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Tribuna:LOS FRESCOS DE LA CAPILLA SIXTINA
Tribuna
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Confundir misterio con mugre

Hace algún tiempo, el equipo de restauración de los Museos Vaticanos (encabezado por el profesor Colallucci e integrado, entre otros, por Maurizio Rossi, y contando con Fabrizio Mancinelli como experto en historia del arte; patrocinado por una gran cadena de televisión japonesa) comenzó la restauración de la bóveda de la capilla Sixtina, pintada entre los años 1508 a 1512 por Miguel Ángel en la técnica pictórica conocida en nuestro país como al fresco, y que en Italia, país que se atribuye la invención (?) de la misma, se conoce como buen fresco. Esta técnica basa su endurecimiento en la recarbonatación de la cal apagada por efecto sobre ella del anhídrido carbónico del aire. No existe, pues, ningún tipo de aglutinante orgánico (cola, aceite, temple), sino únicamente un aglutinante inorgánico (carbonato- cálcico) que se forma de manera natural y que une el soporte con los pigmentos. Los pigmentos son, en la pintura al fresco, casi siempre de procedencia mineral: óxidos de hierro y de cobre, tierras, glauconitas, negros de humo.Éste es el sistema y los colores que utilizó Miguel Ángel tanto en la bóveda como en el Juicio final, ambos en la capilla Sixtina. Este último fue pintado entre los años 1537 y 1541, cuando el pintor tenía más de 60 años.

Desde el momento en que el artista dio la última pincelada comenzaron los procesos de degradación, unos naturales y otros antrópicos (producidos por el hombre). Estas degradaciones debieron producirse muy deprisa, pues tan pronto como en 1543 se oficializa un limpiador de bóvedas y paredes, en 1565, al surgir las primeras grietas, se registran las primeras intervenciones a cargo de Carnevale, seguidas de otras en 1625, 171P, 1904 y 1936. Todo ello nos indica que existían problemas de conservación, provocados, entre otros, por el humo de las velas, las lámparas de aceite, los hachones, los problemas de los techos con humedades y goteo de agua de lluvia, los desprendimientos de las capas de preparación y las intervenciones desafortunadas, como la de 17 10, que consistió en aplicar una capa de cola animal a toda la superficie pictórica, previa una ligera limpieza, lo que consiguió fijar la mugre, el humo y el polvo que se habían acumulado durante 200 años sobre los frescos. Hemos podido comprobar las marcas dejadas por la brocha humedecida con la cola en el techo de la bóveda.

Otras intervenciones consistieron en repintar zonas que habían sufrido desperfectos, u otras que la moralidad existente no permitía contemplar, como los ropajes pintados a los desnudos del Juicio final, en 1564 (casi en las mismas fechas en que moría Miguel Ángel), por Daniel Riciarelli de Volterra, pintor cuya actuación como censor le ha hecho pasar a la posteridad con el sobrenombre de Il Braghettone, dudoso título que se le otorga por cubrir zonas púdicas.

También existe una serie de consolidaciones consistentes en unas piezas de metal en forma de T que, clavadas en la pared, sirven para aguantar zonas con peligro de desprendimiento, y que fueron colocadas en distintas épocas, pues pudimos comprobar que existen de diversos metales y formas de fabricación.

En 1982 empieza la restauración de los frescos de Miguel Ángel, comenzando por los lunetos de las paredes. El método de restauración es simple, pues lo único que tienen las pinturas es una acumulación de mugre y polvo y la capa de cola que ya hemos mencionado. Los materiales usados en la limpieza son el agua destilada, a la que se añade un tensoactivo para disminuir su tensión superficial, y un removedor (palabra horrible, pero clarificadora) para extraer la mugre acumulada, y que es un carbonato soluble. A esta mezcla, que sólo se aplica en los lugares en que las pruebas previas han demostrado que no afecta a la capa pictórica, se le añade un espesante para evitar que descuelgue y se produzcan chorretones. Se deja actuar unos dos minutos, y luego de retirada se lava toda la zona (de aproximadamente medio metro cuadrado) con agua destilada, en la cual es insoluble el carbonato cálcico.

En el andamio

Todas estas operaciones fueron comprobadas por mí mismo, pues el pasado mes de diciembre tuve la oportunidad, en un viaje organizado por el Grupo Técnico de Conservación de Museos de Cataluña, y por expresa invitación del profesor Colallucci, de subir los 20 metros de altura a los que se encuentran los frescos y comprobar los trabajos que allí se efectúan, permaneciendo más de dos horas en el andamio, que actualmente cubre parte de las pinturas. Me fueron mostrados los análisis previos que se han efectuado, y que sirven como comprobación de la bondad del método que se utiliza; las fotos de todo tipo y de cada parte que realizan antes, durante y después de la limpieza; las grabaciones en vídeo de todo el proceso- la comprobación del pH de los soportes, y el esmero y respeto profundo que se tiene por una pintura de esta importancia.

Las voces de alarma que ya hace tiempo están surgiendo denunciando excesos en la limpieza y procesos agresivos hacia el fresco no han aportado ninguna prueba objetiva, y sí únicamente subjetivas o de esteta, alegando que "les gustaba más antes" o que "ahora han perdido el misterio que las envolvía", confundiendo misterio con mugre.

Apreciaciones estéticas

Las acusaciones del catedrático de la universidad de Columbia James Beck (que, según nuestras noticias, no ha estado jamás en el andamio) pueden deberse a apreciaciones estéticas o a otras más mercantiles, pues.es una firmajaponesa, y no una norteamericana -con la cual el citado señor puede tener relación-, la que está actualmente patrocinando la restauración más importante de los últimos tiempos, y que una firma de su país o cualquier otra agencia pierda una oportunidad única de propaganda internacional.

También, y en este campo de las denuncias, resulta curioso el comprobar que sean catedráticos norteamericanos los, que se rasguen las vestiduras ante lo que ellos consideran que es una agresión a una obra de arte universal, y que, sin embargo, esos mismos catedráticos. permanecieran mudos cuando su compatriota restaurador del MOMA, John Brealey, por medio de una desafortunada maniobra que ni un alumno de restauración de primer año cometería, provocó una alteración de la superficie del cuadro Las Meninas, del Museo del Prado, hecho denunciado por este y otros diarios los días 28 de febrero de 1986 y siguientes.

La limpieza de pinturas siempre ha levantado polémicas, desde la ya famosa exposición de obras maestras limpias que tuvo lugar en la National Gallery de Londres en 1949, que fue visitada por millares de personas, y en la que se presentaron los argumentos que hemos expuesto. En ella se habló ya de las pátinas como "la mano inexorable del tiempo", se expusieron opiniones a favor y en contra -como, salvando la cronología, la de Goya cuando afirma que "el tiempo también pinta"- y los mejores especialistas de aquel momento dieron su opinión. Una de las conclusiones fue que las pinturas limpias sufren menos agresiones que las sucias y que el pQlvo es un destructor muy activo.

Las polémicas sobre el mayor o menor grado de limpieza de una pintura siempre existirán mientras no dispongamos de disolventes o productos mejor adiestrados; por ello, los conocimientos y experiencia de los restauradores son la mejor garantía de seguridad de un objeto, y en el caso de los frescos de Miguel Ángel, el equipo de restauradores tiene los conocimientos suficientes para asegurar que la conservación de esta maravilla del arte universal tiene una esperanza de vida por lo menos igual a la que ha tenido hasta ahora.

Eduardo Porta es directivo del Comité Internacional de Conservación del ICOM y consultor de la Unesco en museología y conservación.

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