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LA CRISIS DE LOS REHENES

Los libaneses, aislados, contienen el aliento a la espera de la acción de la VI Flota

"Hoy más que nunca, Líbano es una inmesa leprosería", declaraba ayer un beirutí de 46 años, director de un hotel casi vacío. Con su único aeropuerto cerrado, las huelgas diarias en sectores vitales de la sociedad, los habituales atentados con explosivos, la guerra de los campamentos aún coleando, el presidente Gemayel en Jordania, una decena de extranjeros secuestrada en lo que va de año, el mediador Terry Waite detenido y 22 barcos de la VI Flota navegando hacia sus aguas, Líbano es un país aislado, que contiene el aliento a la espera de graves sucesos.

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JAVIER VALENZUELA, Los mercados financieros de Francfort y Tokio creyeron, al mediodía de ayer, que los marines estadounidenses habían desembarcado ya en Beirut. No era cierto. Lo único seguro ayer en la capital libanesa era que las paredes del sector musulmán se cubrieron de carteles en los que se ve al ayatollah Jomeini en medio de un mapa del país.Las embajadas occidentales, situadas en el sector cristiano de la capital, apremiaron a sus ciudadanos que aún permanecían en el lado musulmán. "Venga aquí mismo. El próximo puede ser usted", era el mensaje enviado por tortuosos caminos, a falta de buenas comunicaciones telefónicas. Un centenar de occidentales sigue en Beirut oeste, mujeres en su mayoría, entre ellas, una decena de españolas casadas con libaneses. El número de personas con doble nacionalidad es aún más elevado.

La alemana occidental Felicita Wangiroth se casó hace poco con un beirutí y es de las que aguantan. Siempre sale a la calle con una pistola en el bolso. "Creo que mataré a cualquier tipo que se me acerque demasiado", dice. La profesora norteamericana Elleen Knight también se niega a irse. "Yo no me voy", asegura. Su argumento es que los integristas shiíes "nunca han secuestrado a una mujer".

Abandonar Beirut no es tan fácil para personas que han pasado allí la parte más importante de sus vidas, en particular cuando el mercado de trabajo en sus países no es floreciente. Sin embargo, Robert Foss, profesor norteamericano, dejó hace días la ciudad con la convicción de que no la volverá a ver. "He vivido aquí 20 años. He participado en muchas evacuaciones y retornos. Esta salida es la última. Belrut está acabado".

Antes de 1975, año en que comenzaron las guerras civiles libanesas, Beirut tenía más de 100.000 residentes extranjeros, muchos de ellos norteamericanos y europeos. El lunes, Suiza trasladó su sede diplomática al lado cristiano. Fue el último país occidental en hacerlo.

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Aeropuerto cerrado

Líbano está incomunicado por vía aérea. El domingo, el aeropuerto de Beirut, en el sector musulmán, cerró a cal y canto. Middle East Airlines (MEA), la compañía libanesa, trasladó sus aviones a Larnaca (Chipre). Las compañías soviética, checa, búlgara y siria, las únicas que aún volaban a Beirut, anunciaron la suspensión de sus vuelos.

Esta semana ha habido una huelga diaria en sectores importantes de la vida social. El lunes fueron los escolares y universitarios cristianos, como protesta por el atentado que mató a dos niños. El martes cerró todo el Beirut musulmán, siguiendo la consigna de los estudiantes del Beirut University College (BUC). El motivo fue el reciente secuestro de cuatro profesores de la institución, tres norteamericanos y un indio. El turno de los hospitales llegó el miércoles, está vez por motivos corporativos.Virginia Steen, norteamericana; Ferial Polhill, palestina, y Badr Turner, libanesa, son las tres mujeres de los enseñantes estadounidenses capturados en el BUC. El miércoles celebraron una conferencia de prensa. Antes de romper a llorar, la señora Turner, embarazada de cinco meses, dijo: "Espero que mi marido esté presente cuando nazca el bebé".Un europeo entró ayer en el banco del Beirut cristiano donde tiene su cuenta en dólares. "Lo siento, señor. No tenemos billetes, pero podemos darle un cheque", le respondieron. Una de las respuestas instintivas al acercamiento de la VI Flota ha sido el acaparamiento de moneda norteamericana.La mayoría de los libaneses duda de los resultados de una eventual acción militar de Estados Unidos. "Los marines ya estuvieron aquí entre 1982 y 1984, y se marcharon con la cabeza gacha", dice un hombre de negocios educado en Nueva York. "El problema es saber quién es el enemigo y dónde está".

Todo el mundo recuerda ahora los ruidos de los cañonazos que el acorazado New Jersey lanzó, en septiembre de 1983, contra posiciones drusas en las montañas libanesas. Días después de lanzamiento de aquellos Volkswagen volantes, el cuartel general de los marines estadounidenses en Beirut saltó por los aires.El diario israelí Jerusalem Post publicó ayer que Washington ya ha establecido los blancos de una hipotética represalia bélica en Líbano. "Sólo Israel", afirma un responsable militar libanés, "puede facilitar a Estados Unidos informaciones más o menos precisas sobre el paradero de los secuestradores y sus víctimas". "Todo el mundo sabe que hay una estrecha cooperación en el terreno de la información entre ambos países", ha dicho el primer ministro, Isaac Shamir.

La mayoría de los diplomáticos europeos basados en la capital libanesa apuestan por una operación relámpago en el valle de la Bekaa o los suburbios meridionales de Beirut, los feudos de los integristas proiraníes. Pero el embajador norteamericano, John Kelly, no dice ni palabra. Kelly sostiene buenas relaciones con la Agencia Central de Inteligencia norteamericana (CIA), como probó el Irangate, y está materialmente encerrado en un bunker estos días.

Numerosos predicadores musulmanes, sunitas y shiíes, se han alzado contra la captura de Terry Waite, que creen contraria a la hospitalidad islámica. La voz de la calle lamenta su suerte, pero no puede evitar creer que el enviado del arzobispo de Canterbury se ha comportado como un aficionado.

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