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37º FESTIVAL DE CINE DE BERLÍN

La expectación ante el nuevo cine ruso, frustrada por la ingenuidad de Sokurov

La curiosidad rodeaba a la primera película del lote soviético: Cruel desconsuelo, de Alexandr Sokurov, cineasta cuya heterodoxa obra ha sido avalada por el quinto congreso de la Asociación de Cineastas Soviéticos, que preside Elem Klimov, cuyo Adiós a Matiora clausarará la sección oficial el día 3. El filme de Sokurov tiene el mérito de la radicalidad y el riesgo, pero es formalmente muy ingenuo y, aunque contiene algunas imágenes fuertes y originales, decepcionó. Entusiasmó en cambio una reliquia de Rotiben Mamoulian, El alegre bandildo (1936), reconstruida por la universidad de Los Ángeles.

El actual director del festival, Moritz de Hadeln, dijo hace unos días que su objetivo es combinar el cine que sigue las corrientes en boga con el que conlleva los riesgos de la innovación. La jornada de ayer cumplió obedientemente ese mandato y nos dio una de cal y otra de arena, una a favor de corriente y otra contra ella, jugando con dos barajas sin ningún disimulo.La película norteamericana Buenas noches mamá, entra en el chorro de cine sentimental que Hollywood y sus alrededores preparan como recambio para los mamporros de Rambo y las piruetas de Indiana Jones, que al parecer son ubres ya ordeñadas hasta la última gota.

Transcribe literalmente, con unidad de tiempo incluida, lo que convierte a la película en una sola larguísima secuencia, una obra de teatro, ya estrenada en España, que aborda un asunto muy grave y de apariencia profunda, pero lo hace con recursos epidérmicos y un juego dramático sostenido en las facilidades de un uniforme diálogo de dos personajes, interpretados impecablemente por dos actrices muy expertas, como son Anny Bancroft y Sissy Spaeck.

La cámara del director Tom Moore persigue con corrección y mansedumbre el preciosista bordado de comportamientos de las dos actrices y todo se queda ahí, en un competente pero superficial ejercicio escolar a favor de corriente.

El riesgo llegó esta vez de donde nunca llegaba: del cine soviético. Cruel desconsuelo, de Sokurov, es un filme de planteamiento difícil, de esos que salen bien uno de cada 50. El valiente Sokurov se sube al alambre sin red y, qué remedio, se da un trastazo contra ese duro suelo que es la paciencia del espectador. Hora y media de singularidades da lugar a una sensación final de rutina; hora y media de imágenes insólitas conducen a un sabor con residuos de algo ya conocido

Dos clásicos

La película se parece demasiado a Swest Movie, de Dusan Makavejek, pero carece por completo de su gracia, agilidad y desparpajo. Está llena de intenciones y casi desierta de logros y pretende ser una obra de vanguardia que, por nacer vieja, entra en el redil de las retaguardias. El nuevo cine soviético, del que se espera mucho en esta edición del Festival de Berlín, por ahora ha dado muy poco.Quienes, en cambio, dieron la medida del gran cine fueron dos clásicos: el ya citado El alegre bandido de Mamoulian, y la reposición, en homenaje al recientemente fallecido Alfred Bauer, fundador de este festival y su director durante 26 años, de La noche, de Antonioni, que ganó el Oso de Oro en 1961, y era éste uno de los grandes orgullos del recordado Bauer, cuya poderosa personalidad hizo del Festival de Berlín una plataforma para el lanzamiento de ese cine innovador, arriesgado y buscador de caminos sin explorar que hoy sólo se encuentra con lupas tan averiadas como la que usó quien nos dijo que la película de Sokurov nos iba a sorprender. ¿Desde cuando el aburrimiento sorprende a nadie?.

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