Hermano animal
LA GENERALITAT-de Cataluña proyecta una ley de protección a los animales. Son muchas ya las que existen de semejantes carcterísticas en el ámbito nacional, y muy antiguas; hay ilustres precedentes en toda Europa -y jueces que reprimen con energía estas crueldades- y, sin embargo, no sobra esta nueva reglamentación. Únicamente sugiere la idea de que el neofranciscanismo contenido en ella presenta las contradicciones de siempre: es decir, no puede enfrentarse con industrias, artes y formas culturales -o consideradas como tales- de las que esta crueldad forma parte intrínseca, y la más evidente es la de las corridas de toros, a las que se excluye expresamente. Parece natural; como parece natural que no se vayan a clesarticular los zoológicos donde fieras nacidas para los espacios libres -la tierra, el agua, el aire- están enjaulados en una condena a cadena perpetua; ni los circos que albergan el triste espectáculo de las fieras manipuladas por mor de amaestrarlas. Todo esto que pertenece al mundo de lo que llamamos natural con evidente torpeza y argucia língüística tendrá sus defensores: los puede tener también el tiro al pichón que ahora se prohíbe, y no hay razón para pensar que las peleas de gallos o las de perros adiestrados sean menos crueles que las corridas de toros, o que la caza deportiva, de la que sólo se excluyen las especies protegidas, es decir, aquellas en las que hay pocos ejemplares. Se trata, en definitiva, de un problema de cantidad y de calidad.
Aun así, el proyecto de ley es encomiable. Si somos lo suficientemente capaces de trazar una raya entre la crueldad útil -según ciertas apreciaciones- y la crueldad inútil, no sólo en Cataluña, sino en toda España, se están cometiendo crueldades inútiles con los animales. Algunas, incluso no exentas de desis de sadismo. Hay pequeños o grandes miserables, por ejemplo, que utilizan el mismo pegamento que usan para inhalar y fliparse -en su lenguaje- para pegar los picos de las palomas urbanas y otros pájaros que captu ran, y dejarles así morir de inanición. Perros y gatos son perseguidos con fruición por los sádicos rurales y ciudadanos: cegados, mutilados, amputados. Incluso hay dueños de perros que descargan en ellos la violencia que proyectan sobre una sociedad que les es inex pugnable; y que les abandonan cuando llega el perío do de vacaciones. Hay asesinos de patos y cisnes en los estanques; hay envenenadores de peces. Hay gen tes que prenden fuego, ahorcan o introducen palos por el ano de los animales abandonados. Hay ciuda danos con buena hoja de servicios que dejan carne envenenada -o bolas con alfileres- en los lugares por donde deambulan los perros ajenos: porque se sienten agredidos por sus ladridos. Las sociedades protectoras de animales saben mucho de esto, y también las clínicas veterinarias. De la misma forma, es también cierto que hay personas que, por sí mismas, por su propia bondad, se dedican a recoger estos animales, a curarles, o a dejar comida en los lugares en que los seres irracionales sin dueño se congregan.
El hermano animal es nuestra víctima en todos los ámbitos de la vida, aun sin tener que recordar que su destino más común es el de que acabe en la mesa de los humanos. La ley de la Generalitat de Cataluña se añade a las muchas que hay en plena vigencia, aunque quizá ésta sea más extensa y más concreta; todas han ido cayendo en desuso, las sanciones judiciales no se aplican jamás y las municipales o administrativas actúan pocas veces: más bien el celo de los agentes.. se dirige contra los dueños de animales que no respetan las otras disposiciones -bozales, correas, impuestos, heces- aunque sean bondadosos con sus animales. La ley efectiva, por tanto, es la que está destinada a circunscribir los límites de la libertad animal pero jamás a su verdadera protección.
Hay que temer, sin embargo, que esta ley, que respeta los casos que se amparan en la tradición, la costumbre o la economía, severa para todo lo demás, tenga unos días de cumplimiento en algunas zonas, en algunos puntos especialmente señalados, y poco a poco no tenga otro destino que el de caer en el olvido.
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