Gran noche para Plácido Domingo en la Scala de Milán con el 'Otello', de Verdi
Para celebrar el centenario de la primera representación mundial de la ópera Oteflo, de Giuseppe Verdi, la dirección del teatro de la Scala de Milán organizó unas representaciones de gala que comenzaron en la noche del jueves. Plácido Domingo obtuvo un notable éxito, que le reafirma a la cabeza de los cantantes de su cuerda en el mundo entero.
El público aficionado esperó casi 12 horas en una larga cola que se hizo aún más nutrida a partir de las cinco de la tarde, con un intenso frío típico de esta ciudad en febrero. Éste es el verdadero lujo de este teatro: contar con un numeroso conjunto de incondicionales, los de arriba, que suelen ser, en muchos casos, los más conocedores y entusiastas del bel canto.Salvo unos pocos cambios (Piero Cappuccilli fue sustituido por el barítono Renato Bruson en el personaje del intrigante Yago), el reparto fue esencialmente el mismo que cuando, hace 10 años, se estrenó en este mismo escenario la costosa producción bajo la dirección escénica de Franco Zeffirelli, una puesta en escena rica en medios e imaginación que se alejó de los tópicos que han perseguido a esta ópera y que, vista hoy, no ha envejecido nada, manteniendo una sobria elegancia.
Al descorrerse el telón, apareció un espacio abierto y luminoso, poco recargado, como suele ser el estilo Zeffirelli, con unas lejanas luces azules que hacían intuir más que simular el mar Adriático. Los aplausos comenzaron bien pronto, el paraíso parecía derrumbarse y, en el decir de los habituales, hacía mucho tiempo que no se escuchaban ovaciones así en el coliseo milanés, tan entregadas como justificadas.
El respaldo y la réplica a Plácido Domingo estuvieron, como la vez anterior, en Mirella Freni, quien, con largos rizos dorados y vestida de brocados espesos como un personaje de Tiziano, se mostró segura, con delicadeza, ofreciendo una Desdémona llena de intensidad amorosa. Plácido Domingo, que debutó en el papel de Otello en la ópera de Hamburgo en 1975, ha bordado hasta la perfección al moro veneciano, poniendo acentos muy personales en los momentos de furia o dolor que abundan en la trama. La rigurosa, elitista y a veces cruel crítica musical milanesa esta vez no ha escatimado elogios, y ha sido raramente unánime en cuanto a la espléndida madurez de Domingo, que se hace acompañar de una versátil y potente presencia escénica.
La dirección musical corrió a cargo de Carlos Kleiber, quien brilló por sí mismo y fue también largamente aplaudido. Un melómano comentó a este periódico que ése es el tipo de director capaz de entusiasmar a los milaneses. La noche fue un éxito auténtico y no una de esas funciones de postín donde sólo abundan los brillantes y las pieles de los famosos. Era una noche de abono, y el público, por tanto, era el asiduo y entendido, esa gente que obliga a dejar el telón abierto a costa de una segura afonía gritando bravo, bravissimo.
El tenor español partió inmediatamente después, en la mañana del 6, hacia París y retornará a Milán para la representación del domingo 8. La obra volverá a escena los días 11 y 14. Todas las localidades están vendidas.
Por otra parte, en las próximas horas llegará a Milán Rudolf Nureyev para retocar su versión del ballet Don Quijote, sobre la música de Ludwig Minkus, para la que el Ballet del Teatro de la Scala estrena unos suntuosos decorados.
Babelia
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