Un sensacional Celibidache
El ciclo de grandes orquestas alcanza su punto culminante en las actuaciones de Sergiu Celibidache al frente de la Filarmónica de Múnich.Parecía un hervidero el Teatro Real y hasta el más pequeño rincón de una escalera era duramente disputado por los polizones. Cuando apareció sobre la escena, Sergiu Celibidache fue recibido con una ovación inusitada en nuestro medio, por lo unánime y prolongada. Quedó pálida al lado de la aclamación final que muchos repitieron a la salida del maestro por la puerta de Carlos III. Desde su proscenio, la reina doña Sofía dio la tónica al entusiasmo.
Una rareza que, por lo mismo, es noticia: nunca se ven tantas caras de músicos profesionales como en los conciertos de Celibidache. No hubo esta vez excepción, ni la hubo en algunas particularizadas, pero apasionadas, polémicas, en torno a la versión de la Cuarta sinfonía de Schumann. Es natural: Sergiu Celibidache es un maestro absolutamente inhabitual y los hábitos no son siempre buenos y con frecuencia resultan deformantes; pero son hábitos.
Orquesta Filarmónica de Múnich
Director: Sergiu Celibidache, Obras de Schumann y Musorgski/Ravel. Teatro Real, 14 de febrero.
Muchos aspectos del pensamiento celibidachiano se emparentan con Furtwängler, entre ellos, una significación no buscada de mito hecho realidad , aplaudido con pasión y discutido con vehemencia. Celibidache podría suscribir estas palabras de su antecesor: "Interpretación fiel a las notas: esto parece afirmar que la filología es más importante que la inteligencia". O estas otras: "Lucho contra lo fabricado, lo que no está construido, lo que en arte es cosa muerta".
Capacidad de sorpresa
Escuchar un Schumann hecho pura vivencia, intimizado desde una altura de conceptos que sitúan la interpretación más allá de pasiones, vigores y arrebatos que, en buena parte, están más en nosotros que en la música, constituye una experiencia estética de primer orden: merece la pena descubrirla aunque obligue a cierto esfuerzo intelectual. Nadie ha dicho que la belleza sea cómoda ni fácil.A Celibidache se le descubre en cada actuación, pues uno de sus dones más apreciables es el de la capacidad de sorpresa permanente. No por este o aquel capricho, sino gracias a la purificación de cuanto interpreta. En su idea y en su realización, Schumann o Musorgski/Ravel se tornan recién nacidos, transparentes, depurados de mil gangas convencionales, muchas de las cuales pretenden asentarse como tradición. Schumann, en su Sinfonía en re menor, compendia una personalidad, un tiempo y un ámbito que Celibidache transmitió con su admirable talento, y su raro impulso espiritual cargado de vivencias afectivas.
En su búsqueda de las últimas verdades, el maestro rumano apura, estiliza, expresa y razona sus versiones. La potencia plástica, la valoración tímbrica, la consideración del sonido en su circunstancia, la imaginación gestual de Celibidache dieron por resultado unos cuadros de Musorgski/Ravel absolutamente impresionantes. Los instrumentistas muniqueses respondieron como quienes son, y son mucho. Bravo a todos.
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