados por comunidades indígenas en el suroeste del país, a cambio de que el Ejército también abandone esas áreas.

El plan pacificador de los insurgentes sorprendió en medios oficiales. La impresión generalizada es que detrás de la propuesta se esconde la debilidad de una organización asediada por las fuerzas armadas que ha perdido un gran número de militantes en 1986, incluidos su máximo dirigente, Álvaro Fayad, y su principal estratega militar, Gustavo Arias. El M-19, además, se encuentra arrinconado en la región suroccidental del país.Desde el asalto al Palacio de Justicia de Bogotá, ocurrido el 6 de diciembre de 1985, el M-19 ha visto eclipsarse la simpatía que despertaba en algunos sectores de intelectuales y de gentes de escasos recursos.

A la ocupación del edificio judicial siguieron acciones poco comunes en la estrategia de la organización, como el atentado frustrado contra el ex ministro de Interior, Jaime Castro, realizado a mediados del año pasado.

De forma paralela, el cerco represivo contra el grupo insurgente se fue cerrando y numerosos militantes fueron torturados por miembros de los organismos de seguridad.

Tras la muerte de Fayad, en marzo del año pasado, pasó a encabezar la plana mayor del grupo guerrillero Carlos Pizarro. El nuevo jefe del M-19 se empeñó en lograr una emulación de los ejércitos de Simón Bolívar, el general que logró la independencia de varias repúblicas latinoamericanas de la corona española. Así, reunió guerrilleros del M-19, del grupo ecuatoriano Alfaro Vive y peruanos del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru, y los integró en el denominado Batallón América, cuyo teatro de operaciones se centró en el suroeste colombiano. Esta experiencia guerrillera trinacional se saldó con el fracaso, y las ruidosas operaciones del comienzo terminaron desapareciendo

Experimento unitario

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En otro frente, el M-19 se integró en la Coordinadora Nacional Guerrillera (CNG), que aglutinó además a otros cinco grupos alzados en armas de Colombia. El nuevo experimento unitario descartó de plano cualquier contacto con el Gobier no y amenazó con un recrudecimiento de su actividad.Pero fue más el ruido que las nueces, puesto que las incursiones de la CNG se limitaron a intermitentes atentados de uno de sus integrantes, el Ejército de Liberación Nacional, a instalaciones petroleras y esporádicas ocupaciones de pequeñas poblaciones.

Desde mediados de 1986 el suministro de informaciones del M-19 dejó de llegar a las salas de redacción y emisoras de radio. Este hecho también mostró con nitidez la crisis del aparato propagandístico del grupo.

Se llegó al mensaje dirigido al Gobierno de Barco, que firmado por uno de sus máximos dirigentes, Otty Patiño, planteó un regreso del grupo al diálogo, que rompió en junio de 1985, después de haber logrado en agosto de 1984 un acuerdo de tregua con el Gobierno de Belisario Betancur.

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