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Crítica:'JAZZ'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una banda con dos mitades

En un momento de su actuación en el colegio mayor San Juan, Niels Henning Oersted Pedersen se refirió a Philip Catherine como la mitad de la banda. Con ello, además de hacer un chiste, quería decir que no había ningún jefe en el concierto, que éste era la reunión de dos músicos en igualdad de condiciones. Tal para cual.Con tan pocos efectivos en la formación, el reparto de papeles había de ser por fuerza ingenioso. Vistos, además, los propósitos de igualdad, tenía también que ser equilibrado. Ambos objetivos se consiguieron, si bien el equilibrio se rompió un poco y, contra lo que podía esperarse y suele suceder, la guitarra tendió a ser el elemento rítmico en tanto que el contrabajo se reservaba el papel melodioso.

Philip Catherine y Niels Henning Oersted Pedersen

Philip Catherine, guitarra; Niels Henning Oersted Pedersen, contrabajo. Madrid. Colegio Mayor San Juan Evangelista, 7 de febrero.

El concierto se anunciaba, incluso desde estas mismas páginas, como una muestra del jazz europeo. Pero luego amplió sus límites geográficos a causa del repertorio, donde junto a canciones de Europa hubo otras de América del Norte, del Sur -una composición de Villa Lobos- y hasta del Centro, con un Saint Thomas pleno de virtuosismo.

Del conjunto de las interpretaciones merece la pena destacar Nuages, por lo que tuvo de tributo al maestro Django Reinhardt; una composición de Philip Catherine dedicada a su hija, y una versión de My funny Valentine a bastante velocidad, detalle poco ortodoxo que no escandalizó a nadie, porque sabemos desde hace tiempo que hay muchas Valentinas y todas son bonitas.

Tanto Catherine como Pedersen hicieron buenos solos, que no fueron aplaudidos porque el público se dio cuenta enseguida de que después de los solos era cuando venía lo mejor, los unísonos, armonías y contrapuntos a que guitarra y contrabajo se abandonaban con insultante facilidad. Catherine y Pedersen exhibían en esos momentos una compenetración más profunda de la que normalmente se produce entre músicos de jazz. Una compenetración que proviene de conocerse desde hace tiempo y estar cultural y generacionalmente muy próximos.

La gente, al acabar el concierto, se negó a abandonar la sala, y los músicos tuvieron que dar dos propinas, haciéndose bastante de rogar para la segunda. En conjunto, asistimos a un agradable concierto de pulso y púa, porque Pedersen prefirió ser el que todos conocemos y sólo echó mano del arco ocasionalmente, en alguna gitanería de su colega.

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