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LA LIDIA / FESTIVAL EN LAS VENTAS

El toro que los hará líderes

Hay planteada una seria competencia entre figuras para alcanzar el liderazgo de la fiesta. No se trata de un montaje. Los toreros han sacudido su habitual conformismo y reclaman la supremacía. De estos había ayer en Las Ventas dos, por lo menos, y se vio que, en efecto, de ninguna manera van a permitir que nadie les pise el terreno. Así que, para empezar, exigieron los toritos más cómodos, blandengues y sumisos que se pudieran encontrar por dehesas y cortijos. Hicieron lo que debían, por otra parte: ese es el tipo de toros que les ha de convertir en líderes.El público, que abarrotó la plaza, tampoco les exigía mayores proezas, pues se trataba de un festival y en los festivales, ya se sabe, el toro puede salir afeitado (afeitado salió: alguno hasta las orejas), y el cumplimiento del precepto de las tres varas puede suplirse con una de disimulo (con una de disimulo se suplió: la severa afición silbaba El sitio de Zaragoza cuando cambiaban los tercios tras un picotacillo). Hubo sus excepciones, desde luego: el toro toro de la tarde le correspondió al novillero, y al veterano, el único con fuerza para soportar un tercio de varas en regla. La fiesta, siempre tan coherente.

Festival en homenaje a Yiyo

Toros de Juan Pedro Domecq, Jandilla (2º, 4º y 6º), Gabriel Rojas, Bernardino Piriz y Murube, afeitados. Antoñete: ovación con pitos y salida al tercio. Manzanares: oreja. José Luis Palomar: aplausos y saludos. Espartaco: oreja. Pepín Jiménez: vuelta. Sánchez Cubero: aplausos y salida al tercio. Paco Machado: vuelta.Plaza de Las Ventas, 1 de marzo.

Ese toro fuerte para Antoñete, colorao, bajo de agujas, tenía su importancia pues aunque manso en varas y lidiado con carreras, amontonamientos, traspiés, jeribeques y polvaredas propios de una capea, embestía con casta, humillando lo mismo que si fuera bravo. El maestro madrileño, que reaparecía, lo embarcó al natural con el sabor propio de su torería, en un derechazo no lo vio claro y cuando volvió a echarse la muleta a la izquierda los pases ya salieron menos hondos.

Tampoco era como para mesarse los cabellos, visto lo que ocurrió después. La hondura es consecuencia de la cargazón de la suerte, esta el alacet del edificio del toreo, y de tal fundamento no volvió a haber, en horas. Seguían Manzanares y Espartaco, aspirantes a líderes. Manzanares, en vez de cargar la suerte la descargaba, ya desde las verónicas, para que no existieran dudas sobre sus propósitos, y en los muletazos metía el pico, aunque corrió bien la mano. Espartaco tampoco cargaba la suerte, ¿para qué?, y en su lugar alborotó bullicioso metido entre las astas romas, intercaló espaldinas y giré dos molinetes buenos de verdad. El público ovacionó con fuerza a ambos candidatos, admirado de su pasmosa quietud ante la acezante sumisión de los borregos que tenían delante. ¡Por el borrego al liderazgo!

Al toro de Espartaco, El Ecijano lo banderilleó reunido, salió de la suerte andando, y fue aclamado. Juan Cubero, en su turno, también prendió dos excelentes pares. Hay torería de la buena en los peones.

Torear marcando los tiempos, con naturalidad y finura de estilo, eso lo hizo -horas después de Antoñete- Pepín Jiménez, frente a otro borrego, por cierto. Se le diría de Triana, ¡y es de Lorca! Antes había estado animoso Palomar con un toro que le punteaba, y pródigo Sánchez Cubero, después. Ahora bien, el toreo de Sánchez Cubero ya se lo habíamos visto a Manzanares, y además en el epígono resultaba monótono, insustancial e interminable. Paco Machado lanceó valentísimo, consiguió buenos derechazos y en los naturales el toro le venía ancho, largo, alto. De todo le venía, y resolvió con decoro la difícil papeleta. Ese no era toro para un liderazgo. Los anteriores sí, casi todos. Los caminos de esta temporada crucial para líderes ya están marcados, nada más empezar.

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